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CERCO GUBERNAMENTAL

China mete en cintura a los fans

Pekín suspende las cuentas de seguidores de una veintena de artistas de K-pop | «La cultura de los clubes de fans ha alcanzado un punto crítico y debe ser corregida», afirman

EXBANDA DE KRIS WOO. También han sido vetados los fans de EXO, banda en la que militó, hasta 2016, el sinocanadiense Kris Wu, detenido por la presunta violación de 24 mujeres. Pekín acusa a los seguidores de acosar en las redes a las denunciantes y, aunque parezca increíble, de diseñar túneles subterráneos para sacarle de la cárcel.

Ayudarán unos brochazos a contextualizar el anunciado control sobre los clubes de fans en China. Después de que Kris Wu, cantante sinocanadiense, fuera detenido por la presunta violación de 24 mujeres, sus seguidores acosaron en las redes a las denunciantes, se juntaron frente a la comisaría de policía con pancartas de apoyo y ahora diseñan túneles subterráneos para sacarle de la cárcel.

60 DÍAS DE CASTIGO. La red social china Weibo mantuvo inactiva durante 60 días la cuenta del club de fans de la banda surcoreana BTS, a los que acusa de haber recaudado fondos ilegalmente con el fin de pintar un avión con el rostro de Jimin, uno de sus componentes, como regalo de cumpleaños.

El club de fans de la banda BTS juntó más de 150.000 euros en tres minutos en el 26º cumpleaños de Jimin, su cantante, para regalos que incluían la customización de un avión comercial con su rostro en el exterior y felicitaciones a página completa en el The New York Times estadounidense y el Times británico.

Dos jóvenes fueron detenidos por colocar balizas de seguimiento en el coche del actor Wang Yibo y vender la información de sus itinerarios.

Una adolescente pasaba los días buscando a famosos con los que fotografiarse en el trasiego del aeropuerto de Shanghái hasta que su historia se viralizó y los tabloides indagaron en la vida de la nueva celebridad, que acabó lamentando sin brizna de ironía la estresante falta de privacidad y la atención indeseada.

Un concurso televisivo musical animó a escanear el código QR en el interior del envase de leche para votar a los candidatos preferidos y las redes sociales mostraron ríos blancos sobre las calles de un país en vías de desarrollo.

Y con casi 300.000 cartones de leche derramados por el desagüe, según algunos cálculos, Pekín mandó parar. Algunas dosis de histeria se dan por descontadas en amontonamientos preadolescentes pero el cuadro se había escapado del control del Gobierno más obsesionado por la estabilidad.

«La cultura de los clubes de fans ha alcanzado un punto crítico y necesita ser corregida», argumentó la Administración del Ciberespacio de China. Presentó una hoja de ruta con 10 puntos que prohíben la información dañina como rumores o chafarderías, las clasificaciones de popularidad de ídolos, cobrar a los seguidores por votarles en programas televisivos y animarles a que compren los productos que publicitan. QQ y Tencent, las principales plataformas musicales de internet, solo permiten ahora que cada internauta compre una copia de un álbum para evitar las habituales distorsiones de la clasificación de ventas que mide la popularidad de los artistas.

Más de 150.000 posts fueron retirados de las redes y 4.000 cuentas relacionadas con clubes de fans fueron castigadas en pocos días, según la agencia oficial de Xinhua. La suspensión de una veintena de cuentas de grupos de K-pop, en su mayoría de Corea del Sur, motivó los lamentos de su embajada en Pekín y la posterior explicación china de que su campaña no perseguía a ningún país en concreto sino la «enérgica promoción de la cultura tradicional, revolucionaria y socialista».

Hace tiempo que en los clubes convive la sana admiración por artistas con pulsiones tóxicas y facinerosas. No escasea el acoso cibernético, las difamaciones ni los boicots a las marcas asociadas al grupo rival. Los fragorosos choques de ejércitos en las redes ridiculizan aquellas británicas rivalidades de los Rolling Stones y los Beatles o los Blur y Oasis. Es aún recordada la tormenta que desató la publicación de relatos homoeróticos sobre el cantante y actor Xiao Zhan. La furibunda respuesta de su hinchada tumbó la plataforma digital que los había albergado, a lo que respondió una amalgama de activistas LGBT y seguidores de otros artistas para atacar a Estée Lauder, Piaget y otras marcas relacionadas con Xiao, y siguió una dinámica de boicots y controboicots en los que era complicado orientarse. No habían abierto la boca Xiao ni las marcas pero el primero perdió su reputación y las segundas recortaron sus ingresos.

Trabajadores gratuitos

Los clubes de fans publicaban revistas, organizaban reuniones y otros actos razonables antes de que la irrupción de internet a principios del milenio enturbiara el clima. También asentó la relación bidireccional que los distancia de los occidentales. Aquí, en China, los seguidores no solo son pasivos, sino que influyen en el éxito de las carreras. La compra de sus productos eleva el valor comercial del ídolo de la misma forma que sus votos en las clasificaciones de celebridades engordan su estatus y tarifa sin atender a méritos artísticos. También recaudan para comprar publicidad en vallas o revistas, defienden a sus ídolos de insidias y otras acciones que correspondían a las agencias de representación. Esos estudiantes que nutren los clubes de fans son, como definía la prensa nacional recientemente, los trabajadores gratuitos o las vacas que ordeña la industria. Existen 500 millones de seguidores dispuestos a invertir en sus ídolos, según algunos cálculos, y uno de cada tres gasta entre 13 y 63 euros mensuales a cambio de su satisfacción emocional. La industria movía el pasado año 15.000 millones de dólares y se pronosticaban 21.000 millones para el próximo con un crecimiento anual sostenido del 60 %.

La limpieza en el sector cubre a las estrellas. Se asume en Occidente que destrocen habitaciones de hotel, perseveren en la toxicomanía o alardeen de una vida sexual desordenada, pero China espera de ellas que guíen a la juventud. Los escarmientos vienen de lejos: Fan Bingbing, la actriz china más célebre, emergió tras meses desaparecida con una declaración de arrepentimiento por regatear al fisco, y de la campaña antidrogas no se salvó ni siquiera el hijo de Jackie Chang, trovador entusiasta del Partido Comunista. Pero nunca se había llegado tan lejos, concluyen los analistas. Cuesta encontrar el rastro en internet de Zheng Shuang y Zhao Wei, rutilantes actrices, con sus páginas oficiales en Weibo (el sosías chino de Twitter) canceladas y sus películas desaparecidas de las plataformas televisivas. De la primera se saben sus problemas de impuestos, de la segunda no hay más que elucubraciones. Docenas de celebridades chinas asistieron recientemente a un «entrenamiento ético» gestionado por el organismo regulador nacional de la televisión tras el escándalo de las violaciones de Kris Wu.

También han sido vetados los fans de EXO, banda en la que militó, hasta 2016, el sinocanadiense Kris Wu, detenido por la presunta violación de 24 mujeres. Pekín acusa a los seguidores de acosar en las redes a las denunciantes y, aunque parezca increíble, de diseñar túneles subterráneos para sacarle de la cárcel.

Entre las 21 cuentas canceladas de K-pop, la mayoría surcoreanas, también figura la asociada al universo fan de Rap Monster, integrante de los omnipresentes BTS, banda que se jacta de tener el ejército —the army, le llaman— de seguidores más numeroso y activo del pop actual.

La prohibición de la red social Weibo también afectó a los seguidores de las cantantes Lisa y Rose, de la también banda de K-pop BlackPink, que no pudieron publicar durante un mes. Según el Gobierno chino, el veto se debe al «comportamiento irracional de persecución a las estrellas».

La red social china Weibo mantuvo inactiva durante 60 días la cuenta del club de fans de la banda surcoreana BTS, a los que acusa de haber recaudado fondos ilegalmente con el fin de pintar un avión con el rostro de Jimin, uno de sus componentes, como regalo de cumpleaños.

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