El director del Museo Picasso de Barcelona reflexiona sobre la conveniencia de corregir el relato expositivo a la luz de la performance que la artista María Llopis organizó en su centro para denunciar el maltrato que el malagueño infligió a Dora Maar.

¿Cómo valora la iniciativa de María Llopis y sus alumnas?

Estoy a favor del diálogo y de la acción espontánea, a condición de que se respeten, como en este caso, el público y las obras. Es necesario tener un debate sobre temas como el feminismo o el movimiento MeToo. Un museo tiene que tener una mirada actual, a pesar de que no es su única función.

¿Qué más funciones tiene?

Un museo es un centro de pensamiento y de conservación. Su misión es preservar, estudiar y enriquecer la obra de un artista. No es solo un centro cultural. Un museo sin patrimonio no existe. Tenemos el deber de transmitir y compartir el sentido de las obras de arte.

¿Vería pertinente una exposición sobre las mujeres artistas que compartieron una parte de su vida con Picasso?

No sé si seguir simplemente el criterio de haber sido amante de Picasso es un buen criterio intelectual y moral para hacer una exposición. El discurso nace de las obras. A partir de ellas, uno se puede interrogar sobre temas actuales. Por ejemplo, en la colección hay muchas prostitutas de la Barcelona de finales del XIX. Entonces era algo normal y hoy es inaceptable. Ese debate cabe dentro del recorrido, sin olvidarse de mostrar lo que ha sido Picasso.

¿Cómo deberían tratarse las cuestiones de género en el mundo del arte?

Es un asunto complejo en el que hay que escuchar todas las voces. En el museo tenemos previsto invitar a artistas contemporáneas el próximo octubre para que aporten su mirada. Puede haber un debate ideológico, no solo científico o artístico, pero yo no quiero juzgar. Es evidente que Picasso era, como muchos hombres de su época, un conquistador, con su connotación negativa. Conquistar no es seducir.

¿Y cómo aborda el museo que dirige la relación de Picasso con las mujeres?

A menudo esas discusiones las hacemos junto a una exposición. El 11 de noviembre abriremos una muestra sobre Lola, la hermana de Picasso, y reflexionaremos con la mirada del 2021. El debate irá más allá de Picasso, que tiene zonas de sombra, como todo el mundo. Que fue machista, es evidente. ¿Misógino? Yo lo dudo. No se debe tener una opinión solo a partir de un libro que considera a Picasso un maltratador.

¿Usted no cree que Picasso maltratara a Dora Maar?

Hay mucha gente que piensa que no. La idea se recoge en un libro [Picasso: creador y destructor, de Arianna Huffington (1988)] muy criticado en su momento. Picasso fue generoso con mucha gente. Eso no excusa su machismo, su enorme ego y su actitud de creerse el rey del mundo y dominar, no solo a las mujeres. También hay que decir que todas las mujeres con las que se relacionó eran muy inteligentes.

¿Habría que cambiar la forma de exponer su obra?

Soy partidario de dejar que sean las obras de arte las que hablen. Los museos que parten de unos presupuestos ideológicos y buscan obras para ilustrarlos falsifican la Historia. De cara al 50º aniversario de la muerte de Picasso, en 2023, preparamos un nuevo recorrido por las colecciones permanentes más didáctico, con más documentación, contextualización y elementos visuales, para mostrar la relación del artista con Barcelona.

¿A los considerados genios se les permite todo?

Ese es el viejo debate sobre si se puede separar la obra del artista de su vida, como sucede con el gran escritor francés Louis Ferdinand Céline, un conocido antisemita, o el filósofo más importante del siglo XX, Martin Heidegger, que fue miembro del partido nazi.