Son tres las epidemias de peste que han azotado al mundo. La primera asoló, en el siglo XI, al Imperio Bizantino, llevándose la vida de unos 50 millones de personas, la segunda, la más virulenta, afectó a Oriente Medio, Europa, Asia occidental y el norte de África en la mitad del siglo XIV y se llevó a más de 100 millones de almas. La tercera, originaria de Asia, comenzó con diversos brotes que se prolongaron durante el siglo XIX.
Debemos advertir que esta historia tiene más de una versión, en la que suele cambiar el número de implicados o el lugar en el que sucedió, nosotros vamos a ver la que cuenta con un mayor número de fuentes. Debemos dirigir nuestra mirada a la Marsella del siglo XIV. Cuatro ladrones (en algunas versiones llegan a ser hasta siete) fueron pillados robando a los enfermos y a los muertos por la peste bubónica.
En el juicio, el tribunal se preguntó por qué ninguno de los ladrones había contraído la enfermedad, a pesar de haber estado en contacto directo con multitud de enfermos. Los ladrones, que no estaban dispuestos a dar duros por pesetas, prometieron confesar su secreto a cambio de un indulto. Les fue concedido y estos cuatro personajes confesaron haber ideado una receta, un remedio que, según ellos, era efectivo contra la peste. La receta contenía lo siguiente:
50 clavos
Litro y medio de vinagre blanco
Un puñado de artemisa, de filipéndula, de mejorana y de salvia
50 gr de raíz de campanilla
50 gr de angélica
50 gr de romero
50 gr de marrubio
3 medidas de alcanfor
Todo este mejunje debía dejarse macerar unos 15 días, debía ser colado y, posteriormente, ya se podía usar, frotándose con él las manos, la frente y las orejas antes de acercarse a un enfermo. Según diversas fuentes, la receta fue escrita en los muros de Marsella durante la plaga y se colgó en el museo de París en 1937.
Este remedio fue publicado por René-Maurice Gattefossé en uno de sus tratados sobre aromaterapia en 1910 y se conservan diversas botellas, como la que aún se guarda en el Museo de Toulouse, Paul-Dupuy. También aparece en el Scientific American Cyclopedia of Receipts, Notes and Queries de 1901. De hecho, aún se sigue comercializando como antiséptico.
¿Hay evidencia científica tras el remedio? Sabemos que el vinagre tiene propiedades antibacterianas y antifúngicas, no obstante, por sí mismo, no sería suficiente para librarte de la peste. Por otro lado, se cree que la eficacia del remedio podría proceder de su acción como repelente de insectos, recordemos que la peste se transmitía, en muchas ocasiones, por la picadura de una pulga.