La conspiración del harén

Lara de Armas Moreno
Lara de Armas Moreno
Para comprender lo que sucedió, debemos echar la vista atrás y analizar el contexto. Ramsés III no vio un día bueno, fue un faraón de la Dinastía XX que reinó durante aproximadamente 30 años (1184-1153 a.C.). En esta etapa, diversos pueblos intentaban atentar contra la estabilidad del territorio egipcio, como lo hicieron los Pueblos del Mar o los libios. Internamente, el gobierno egipcio se vio obstaculizado por huelgas como la de los trabajadores de Deir el-Medina, encargados de las tumbas reales del Valle de los Reyes. En los últimos años de su gobierno, Ramsés III tendrá que hacer frente a una grave crisis y a la pérdida de sus socios comerciales asiáticos y sus territorios en el continente. En este contexto, se produjo un proceso de recesión con picos de escasez. Estos acontecimientos fueron el caldo de cultivo de una elaborada conspiración.
Algo que sí tuvo Ramses III fueron mujeres, en torno a unas cuatro oficiales y unas cuantas más que no lo fueron. Esto dificultaba el asunto de su sucesión. Algunos de sus muchos hijos fueron reconocidos como legítimos mientras que otros tantos no. Los que sí lo fueron, ocuparon cargos importantes y llegaron a participar, junto a su padre, en la Batalla del Delta. El harén egipcio se denominaba Casa Janeret y se situaba en la residencia palacial. Estaba compuesto por un grupo de mujeres seleccionadas por Ramsés. Esta comitiva acompañaba al monarca en sus campañas y otros traslados. El harén era una institución jerarquizada, en el caso de Ramsés, podemos encontrar títulos como el de «Gran Esposa del Rey» o «Favorita del Rey». A diferencia de otros harenes como los de Turquía, las mujeres convivían con sus hijos y contaban con los servicios de sirvientas y funcionarios.
Para comprender lo que sucederá después debemos saber que la «Gran Esposa» era la encargada de dar a luz al que sería el heredero del reino, esta jerarquización daba lugar a diversas disputas, además, el carácter íntimo y privado del harén hacía de este un lugar perfecto para el desarrollo de traiciones y conjuras. Ramsés se había desposado con Iset, hija de un funcionario sirio-palestino y con Teye, relacionada con una familia de la élite de Tebas. Entre ambas existió una profunda rivalidad por la hegemonía de su descendencia. Ramsés, había decidido que su heredero sería el hijo de Iset, Ramsés IV.
La conjura fue propuesta por Teye y por su hijo Pentaur ya que sentían como un desprecio la elección de Ramsés IV como legítimo heredero. El objetivo de esta rebelión era posicionar a Pentaur como rey, para lo cual debían asesinar a Ramsés III y a Ramsés IV. Teye, mujer resuelta, consiguió el favor de varias mujeres del harén y de algunos funcionarios, de mandos del ejército y del ejército nubio (en el contexto de crisis que hemos comentado, no es de extrañar que más de uno de estos personajes aceptaran de buen grado atentar contra el monarca).
Lo que se intentó en un principio fue promover el desorden en las calles de Tebas, una suerte de sublevación popular con el apoyo del ejército. No se sabe exactamente cómo ocurrió, lo que sí han descubierto investigadores del museo del Cairo es que el monarca murió degollado pero su heredero consiguió salir ileso.
El nuevo rey designó entonces a doce jueces para que condenaran lo ocurrido, comenzaba así un juicio en el que se impusieron sentencias sobre un magnicidio. Los conjuradores fueron denominados Grandes Criminales que atentaban contra la norma de Maat (divinidad del orden y equilibrio del mundo). Pentaur fue condenado a muerte, pero dejaron que él mismo se quitara la vida, suerte que correría también Pai-Bek-Kamen, jefe de la Cámara, también conspirador. Otros seis criminales fueron condenados, como ejemplo tenemos a un comandante del Ejército, dos escribas, un sacerdote superior y un mayordomo. A todos ellos se les permitió quitarse la vida, los demás fueron mutilados como castigo.
En cuanto a las mujeres, hay fuentes que apuntan a que algunos jueces fueron seducidos por las conspiradoras y participaron en una orgia para sobornarles. Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que el nombre de las mujeres no se ha conservado, puede que por decoro, al tratarse de mujeres de familias importantes o por Damnatio Memoriae, la condena eterna al olvido.
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