A sus 47 años, Sonia Melián tiene el honor de ser la primera chófer de guagua de Las Palmas de Gran Canaria, un puesto que ocupa desde hace 12 años. “Hubo una chica antes que yo pero estuvo seis meses porque aprobó unas oposiciones y lo dejó”, matiza por una doble razón: no ponerse más flores de las que merece y, sobre todo, demostrar que adora su trabajo. “A mí me encanta”, dice. “No llegué de rebote”, añade.

Cuenta que cuando comenzó en su profesión “los usuarios se fijaban mucho en cómo conducía, pero entre mis compañeros recibí siempre mucho cariño”. Ha sido durante su jornada laboral donde ha sentido más de cerca el machismo, “tanto por hombres como por mujeres, que se negaban a subirse a la guagua algunas de ellas cuando veían que era una mujer la que conducía”.

Se emociona cuando recuerda los comportamientos totalmente opuestos: “Algunas mujeres mayores me besan cuando se suben a la guagua y me cuentan que a ellas también les habría encantado ser conductoras, pero que por la época en la cual nacieron aquello era imposible”.

Se asombra, sin embargo, de que los jóvenes sean bastante menos tolerantes. “Me chillan bollera por el hecho de ser conductora”, lamenta esta mujer que por necesidad se convirtió, también, en activista.

“Como comprenderás, cuando comencé en Guaguas no había baño para mujeres, y así estuve bastante tiempo hasta que comencé a sufrir numerosas infecciones de orina y mi médico me advirtió de los peligros que eso suponía”, recuerda Sonia Melián, que tuvo en sus compañeras chóferes de Titsa, en Tenerife, donde había más tradición de mujeres conductoras, unas aliadas para que se reconocieran sus derechos, en este caso un simple baño. Cada 8M todas quedan para un almuerzo.