En el municipio grancanario de Vecindario se localiza el taller de costura de Mary Alvarado, una de esas modistas que ha contribuido a hacer grande no solo el Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria sino también el de Santa Cruz de Tenerife, desde la última edición de la mano del diseñador Josué Quevedo, con quien cosechó triplete de primeros de Presentación, en la capital tinerfeña, o Vestuario, como se denomina en Las Palmas. Junto a su estreno apoteósico en la Casa del Miedo, con Mamelucos y Mamelones —donde Quevedo tomó el testigo al creador más laureado de murgas chicharreras, Javier Torres Franquis—, el tándem Quevedo-Alvarado cosechó el máximo galardón a la fantasía con Despistadas, lo que tampoco es novedad para ese binomio.

En el local de trabajo de Mary Alvarado, de unos 120 metros cuadrados, se pueden localizar hasta una docena de máquinas industriales, unas planas, otras recubridoras o de triple arrastre, a las que se suman otras dedicadas al corte.

Se trata de un negocio familiar en el que, junto a Mary Alvarado, presta su colaboración su esposo, Nicolás Falcón, operario de servicio técnico que cuando concluye su labor se incorpora al taller de su esposa, apoyo que también recibe de la mano de su hija Yguanira, de 24 años, ingeniera química que se suma al taller cuando concluye su cometido profesional. Mary admite que su esposo maneja con la misma maestría que ella las máquinas, si bien ella tiene planificado el trabajo para que él se dedique a las tareas de corte mientras ella asume el patronaje y la confección; antes de la pandemia también contaban con el apoyo de una costurera más.

Pilotos de cinco tallas

Mary Alvarado comienza en el mundo de la confección hace 18 años, primero más ajena a la fiesta de la máscara y centrada en trabajos de corte y confección para empresas vinculadas con la elaboración de ropa o tapicería, hasta que hace una década se adentró en el Carnaval por una invitación que le realizó un conocido que la hizo partícipe de asumir el encargo para la murga adulta Serenquenquenes, del pueblo de Agüimes (Gran Canaria).

“Yo coso lo que me pintan”, precisa, como demuestra en los trabajos realizados desde entonces para la fiesta de la máscara. Mary establece su propia metodología que arranca con un piloto —como dice ella— o traje de prueba y también prototipo. Una de sus máximas es que “hay que reinventarse”, como evidencia en su evolución desde que asumió la confección del disfraz de Serenquenquenes y al segundo año le dio el “sí, quiero” a la posibilidad de confeccionar las fantasías de Los Sombreritos, la murga decana de Agüimes con la que mantiene un vínculo de once años. Luego seguirían los trabajos para Salamandras, Sin Ton Ni Son, Los Melindrosos o Twittys, donde desembarcó precisamente porque le compraba telas a su directivo, quien se quedó prendado de su trabajo y cumplió su promesa: “Un año quiero que nos confecciones tú”.

Ya en la pasada edición, en el Carnaval 2020, alternó entre las fiestas de Las Palmas de Gran Canaria, con su estreno en Despistadas, de la mano de Josué Quevedo, que también le permitió el salto al Carnaval de Tenerife, de la mano de Mamelucos y Mamelones.

Hasta seis murgas ha llegado a confeccionar en la misma edición, más el grupo de disfraces Tixiris, de Vecindario, conformado por unos cuarenta componentes y que han depositado en ella también su confianza para vestir un “disfraz Alvarado”.

La metodología, la clave del éxito

Hasta cuatrocientos o quinientos disfraces han pasado en el mismo año por su taller de Vecindario. ¿El truco para poder afrontar con éxito tanto volumen de trabajo? La metodología. Mary Alvarado cuenta que, cuando el Carnaval 2019 todavía celebraba algún desfile por los pueblos de Gran Canaria, ella ya estaba inmersa en las primeras pruebas de los disfraces de cara a la siguiente edición, que se desarrollaba entre marzo o abril. Es el caso de Los Sombreritos, de Agüimes, “que está formada por un grupo de personas estables, que apenas sufre variación entre sus componentes”.

“Empiezo a confeccionar los primeros disfraces, en este caso de Los Sombreritos, allá por mayo o junio. Ya en septiembre estás con las primeras pruebas de otra murga, y así hasta que afrontamos todos los encargos”. En la forma de trabajo, Mary Alvarado explica que mide a toda la murga, aunque hace cinco tallas del vestuario. Según las medidas, clasifica por grupos y realiza el corte y la confección. Luego vienen las pruebas. En su taller está todo perfectamente clasificado y también se delimita el espacio con unos probadores; “nadie tiene que pasar al taller ni ver qué se está trabajando, porque la zona reservada para los murgueros está al principio, no se ve nada; somos conscientes de la importancia del vestuario y somos muy profesionales a la hora de trabajar para mimar ese secreto. Ya en las pruebas, cada uno con su talla, se realizan las adaptaciones que sean necesarias a cada componente”. Además, puntualiza: “En época de Carnaval no entra nadie y no dejamos sacar fotos en las pruebas; este es mi pan y soy muy estricta en eso”.

El trabajo tiene un precio

Mary Alvarado precisa que son las propias murgas —en la mayoría, sus directivos— quienes se encargan de proporcionales las telas; “ellos asument todo ese trabajo”, para que ella pueda limitarse a la confección. Respecto a los pagos, establece varias fórmulas; en una opción, se fijan tres plazos; otros prefieren abonar una cantidad de forma mensual... En cualquier caso, en el momento de la entrega todos los disfraces están pagados.

Diseñadores de cabecera

Aunque reconoce que su trabajo, por el valor artesano que implica, “no es pago”, admite que en un vestuario de Carnaval puede oscilar el coste de la confección entre 45 o 150 euros. “Todo depende de lo que vayas a hacer y según el trabajo que te dé”. Mary recuerda una vez que tuvo que coser 60 metros de lentejuela en un pantalón; “eso tiene un coste”. O el caso de los chalecos de Mamelucos que lucieron la pasada edición. “Era una tela de rombos y no se quería que guardara la simetría, por lo que se tuvieron que cortar los rombos y se cosieron con lentejuelas”.

Esta modista, y artesana, del Carnaval recuerda que en sus más de diez años cosiendo para grupos del Carnaval ha trabajado con diferentes diseñadores, caso de Tino Morín, de Tenerife, que creó la fantasía que lucieron los Serenquenquenes, y explica que el contacto con él para lograr el resultado final del trabajo se desarrolló a través de teléfono y con el intercambio de fotografías.

La complejidad de la idea del creador es inversamente proporcional al tiempo que se tarda en su confección: con una murga de 35 componentes y un diseño relativamente sencillo puede invertir un mes en la confección frente a los más de tres meses que supuso realizar la fantasía ganadora en el Carnaval de Tenerife 2020, los Mamelucos, de Josué Quevedo.

“Mamelucos fue un buen reto, porque además de la responsabilidad de asumir el encargo de una murga que había ganado primeros premios de vestuario, también empezamos a hacer cosas diferentes de la mano de su diseñador, que te implica, y eso también supone una complejidad”. Junto al desafío de Mamelucos 2020, Mary Alvarado destaca el trabajo que llevaba la elaboración de la fantasía de Mamelones, de la factoría de Josué Quevedo. “Se invirtió mucha espuma y eran más pequeños que los mayores, pero implicó mucho trabajo”.

El hecho de trabajar en las dos orillas no fue un obstáculo para Mary Alvarado. De nuevo, la metodología y el orden que la distinguen. “Al local pocas murgas suelen venir; preferimos nosotros coger el furgón que tenemos e ir a probar a cada local”. En el caso de Mamelucos y Mamelones, la costurera cuenta que se trasladó a Tenerife con las cinco tallas hechas y fueron probando a cada uno de los componentes de la Casa del Miedo. ”Cuatro días antes de las pruebas nos trasladamos, montamos nuestro “potorro” (como se refiere a las máquinas)” e improvisaron su taller en Tenerife para probar a todos los componentes.

Mary Alvarado admite la complejidad de trabajar con la Covid, aunque su taller no ha registrado un “cero” de confección; de hecho, a través de vídeollamadas han estado avanzando con los preparativos de su incondicional Los Sombreritos de cara al ¡Carnaval 2022!

Esta costurera admite que el primer tiempo de la pandemia lo vivió como un período de relax, luego “ves que las cosas no fluyen como piensas”. Además de disfraces, Mary Alvarado también está especializada en mallas, licras, vestuario para bailarines y escuelas de danza, aparte de elaborar vestuario para espectáculos que sobretodo se presentan en el sur de Gran Canaria. Pero se paró todo. Ahora, “me entretengo haciendo cosas nuevas” y admite que echa mano del sueldo de su marido. Aun así, es optimista porque “la gente tiene ganas, aunque está muy de capa caída. Ojalá la vacuna funcione; también hace falta que la gente tenga respeto y se cuide; habrá concursos, aunque no mogollones, pero yo trabajo para los grupos que salen a concursar”. “Espero que mitad de año las cosas empiecen a florecer, poco a poco, en su justa medida”.

Mary Alvarado sorprende con una confesión: “No me gustaba el Carnaval”, “en casa no éramos de salir a los mogollones, ni veía las actuaciones de las murgas hasta hace once años. De hecho, cuando me invitaron a hacer el vestuario de Serenquenquenes sabía que era una murga que cantaba en Las Palmas de Gran Canaria, pero poco más. Luego, cuando entras en este mundo te va llamando la atención y te haces partícipe de esos piques divertidos entre canariones y chicharreros”, afirma mientras se ríe. Hija de un albañil y una ama de casa, explica que en su familia no había tradición con el mundo de la confección. “De pequeña me gustó la costura; hice un curso de corte y confección y comencé así”. Y en 2020 llegó al Olimpo del Carnaval con el triplete de Mamelucos, Mamelones y Despistadas.