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Tanxugueiras, raíces en femenino

El éxito exprés de Tanxugueiras es la punta del iceberg: detrás de su fenómeno hay toda una escena de voces que acuden a la tradición para formular sonidos de vanguardia

Tanxugueiras en el Benidorm Fest. RTVE

Para verlo y no creerlo: Tanxungueiras, cuadrilla de pandereteiras, ensalzadas como símbolos de modernidad y bravura, a lomos de una vitaminada canción folk, suerte de turbo-muñeira con fondo electrónico y estética gótica, que el voto popular del Benidorm Fest elevó hasta las alturas (en contraste con la frialdad de jurado de RTVE). Polémicas al margen, ya nadie podrá negar que, en efecto, las que llamamos músicas de raíz, o tradicionales, o populares, o ancestrales, se han convertido en un material sonoro más sexi de lo que jamás habíamos imaginado.

El caso de Tanxugueiras ha sido el detonante que bien puede ayudar a hacer más visibles las propuestas de otros muchos artistas que operan lejos de la superpromoción televisiva. El regreso de los referentes populares en nuestra música lleva unos años gestándose, si bien los últimos cursos ha registrado un crescendo: ahí están el canto electrónico de Maria Arnal y Marcel Bagés, el cancionero de la Alcarria de Los Hermanos Cubero, el cabaret electro-folk del asturiano Rodrigo Cuevas, el giro a lo esencial del urbano C. Tangana. Y hay que hablar de la labor previa de una Sílvia Pérez Cruz, o del flamenco free de Rosalía etapa Los Ángeles. Ahora, hasta la extriunfita Amaia se descuelga con una jota navarra en su último lanzamiento. ¿Jota? ¿No representaba eso el horror para todo aquel que creciera en marcos culturales como la Movida, el indie o el techno? Cómo hemos cambiado.

Un paquete de valores

Y bien, las mujeres añaden una capa más de significado a la tendencia, colocando la reivindicación feminista en el mismo paquete del aprecio por las culturas y lenguas minoritarias, el respeto a la memoria de las generaciones precedentes, la clave ecologista y el ceño fruncido ante las dinámicas de consumo de la industria pop. Ahí están Tanxungueiras, como 20 y 30 años atrás un grupo, Leilía, que modernizó el formato de pandereteiras, y como otras muchas artistas que suman a la reivindicación de la música de raíz su propia agenda de género.

Repescar canciones de otro tiempo forma aquí parte de un proceso de señalamiento de viejos moldes costumbristas, de patriarcados y de códigos represivos.

A menudo, estas composiciones, como los cantos transmitidos por tradición oral, se recuperan modificando la letra o tergiversándola con ironía, al tiempo que se recuperan otras que hacen valer el rol histórico de la mujer en parcelas como la vida obrera o el trabajo agrario. O que ilustran la sumisión secular ante el padre o el marido.

Las emergentes y diversas voces femeninas del folk tienen en común con Tanxugueiras ese ánimo reparador y una voluntad por transmitir determinación y poderío a través de un catálogo amplio y libre de recursos musicales: rítmicas que pueden ser invasivas o vaporosas, uso a la carta de recursos pop o urbanos, ocasional convivencia de instrumental ancestral con la electrónica y el autotune. Y la sensibilidad lingüística como ingrediente troncal, en línea con ese no hay fronteras declamado en las distintas lenguas cooficiales, y también en un asturiano (o asturleonés) que ha entrado con fuerza en el paisaje.

El auge de las escuelas superiores de música ha dado herramientas para superar el secular amateurismo del folk, y una mirada dignificadora al instrumental y al catálogo tradicionales, rompiendo viejos prejuicios. Así, tropas de músicos sobradamente preparados, ellos y ellas, encuentran ahora motivación en estéticas sonoras y herencias líricas de un mundo antiguo que bien nos puede servir para orientarnos en el moderno, desviando a veces el foco hacia el imaginario de la España vaciada.

Reflejo del signo de los tiempos, y derivada de una guerra cultural que flota en el ambiente, esta música está, por encima de todo, para ser escuchada, cantada, bailada, disfrutada.

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