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Las heteras: cortesanas griegas

Las heteras: cortesanas griegas lara de armas moreno

Las heteras no eran simples prostitutas, fueron un colectivo de mujeres que eran incuestionablemente bellas a la par que cultas. Se diferenciaban del resto de prostitutas de burdel ya que, además de placer sexual, proporcionaban otra clase de entretenimiento. Hablaban de filosofía y política, tocaban instrumentos y bebían como los hombres. Eran más libres que el resto de las mujeres griegas y podían acceder a la vida pública de los hombres. Ellas los acompañaban, cantaban, bailaban y reían a su alrededor, amenizando las veladas a las que sus esposas tenían prohibida la entrada.

Los hombres competían por conquistar a la hetera más bella ya que poseerlas era un símbolo indiscutible de estatus. Para conseguirlas las colmaban de regalos y atenciones, más que a sus propias esposas. Algunas se convirtieron en personas importantes de la vida de sus amantes, incluso llegando a convivir con ellos cuando estos eran viudos o solteros. La relación solía prolongarse por meses o años.

La palabra procede de «hetairai» que significa compañeras. La costumbre de poseer concubinas se extendió en la época Clásica, durante los siglos V y IV a.C. Eran, principalmente, las encargadas de acompañar a los hombres al simposio, un banquete cercano a una bacanal en el que se bebía y debatía hasta la saciedad. Al terminar, compartían lecho con las heteras. Mientras la esposa debía mantener relaciones sociales solamente con mujeres, el marido podía tener una hetera personal de la que presumía sin remordimientos.

En el año 451 a.C., la tendencia a tener relación con una hetera creció ya que Pericles propuso una ley, que fue rápidamente aprobada, en la que se demandaba que los ciudadanos atenienses fueran hijos de madre y padre ateniense y no solo de padre como había sucedido hasta el momento. Esto propició que las mujeres que no eran atenienses tuviesen una enorme dificultad para casarse con hombres de alto estatus, pudiendo así ascender en la jerarquía social. Encontraron un modo de hacerlo convirtiéndose en las concubinas y amantes de estos hombres poderosos.

La diferencia entre las heteras y el resto de las prostitutas es que las primeras ejercían de manera libre y consentida. Aunque algunas hubieran sido esclavas de origen, existieron también hijas de ciudadanos atenienses que, al no poder contar con una dote, decidían convertirse en heteras ya que tendrían mayor prosperidad que casándose con hombres de bajo estatus. Siendo heteras contaban con independencia económica y podían llegar a vivir solas y ser propietarias de su propia casa.

Una hetera podía tener más de un amante, ejemplo de ello fue una hetera llamada Neera que, al querer cambiar de amante, el primero del que se quería separar la denunció por casarse ilegalmente con un ateniense. El tribunal concluyó que Neera debía convivir con ambos amantes en días alternos. Según parece, el día en el que salió la sentencia, los tres se fueron juntos a casa y Neera complació a ambos.

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