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Lady Muerte

Lady Muerte

Liudmila Pavlichenko nació en 1916 en Ucrania. Desde muy joven, mostró interés y destreza en ciertas actividades físicas, llegando a competir con chicos de su edad. Según fue creciendo, se empeñó en demostrar que las mujeres podían lograr lo mismo que los hombres.

Con tan solo 14 años, Liudmila comenzó a trabajar en una fábrica de armamento del Ejército Rojo. Dicha fábrica, ofrecía diversos cursos y actividades de ocio a sus empleados, así, nuestra protagonista comenzó a tomar clases de tiro y entró en contacto, por primera vez, con las armas. Su asombrosa destreza le valió la insignia de Tirador de Voroshílov que certificaba su habilidad.

Con 16 años se casó y tuvo un hijo, pero se divorció en poco tiempo y al bebé lo crió su abuela materna. Al terminar la Secundaria, se matriculó en Historia por la Universidad de Kiev, pero en junio de 1941 sus planes se truncaron. Hitler puso en marcha los primeros ataques de la operación Barbarroja y continuaba su avance imparable por el territorio soviético.

Liudmila no lo dudó un segundo, era su oportunidad de defender a su nación y de demostrar sus habilidades con las armas. Se presentó voluntaria para ingresar en el Ejército Rojo. Ser mujer era un obstáculo evidente para su enrolamiento, así que Pavlichenko tuvo que insistir mientras los hombres eran reclutados sin apenas observaciones. No obstante, gracias a su historial con las armas consiguió ser aceptada y la destinaron como francotiradora a la 25ª División de Fusileros del Ejército Rojo. En su primera misión participó en la batalla donde fue herida, pero al reincorporarse, la ascendieron a cabo. Al terminar el asedio de Odesa, Liudmila había asesinado a 187 soldados del eje nazi-rumano y comenzaba a fundarse su leyenda.

En el verano de 1941, la frontera soviética no cesaba de retroceder, el avance alemán era imparable. En Sebastopol, en octubre de 1941, las tropas rusas se atrincheraban para resistir el asedio nazi. Tras ocho meses, Sebastopol terminó por caer, pero Pavlichenko, gracias a su destreza como francotiradora, fue ascendida de nuevo y se puso al mando de un pelotón de francotiradores que debía preparar.

Continuó abatiendo enemigos y en ocasiones se encontró envuelta en duelos directos. En sus memorias contó cómo una vez pasó tres días luchando contra otro francotirador mientras se perseguían y escondían jugando al gato y al ratón. Ludmila terminó abatiéndole.

Para cuando fue herida por fuego de mortero en 1942, Liudmila ya era una leyenda conocida incluso por los nazis. Esta popularidad le valió el apodo de Lady Muerte y comenzó a ser un objetivo militar. Tras dos años de actividad, había dejado 309 enemigos abatidos de los cuales 36 eran francotiradores.

Fue condecorada en multitud de ocasiones, una de ellas con la Estrella Dorada que la premiaba como héroe de guerra de la Unión Soviética. Por su fama, se convirtió en un estandarte y las autoridades soviéticas no tardaron de retirarla de la batalla ya que su muerte podría suponer un daño irreversible para la moral de las tropas. Pero tenían un nuevo papel igual de valioso para Liudmila. Sus superiores la convirtieron en la mejor de las propagandas y, tras ser condecorada con la Orden de Lenin, viajó junto a la delegación rusa por Canadá y los Estados Unidos para presionar a estos gobiernos a que atacaran a las fuerzas alemanas por otro frente. Pavlichenko fue recibida en la Casa Blanca por Roosevelt e hizo buenas migas con su esposa. Eleanor Roosevelt la convenció para que viajara por el país dando conferencias sobre el papel de la mujer en la guerra.

Al regresar a su país, fue de nuevo condecorada y aprovechó para terminar la carrera de Historia. Ya por aquel entonces comenzó a sufrir depresión y estrés postraumático y falleció a los 58 años por un derrame cerebral.

A pesar de que ciertos momentos de su vida han sido plenamente contrastados, existe un debate en la historiografía moderna entre lo que es cierto y lo que es mito sobre su historia. Mientras unos piensan que la figura de Liudmila fue encumbrada por un país con aspiraciones publicitarias, otros creen que, precisamente, su condición de mujer certifica la veracidad de sus actos, ya que pasar a la historia siendo mujer siempre ha sido una tarea casi imposible.

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