A David Aguilar (Andorra, 1999) le gusta explicar la relación que mantiene con el miembro de su cuerpo que le falta situando a su interlocutor frente al espejo: “¿Tú echas de menos un sexto dedo en tu mano? Pues lo mismo me pasa a mí con esta extremidad. Para mí, su tamaño es normal, llevo con ella toda la vida”, dice agitando en el aire el brazo derecho, que en su caso termina a la altura del codo.

Nació con síndrome de Poland, una afección que frenó el desarrollo normal de uno de sus antebrazos, y desde entonces su vida ha consistido en una lucha permanente. No contra su particularidad física, que él se resiste a llamar discapacidad y a la que está totalmente adaptado —es un espectáculo verle haciendo malabares con su brazo corto—, sino contra las miradas condescendientes y de rechazo que se empeñaban en considerarle diferente, cuando no limitado.

El último pasaje de esa afrenta tiene forma de libro y película. En las páginas de Pieza a pieza (Nube de tinta) y el documental Mr. Hand Solo, David relata su vida poniendo el acento en un logro que le ha llevado a figurar en el libro Guinness de los Récords, dar conferencias por medio mundo —incluida la NASA— y aparecer en prestigiosos medios internacionales como la CNN o National Geographic: a los 9 años se fabricó a sí mismo una prótesis con fichas de Lego que ocho años más tarde mejoró hasta convertirla en un antebrazo articulado capaz de aguantar el peso de su cuerpo.

Inspiración

La hazaña es digna de admiración, pero él considera que su mérito —y el objetivo que persigue con esta exposición mediática— es menos intangible, pero más valioso, que el artilugio desmontable que le ha dado fama. “Con la prótesis de Lego quiero inspirar a más gente y que todo el mundo vea que la discapacidad solo está en tu mente cuando piensas que algo es imposible y renuncias a intentarlo”, afirma.

De vérselas con imposibles sabe él mucho. En alguien que nace sin un antebrazo era fácil prever situaciones marcadas por la limitación y la torpeza. Sin embargo, David demostró desde muy pequeño una habilidad fuera de lo común para las manualidades. “Empezó montando en cuestión de segundos, y sin mirar las instrucciones, los muñecos que vienen en los huevos Kinder. Luego le compramos un juego de Lego y su destreza manejando las fichas nos dejó asombrados”, cuenta Ferran Aguilar, su padre. “El Lego fue para mí un auténtico descubrimiento. De pronto, tenía algo que podía modificar y adaptar a mi gusto hasta el infinito. Me cambió la vida”, recuerda David.

Fue así, dándole vueltas a un barco de Lego, como vio que la quilla del buque desmontable podía hacer las veces de antebrazo postizo. Aún no tenía 10 años y acababa de diseñar su primera prótesis. Un día la llevó al colegio y los profesores pensaron que aquel invento revelaba un deseo oculto de disponer de un brazo ortopédico, pero no era ese su problema, sino las situaciones de bullying que soportaba a menudo por su condición anatómica. “Lo que peor he llevado todos estos años no ha sido mi limitación física, porque vivo adaptado a ella desde que nací, sino sentir que no me aceptaban como amigo o como pareja porque me faltaba un antebrazo”, confiesa.

Este rechazo social podría haber hecho de él una persona huraña, pero al final, a fuerza de transformar en retos de superación personal cada muestra de desprecio que recibía, el estigma de la minusvalía ha acabado siendo la palanca que le ha propulsado en la vida. De hecho, fue un fracaso amoroso relacionado con su discapacidad lo que le animó, en plena adolescencia, a transformar un viejo helicóptero de Lego que tenía en su habitación en un brazo articulado. “En casa lloramos de la emoción cuando apareció agarrando objetos y abriendo puertas con su prótesis de colores”, cuenta su padre recordando aquel día.

David vive hoy entregado a dos misiones: dar a conocer su historia a través de Hand Solo, el avatar que ha creado para mostrar su perfil biónico en las redes y promover nuevos inventos relacionados con la discapacidad, y acabar la carrera de Biotecnología que cursa en la Universitat Internacional de Catalunya. Quiere ser ingeniero. “Y dedicarme a fabricar superpiernas, superbrazos, superojos... El futuro es biónico y yo quiero participar en él”, afirma.

raquelperez

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