Teruel existe. Y al menos en el sector de la aviación su nombre está escrito en letras bien grandes como uno de los negocios más boyantes del continente gracias a su curioso aeropuerto, un aeródromo en el cual a diario aterrizan y despegan aviones de todos los tamaños con la peculiaridad de que lo hacen sin pasajeros a bordo. Ni uno, porque el principal negocio de esta instalación aragonesa es el aparcamiento, reciclaje y mantenimiento de aviones. Además, la Plataforma Aeroportuaria Teruel Plata, que es como se llama coloquialmente esta superficie, ha ampliado su actividad como campo de pruebas para empresas de drones y centro de investigación de motores para cohetes aeroespaciales en colaboración con la Agencia Espacial Europea, sin olvidar que su pista también se alquila para rodajes de cine y publicidad. La nota canaria en esta surrealista historia de éxito de un aeropuerto sin pasajeros la pone su director, el grancanario Alejandro Ibrahim Perera, que sin tradición familiar en el mundo de la aeronáutica se ha convertido en un referente mundial del sector.

Ibrahim Perera lo reconoce: “La relación de los canarios con los aviones siempre ha sido muy especial”. Lo explica por teléfono, desde Teruel, horas antes de que Filomena descargara su invernal manto por casi toda España. “Pues fíjese, el factor de la temperatura ha sido también importante en el éxito de nuestras instalaciones porque los aviones necesitan bajas temperaturas para mantenerse en perfecto estado, ya que algunos de los aparatos que llegan aquí lo hacen para estancias temporales, y aquí el frío es lo habitual”, explica en otro momento de la entrevista demostrando que las casualidades o particularidades de un determinado lugar, bien analizadas, se pueden convertir en un añadido factor de éxito para un proyecto.

En ese sentido, la pasión que desde niño despertaban los aviones en este doctor en Ingeniería Aeronáutica se puede incluir como otra casualidad bien explotada en este negocio. Vecino del barrio de Ciudad Jardín, en Las Palmas de Gran Canaria, donde nació en septiembre de 1965, Alejandro cuenta cómo, cuando era niño, se quedaba fascinado viendo aterrizar y despegar los aviones en el Aeropuerto de Gando —ahora de Gran Canaria—. “Era el típico momento ese en el que ibas y venías del sur de la isla en el coche familiar y con el aburrimiento sólo te podías entretener con los aviones”, recuerda sobre aquella pasión infantil que luego se convirtió en profesión y posteriormente, con su llegada a Teruel, en milagro.

Alumno de los colegios Salesianos y Claret grancanarios, Ibrahim Perera con 18 años se traslada a Madrid para iniciar un doctorado en Ingeniería Aeronáutica por la Universidad Politécnica. Mientras, su pasión por volar le lleva a sacarse una licencia de aviación y comienza a pilotar aparatos en Gran Canaria, momento en el cual descubre también que más que alzar el vuelo y domar las nubes le interesa realmente cómo aquellos inmensos aparatos lograban mantenerse en el aire.

Concluida su formación, Alejandro se centra en la docencia mientras comienza a trabajar para Aena hasta que un día descubre por casualidad un anuncio en la prensa: “Me resultó curioso que se buscara un perfil de ingeniero aeronáutico para un proyecto innovador, y me presenté”, dice sobre aquella oportunidad que, sin saberlo, marcaría su evolución profesional hace ahora ocho años. A la propuesta laboral accedieron 116 profesionales de los que 30 cumplían los requisitos exigidos: ser ingeniero aeronáutico o ingeniero técnico aeronáutico; acreditar una experiencia mínima de 3 a 5 años en el sector aeroportuario, tanto en la dirección técnica como en la gestión de aeropuertos, además de dominar el español y el inglés así como tener conocimientos de francés. “Si le soy sincero, ahora lo pienso y no sé muy bien cómo me metí en todo eso”, añade divertido en otro momento de la conversación en la cual no oculta la ilusión que le produce poder hablar con un medio de comunicación “de mi tierra”, dice orgulloso con un acento canario que ni Teruel ni el éxito le han hecho perder.

El puesto, que finalmente logra, era para dirigir un aeropuerto en desuso que se asentaba sobre las instalaciones de la antigua Base Aérea de Caudé, del Ejército del Aire, una vasta extensión que, tras quedarse obsoleta, fue vendida al Ayuntamiento de Teruel, organismo que junto a la Diputación General de Aragón es hoy por hoy el promotor de este proyecto del cual surge en 2007 el Consorcio del Aeropuerto de Teruel, entidad pública con participación del 60% de la Diputación General de Aragón y el 40% del Ayuntamiento de Teruel.