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Territorio Vintage

La activista más radical

¿Por qué nadie conoce a Pauli Murray? | Un documental arroja luz sobre esta abogada, activista, escritora y sacerdote que en los años 40 luchó por la igualdad de raza y género mientras lidiaba con su propia identidad de género

(L) | ELD

Teniendo en cuenta su inmensa labor en la lucha por los derechos civiles y de las mujeres, resulta sorprendente que Pauli Murray (1910-1985) sea tan poco conocida fuera de círculos legales. Como abogada y activista, Murray puso verdaderas trabas al racismo, pero también al sexismo o el heterocentrismo. En sus escritos en prosa y poesía, o cuando llegó a ejercer como sacerdote, siguió luchando por dinamitar las construcciones sociales que hacían a tanta gente tan pequeña. Quizá más gente sepa de ella en breve: Prime Video acaba de estrenar el documental Me llamo Pauli Murray, dirigido por Betsy West y Julie Cohen, el tándem nominado al Oscar por RBG, homenaje a la jueza Ruth Baden Ginsburg, una entre las muchas figuras importantes que recibieron el influjo de Murray.

Hablamos de pioneros con facilidad, pero Murray lo fue realmente. Su historia se compone de un puñado de primeras veces y de momentos sucedidos antes de su momento presuntamente lógico. En 1940, 15 años antes que Rosa Parks, se negó a sentarse en la parte de atrás de un bus y fue enviada a la cárcel por violar las leyes de segregación racial. Cuando, cuatro años después, se inscribió en la facultad de Derecho de la Universidad de Howard, fue la única mujer en su clase. Quiso hacer el posgrado en Harvard, pero no admitían mujeres.

Murray se sirvió del término Jane Crow para hablar de unos EEUU que discriminaban también por género. Su ensayo de 1965 Jane Crow and the Law inspiró a Ruth Baden Ginsburg, por entonces joven abogada, en su labor en el influyente caso Reed vs. Reed. Por primera vez el Supremo dictaminaba que tratar de forma diferente a un hombre y una mujer (en este caso, una madre a la que no dejaban hacerse cargo de los bienes de su hijo muerto) violaba la Constitución. Un año después, Murray ayudaba a la famosa feminista Betty Friedan a lanzar la Organización Nacional de Mujeres.

También influyente fue su libro de 1950 States’ laws on race and color, considerado por Thurgood Marshall (el primer juez negro de la Corte Suprema) la Biblia del movimiento por los derechos civiles. Las ideas allí expuestas sirvieron a la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color para imponerse en el caso Brown contra el Consejo de Educación y poner fin a la segregación escolar.

Siempre dispuesta a conseguir lo que, en principio, no le tocaba, en 1977 se convertía en la primera mujer afroamericana en ser ordenada sacerdote episcopal. Por supuesto, usó sus sermones para animar a las chicas jóvenes a explotar todo su potencial.

La escasa conciencia colectiva en torno al personaje todavía resulta más extraña si repasamos el círculo de amigos de Murray. En su juventud hizo buenas migas con el poeta Langston Hughes, uno de los impulsores del Renacimiento de Harlem. Y escribió el primero de dos libros de memorias con ayuda de James Baldwin en la MacDowell Colony, el primer año que acogían allí artistas afroamericanos. Siempre la primera.

Murray mantuvo, además, una amistad de 23 años con la mismísima Eleanor Roosevelt. Todo empezó cuando Murray acusó a Franklin en una carta de preocuparse más por el fascismo que por el supremacismo blanco reinante en Estados Unidos. El año pasado, Patricia Bell-Scott publicó un libro al parecer fascinante, The firebrand and the First Lady, sobre la larga correspondencia entre estas dos mujeres a priori lejanas.

Su lucha con el género

Decimos «mujer» y usamos el pronombre ella porque así se refirió Murray a sí misma y así la definen sus herederos. Pero nunca se sintió cómoda como mujer. En el documental recién estrenado, West & Cohen exhuman cartas que Murray envió a doctores en busca de ayuda. Solicitó (y se le negó) tratamiento con hormonas y se sometió a cirugía exploratoria porque creía tener testículos no descendidos. Su biógrafa Rosalind Rosenberg no duda en hablar de transexualidad. Otra forma de lucha en la que Murray fue toda una pionera.

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