María Donapetry Camacho (Mieres, 1955) estudió Filología Anglogermánica en la Universidad de Salamanca y se doctoró en la de Oviedo. Hasta 2007 fue profesora de Lengua, Literatura y Cine en Pomona College, en California. Luego, hasta 2016, trabajó en el Balliol College de la Universidad de Oxford, en el departamento de Lenguas Medievales y Modernas y en el Programa de Estudios de Mujeres. En su acercamiento al cine y a la literatura, asuntos sobre los que ha escrito infinidad de ensayos y libros, siempre pesa su militancia feminista, que más que como una corriente ideológica entiende como una manera de vivir. El último libro de Donapetry, El eje universal o la polla voladora (Lar Libros), es una reflexión, con altas dosis de humor y desconcierto, sobre la obsesión masculina por las representaciones fálicas.

¿Vivimos en una falocracia?

Al escribir El eje universal o la polla voladora no quise utilizar terminología academia ni abstracciones, preferí hablar de cosas muy concretas, para que se entienda bien mi perplejidad. Una cosa es hablar del machismo estructural así, en abstracto, algo que yo pensé que iría a menos pero que se sigue viendo en la calle... No sé, no sé si habrá ido a más, en cantidad o en intensidad, si es por un efecto de rebote por el feminismo, por las mujeres que ahora ocupan espacios que antes no ocupaban, o si simplemente se trata de la perpetuación de lo de siempre, por aquello de que los hombres no quieren que les quiten lo que tienen. Pero que la mujeres expresemos nuestro libre albedrío, accediendo a espacios a los que antes no podíamos acceder, no le quita nada a nadie, sino al contrario, añade.

¿Esos falos pintados en las paredes de las calles, de los que habla en su libro, son una expresión de ese machismo?

Este librito se ocupa de un síntoma, que es la representación del pene en las artes, en la cultura, la pintura, la poesía, la literatura, también en lo popular, en el lenguaje y en las pintadas. No hay semana que no salga de paseo por la ciudad que no encuentre una polla pintada en una pared. Cuando reparé en ello, empecé a fijarme más. ¿A qué obedece? No tengo una respuesta. ¿Es un juego de niños, una manifestación simbólica de algo...? Eso me movió a empezar a escribir el libro.

En el arte paleolítico, en las cuevas, se representaban vulvas.

Soy consciente de que existe la representación de la vulva y la vagina, en la Prehistoria y en la Edad Media también, pero en la actualidad yo no me lo he encontrado en las pintadas de la calle, no con la profusión con la que me encuentro las pollas. No sé si las vulvas se representaban aisladas, solas, o con el cuerpo de una mujer, y eso me resulta también curioso, que los genitales se representen desgajados. Freud sostenía que la mujer tiene envidia del pene. Psicológicamente, decía, la mujer es un ser castrado y esa idea guía esa libro.

¿Usted cree que esa teoría es acertada? ¿Conoce a alguna mujer que envidie el pene?

Sí, también yo me he preguntado si habrá alguna mujer que sienta esa envidia. Freud explicó lo que ya existía en función del deseo, pero del deseo masculino. Desde la sexualidad masculina explica la sexualidad femenina y así llega a la envidia del pene, pero es que no funcionamos igual. Las teorías de Freud están desbancadas en el mundo del psicoanálisis, pero reflejan una actitud psicológica muy generalizada en el mundo: la creación divina siempre es el macho, es el ser perfecto, y se supone que a las mujeres nos falta eso que él tiene.

Una visión muy dualista de los seres humanos, ¿no?

Ya, pero ahora, que presto más atención a este asunto, me llama la atención que en el arte hecho por hombres homosexuales hay una insistencia tremendísima en el pene en solitario. Es reivindicativo, supongo, pero es algo que sigue sumándose a las actitudes del machismo generalizado. Supongo que es una reivindicación sexual, eso creo, pero me llama la atención que haya tanto pene suelto por ahí.

¿No ha conseguido llegar a ninguna conclusión sobre esa proliferación de representaciones fálicas?

Creo que es, un poco, por marcar el territorio: mira lo que tengo y tú no, para otros hombres y para las mujeres, pero para mí no tiene un significado clarísimo. ¿Qué es lo que tengo que entender? En la vía pública, el significado de un falo no es el mismo que en una sala de arte, un espacio al que vas expresamente y en el que el autor de esa representación está especificado. En la calle no escoges verlo, no es una elección: está ahí, es una provocación y no puedes evitarlo. Es lo mismo que hace un perro o un gato cuando marca el territorio. También hay algo de sorpresa: ‘Mira lo que tengo...’. En todo caso, me parece ridícula tanta repetición y me hace preguntarme: ‘¿Pero no habéis evolucionado ni un poquito?’ ¿Es esto lo que representa a un hombre? ¿No es más que simplemente su pene? Yo creo que un hombre es mucho más que eso. A veces, cuando me encuentro esas imágenes mientras paseo, me río, otras veces me irrito, cuando era más joven me escandalizaba algo, no mucho. Esa obsesión por ver quién mea más lejos, quién la tiene más grande es preocupante. ¡Hay que ver qué ansiedades tienen los hombres!

¿Eso es así en todas las cul­turas?

En Europa y en Estados Unidos, donde he vivido muchos años, sí, soy testigo. No sabría decir en otras culturas más lejanas. Nuestra sociedad está muy sexualizada, la publicidad, todo está muy estudiado, los símbolos fálicos, los agujeros insinuantes...

Siempre marcando territorio.

Se ha revalorizado la presencia de la mujer, nosotras hemos ido muy por delante en los cambios y a los hombres les da miedo. Los hombres tienen que asumir el acceso de las mujeres a todos los ámbitos y darse cuenta de que no es una desvalorización del hombre, sino un cambio de valores, que también les favorece. Mientras no sea así reaccionarán con un reflejo agresivo. Insisto: el acceso de la mujer al conocimiento o al poder no supone una merma para los hombres. Ese concepto de amenaza debe borrarse de su mente, nos perjudica a nosotras y no les beneficia en nada a ellos.

¿Qué opina del estado del feminismo contemporáneo?

El feminismo es una manera de vivir, no solo una manera de pensar. Se trata de creer en nuestra humanidad. Hay variaciones tremendas entre ciertas agendas políticas e ideologías feministas, pero es que, como digo, el feminismo es una manera de vivir y en la vida caben todas las variaciones posibles, y esa manera de vivir, feminista, es política.

La ley Trans, por ejemplo, tiene enfrentados a varios sectores del feminismo.

Estar de acuerdo o no con una persona o con una ley solo viene a decir que hay varias opiniones, tanto en el feminismo como en otros asuntos. Siempre caben matices y diversidad. Eso no descalifica el feminismo, ni ninguna otra expresión. Te puedes apuntar a lo que quieras y volcarte en reivindicaciones menos abstractas, pero el feminismo tiene futuro, sí, mientras haya mujeres lo tiene.

También es cosa de hombres.

También, también, pero muchos lo ven como una amenaza, y no: el feminismo es la búsqueda de un equilibrio, de una armonía que necesitamos urgentemente.

Pese a las discrepancias, por ahora el movimiento feminista ha aparcado sus diferencias en asuntos cruciales, como la violencia de género.

La acción del feminismo se dirige a las situaciones más precarias de las mujeres y esas no se han solucionado. La violencia machista sigue rampante, y ahí hay que empujar, tengas la ideología que tenga. Ahí estamos todos de acuerdo, todos y todas, porque a la mayoría de los hombres les tiene que horrorizar la idea de destrozar la vida a una mujer por ser mujer. Luego, hablando de feminismo, habrá matices, de todos los tipos. Las mujeres somos mujeres, pero hay cantidad de diversidad entre nosotras.

La semana siguiente a la emisión de la primera entrega de la serie documental sobre Rocío Carrasco, las llamadas al 016 se incrementaron más de un 40 %.

Dar publicidad, acceso y visibilidad a estos casos, que se han considerado tan privados, me parece importante. Es importante para que pierdan esa aura de protección doméstica, que los hace invisibles y que provoca impunidad. Es terrible: haber nacido mujer es razón suficiente para que te acosen. Me parece una buena idea. No vi el programa de Rocío Carrasco, vi el de Nevenka Fernández, que está muy bien hecho y es escalofriante, no porque nos haya pasado a todas lo que a ella le sucedió, afortunadamente, sino porque todas podemos reconocer ese tipo de machito, que cree que tiene derecho de pernada. En vez de hablar de monstruosidades en abstracto es mejor hablar de personas, es más fácil de entender en lo concreto.

¿El caso de Nevenka Fernández está superado? ¿Podría repetirse hoy el hostigamiento público al que fue sometida?

Y a veces incluso por mujeres, ¿verdad? No sé... Casi toda mi vida he vivido en Estados Unidos y los últimos diez en Inglaterra. En todos los sitios es igual, el español es más transparente, se le ve venir, pero es así en todas partes. Sospecho que las pintadas, en el fondo, también tienen que ver con esta actitud machista que se perpetúa. La violencia tiene muy mala explicación, el individuo agresor se cree con derecho a hacerlo, como cuando alguien pega a un animal...

Pero aquel fiscal, José Luis García Ancos, con aquel cuestionamiento a una testigo...

Hoy en día hay mujeres jueces, fiscales, abogadas, que ocupan parte importante de ese espacio. No, aquello no se daría hoy y en aquel entonces el juez también le paró los pies. Se avanza, aunque muy lentamente.

¿Qué opina de esas jóvenes estrellas de la cultura pop, hipersexualizadas, que le dan la vuelta a los roles de género?

Hay maneras distintas de sexualizarse, cada uno lo hace a su manera, acuérdese de los hippies, el amor libre, el poder escoger libremente la pareja sexual. Si eso implica la disponibilidad perpetua de las mujeres a abrirse de piernas mal vamos, mientras esa confusión siga es un riesgo. Las mujeres están disponibles cuando quieren, como quieren y con quien quieren. De todos modos, el hecho de ser mayor no me hace más sabia, hay muchas cosas que se me escapan.

Usted es una cinéfila, ha sido profesora de Cine y ha escrito a menudo de la representación de las mujeres en el cine.

El cine, a la vez, refleja lo que hay y construye lo que puede llegar a haber. Te enseña ideales y ejemplos que no debes seguir y así va dando forma a maneras de ser y de vivir, lo mismo con hombres y mujeres. El cine refleja una tendencia mayoritaria, ha ido evolucionando y haciéndose más creíble, ahora las mujeres que aparecen en las películas son menos ángeles del hogar, menos pérfidas o mamás perfectas. Hoy hay mucho en lo que escoger y eso es así porque lo que ha cambiado es la actitud crítica de las mujeres que van al cine. Nuestra mentalidad cambia el cine.

Los cines suelen estar llenos de público femenino.

Es que las mujeres somos adeptas a todas las historias, nos gusta que nos cuenten historias bien contadas por eso la pornografía tiene tan poco éxito entre nosotras, son historias burdas. En esa línea, hay una película que no he visto, Cincuenta sombras de Grey, que tuvo mucho éxito entre las mujeres, debe de ser que era una historia sobre sexo mejor contada. Nosotras tenemos nuestras fantasías y nos gusta, pero es un campo poco y mal explorado.

Le ha dedicado algún artículo a Rebeca, el clásico de Hitchcock. ¿Qué opina de la adaptación para Netflix?

Vi la serie. De todas las Rebecas que en el mundo han sido, ninguna le hace sombra a la de Hitchcock. La novela, de Daphne du Maurier, y el cine son animales distintos. Quizá por su forma de trabajar Hitchcock convirtió una historia romántica en algo más interesante, llena de mujeres y mujeres: la Rebeca muerta, la mujer que nos cuenta la historia, que no tiene nombre, y su oponente. La serie era plana, y eso pasa cuando trasladas el texto del cine a la televisión como si fuera lo mismo. Hitchcock interpreta el texto. Rebeca es un material estupendísimo.

No es el caso de Hitchcock, pero ¿hay cine feminista?

Hay un cine declaradamente feminista. Todo lo que hacen las mujeres es feminista, porque el feminismo es una manera de estar viva y las mujeres reflejan en su obra actitudes de mujeres. Thelma & Louise, ¿es feminista? Pues yo creo que sí, me da igual que la haya dirigido Ridley Scott, un hombre. Rebeca no era feminista, pero le daba cancha a los personajes femeninos.

En la última edición de los Goya hubo muchas mujeres premiadas, además de las actrices: directoras, guionistas, directoras de cine...

No es que antes no hubiera mujeres con talento en el cine, es que el camino para las mujeres es arduo. Hay un diccionario de directoras europeas de cine, en el que yo he participado. Me sorprendió la cantidad que había. No son muy conocidas porque no se hablaba de ellas. Alma Reville, la mujer de Hitchcock, era coeditora, coguionista, siempre estuvo ahí, en todas sus películas, pero siempre en la sombra. Me alegro de que Iciar Bollain o Isabel Coixet ya no estén solas, ahora hay muchas directoras más en el cine español, un montón, y es así porque se lo han currado, pero también porque por fin les han dado la oportunidad. Eso, que haya más mujeres, cambia el cine, para mejor. Y no le quita nada a nadie.