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El pergamino de Clío

El pene en la Antigüedad

Fresco de Príapo, en la Casa de los Vetii, en Pompeya.

Son muchos los que se han preguntado a lo largo de la historia por qué se representaba a las estatuas clásicas con penes de reducido tamaño. La mayoría de los expertos apuntan a que un pene grande estaba vinculado con lo rústico, con la lascivia y con una falta casi total del control de los impulsos sexuales. Por ello, en la Antigüedad griega un pene pequeño era símbolo de un hombre culto y moderado. De hecho, los penes grandes eran motivo de burla entre los artistas y clases altas de la Antigüedad. Aristófanes consideraba que, al tener un pene grande, el cuerpo era desproporcionado y antiestético. Pero esto era la concepción de las polis. Mientras, en el mundo rural se adoraba a un dios con un pene enorme, Príapo.

Esta antigua divinidad se representaba como un hombre mayor, pequeño y barbudo y con un pene de dimensiones espectaculares. En el mundo rural, se apreciaba su simbología como el instinto sexual y la fecundidad masculina. Según la mitología griega, Príapo era hijo de Afrodita y Dionisio, la diosa de la belleza y el amor y el dios del vino y el éxtasis. Es decir, Príapo era el hijo de los dioses más sexualizados del panteón clásico. No obstante, otras leyendas afirmaron que su padre era Hermes, Zeus o Adonis. En esta última versión, Afrodita mantuvo relaciones sexuales con Adonis en ausencia de su verdadera pareja, Dionisio. Hera la castigó maldiciendo al hijo nacido del adulterio con un falo descomunal que permanecería siempre erecto. Además, diversas versiones cuentan que también se le maldijo con no poder reproducirse o con no poder ser amado. Gracias a este dios, se conoce la enfermedad de priapismo que provoca una erección permanente sin estimulación física ni psicológica durante varias horas.

Mientras, en la Antigua Roma, se erigían estatuas honrando a Príapo con una hoz y fruta y un gran pene erecto. Su principal función era atraer las buenas cosechas. Esto lo podemos ver representado en el grabado de la Casa de los Vettii en Pompeya.

Otro ejemplo es el de Mutuno Tutuno, otra deidad fálica asociada al matrimonio, bastante similar al aspecto atribuido a Príapo. Se le invocaba como protector de la envidia y los celos. También encontramos el fascinus, la personificación del falo divino en la religión de la Antigua Roma. Se le invocaba para evitar el mal de ojo y se representaba con un falo que era adorado por las vírgenes vestales. Cuando los generales celebraban una victoria, las vestales colocaban una figura del fascinus en su carro para protegerles.

En el verano de 2019 se encontró en un yacimiento de Aragón un amuleto fálico de oro del siglo I o II d.C. Es un amuleto contra el mal de ojo representado por un pene y un puño cerrado. Además, el falo se plasmó en vasos cerámicos, en las murallas de las ciudades o en las esquinas de las casas.

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