Unieron sus vidas hace años en lo personal y también en lo profesional, y fruto de este matrimonio son criaturas tan maravillosas como Paquita Salas, La llamada y Veneno. Ahora Javier Ambrossi (Madrid, 1984) y Javier Calvo (Murcia, 1991) se han embarcado en dos aventuras muy distintas. Nuevos retos. Vuelven a ser investigadores en Mask singer (Antena 3) y se estrenan como jurado en Drag race (Atresplayer). Tal es su compenetración, que cuando uno empieza una frase, el otro la acaba. Pero ahora, aunque siempre juntos, están demostrando su propia personalidad.

Mask singer es un programa que les va como anillo al dedo.

Javier Ambrossi (J. A.): Pues sí. Porque es la tele que yo veía cuando era pequeño y adolescente. La que he admirado, la tele por la que he escrito Paquita Salas, la que me ha gustado y con la que me he formado. Es la tele de los sofás de Qué apostamos, de Sorpresa sorpresa... La tele en la que no se tenía prejuicio por los gustos, en la que se hablaba igual a los adolescentes que a las señoras. Era una tele que intentaba abrazar a todos, en la que no se hacía daño a nadie. Y, sobre todo, muy desprejuiciada. Y esa tele que te sorprendía de una manera blanca. Para mí es un honor participar en ese legado que recupera Atresmedia con Mask singer.

Javier Calvo (J.C): Y siendo los creadores de Paquita Salas, imagínate la fantasía de hacer Mask singer. Porque nos conocemos los currículums de todas las estrellas de este país, la cultura pop la manejamos al dedillo, y cuando se quitan la máscara...

J. A.: …vives un momento espectacular. Además, mezcla música, que nos apasiona; puedes bailar; no tienes guion... Eres absolutamente libre, porque te dejan decir lo que quieras. Aparte, tienes ese componente de juego. Y luego, un equipo —con mi marido, Paz Vega, José Mota y Arturo, que es el mejor presentador que hay— que te anima a ser tú... Estoy enamorado de este programa.

¿La clave del éxito es que es un gran juego para compartir?

J. C.: Lo que tiene Mask singer es que no lo puedes ver al día siguiente, no te lo pueden contar. Y que lo puedes ver con el grupo de Whatsapp. Tiene eso de juego que hemos jugado con los amigos, a las películas o qué famosos soy. Pero el famoso está ahí.

Dicen que este año son más competitivos. ¿Es posible, Ambrossi?

J. A.: Eso de ser competitivo es algo que este programa ha despertado en mí. Y con unos Prismáticos de Oro para el que más acierte, lucharé como si no hubiera un mañana.

En la primera edición compitieron mucho también entre ustedes dos.

J. A.: Pues este año aún más. Javi y yo nos hemos llegado a divorciar en algún momento en directo.

El resto del equipo no puede comentarlo con su pareja, pero ustedes sí. ¿Es una ventaja o es llevarse la obsesión a casa?

J. C.: Imagina que yo no pudiera comentarlo. Paz o Arturo no pueden explicar lo que han vivido. ¡Qué horror!

J. A.: Pues te lo callas y ya está. Lo que pasa es que nosotros tenemos nuestro juego individual, que es lo interesante del programa: que la gente conozca a Los Javis por separado, que vea con quién conecta más.

Sospecho que les habría gustado haber estado tras las máscaras.

J. C.: Me encantaría. No me pillarían.

J. A.: A mí tampoco. Es una pena, porque no podemos hacerlo. En EEUU hay una que es doble de dos cabezas. Sería increíble. Lo que pasa que si salimos este y yo dentro de una máscara cantando y bailando, ya se sabría...

J. C: No. Podríamos ser Gemeliers...

J. A.: O Josema y Millán. O Cruz y Raya... O Los Morancos. O Andy y Lucas...

J. A.: O Ella baila sola. O las Baccara...

Son jurado de otro programa que también les pega: Drag race. Ahí también hay petardeo, fantasía...

J. C: Sí, hay petardeo, fantasía, pero también emoción, identidad, expresión artística y personal. Es un formato que lo disfrutamos muchísimo, como directores y actores, porque hay muchas pruebas de bailar, musicales...

J. A.: Además, hemos podido hacer de jurado. No repetimos lo que hemos hecho en Mask singer u OT, sino que es una faceta nueva. Queríamos enseñarle al público otra cara.

No les veo siendo muy duros.

J. C.: No creo que haga falta serlo. Como directores y profesores en OT siempre hemos creído que el refuerzo positivo es lo mejor para un artista, porque, al final, uno saca lo mejor de sí mismo cuanto más seguro está y más libre es. Nosotros damos nuestra opinión siempre desde el cariño y la admiración.

J.A.: Y lo hemos mezclado con momentos de asertividad. Creo que hemos encontrado un buen equilibrio.

Atresplayer está apostando por el colectivo LGTBI. Primero fue con Veneno y ahora, con Drag race.

J.C.: Este programa, que es muy divertido, de entretenimiento, también demuestra que el drag va más allá del chiste y que es una expresión artística muy compleja, muy cuidada, con mucho trabajo detrás. Creo que va a llevar a que, al conocerlo, la gente respete y admire al drag como nosotros, que somos fans.

J. A.: Ojalá el mundo del drag cale en la sociedad, porque plantea un montón de cosas: no solo es un disfraz, algo divertido, es un planteamiento disruptivo. Es maravilloso que alguien con su arte te plantee dónde están los límites de ser mujer, hombre; de lo moral, lo amoral... A quienes se dedican al drag hay que darles un gran aplauso, porque nos liberan de la carga que nos metemos en la mochila de cómo hay que ser.

¿Se han sentido más libres, también, en la forma de vestir?

J. A.: Hemos dejado volar la fantasía. Pero el otro día me vi en un resumen de Mask singer y pensé: cariño, a ti no te hacía falta Drag race.

J. C.: No nos cuesta venirnos arriba.

J. A.: A mí este programa me ha enseñado que, a veces, tengo conflicto con mi propia pluma. Y me ha recordado que no hay una manera de ser hombre o mujer; que esos conceptos no existen, que son falsas realidades que construimos entre todos. Me ha enseñado a querernos más, a dejar los juicios. Drag race ha venido a cambiar la sociedad y ojalá tenga muchas temporadas y cale de verdad ese mensaje de autoaceptación, de liberación y de búsqueda de la felicidad individual.