Son las cuatro de la tarde en la Europa central y a esa hora, a pesar de una alergia que la atormenta desde hace días, la estadounidense Antonia Marie De Meo aparece puntual y con voz enérgica en videollamada por Skype desde California, donde son apenas las siete de la mañana. Al otro lado de la pantalla de fondo ha puesto una fotografía de la sede central en Turín (Italia) del organismo de la ONU que De Meo dirige desde julio, el UNICRI, un instituto escasamente conocido para el gran público pero que investiga y asiste a los gobiernos en temas aún más claves en tiempos en los que el covid-19 ha hecho saltar por los aires las economías mundiales: la criminalidad y la justicia. Una tarea que no cede espacio a la improvisación e impone cuidado por los detalles, así como —cada vez más— atención hacia los ciberdelitos. “Es, de verdad, muy importante para la recuperación”, insistirá durante esta entrevista de casi una hora, una de las primeras que concede desde su nombramiento.


¿Se siente mejor de la alergia?

Algo mejor que ayer, sí. Gracias. Sobreviviré. Recuperarse lleva unos días.

Una de las conclusiones del último informe del UNICRI sobre el aumento del uso malicioso de las redes sociales durante la pandemia establece que el objetivo de este tipo de prácticas es minar la confianza de la ciudadanía en los gobiernos. ¿Podría explicarlo?

Bueno, en primer lugar, hay que decir que también había un uso malicioso de las redes sociales antes de la pandemia. Sin embargo, con el covid-19, ha habido más gente en casa, más gente conectada, y menos posibilidades de contactos en persona, lo que ha incrementado el uso de internet como medio de divulgación primario también por parte de los individuos con malas intenciones.

Han identificado como principales responsables de ese uso pernicioso a tres grupos: radicales de extrema derecha, grupos afiliados a organizaciones como ISIL y Al-Qaeda, y también los cárteles de narcotraficantes latinoamericanos. Una rara mezcla.

Sí, me doy cuenta de que parecen grupos muy diferentes, pero su manera de usar las redes sociales no lo es. Mire, llevo en este sector un tiempo muy largo, y puedo decir que quienes tienen intenciones criminales, sean delincuentes comunes o terroristas, destacan por ser muy creativos, innovadores, se adaptan y son muy buenos en aprovecharse de las vulnerabilidades para encontrar nuevas formas de difundir sus mensajes. Esto es precisamente lo que hemos detectado.

Y, dígame, ¿durante la pandemia los gobiernos han demostrado capacidad para defenderse o han sido presas fáciles?

Uf, esta es una pregunta difícil de responder porque no todos los gobiernos poseen las mismas capacidades. Dicho esto, hay que ser francos: algunos gobiernos no tienen preparación alguna. E incluso entre aquellos con las más altas capacidades para enfrentarse a este reto ha habido una enorme dedicación a cómo hacer frente a la emergencia del covid-19 y esto ha supuesto un desafío.

¿Cuáles son los peores escenarios a los que nos veremos abocados?

Hay un par de consecuencias a largo plazo que me preocupan mucho. La primera es la habilidad de [estos grupos para] infiltrarse en las cadenas de suministro de alimentos y de medicamentos o productos sanitarios. Aquí la línea se difumina, aunque principalmente estamos hablando del crimen organizado. Si se infiltran en estas cadenas de suministro mientras trabajan para que mejore su aceptación en las comunidades locales a través del mensaje de que pueden remplazar a los gobiernos, la gente podría comprar y usar sus productos, lo que constituiría un grave daño para la salud pública. Sí, el hecho de que se infiltren en este momento en las economías legales es una gran preocupación.

¿Está diciendo que las mafias intentarán infiltrarse en la distribución de la vacuna contra el covid-19, por ejemplo?

Absolutamente. Hay que esperárselo. En realidad, ya lo han hecho de inmediato con los desinfectantes para las manos, las mascarillas, incluso los ventiladores. Eso demuestra que tienen la capacidad y también las cadenas de suministro. Nos llegan señales de que ya están trabajando en [fabricar] vacunas contra el covid-19 falsificadas. Creo que hemos de estar alerta y deberíamos estar muy preocupados por ello.

También están preocupados por la criminalidad en países con economías dependientes del turismo, un sector muy golpeado por la pandemia.

Lo que hemos visto en nuestros monitoreos es que, en este momento, hay ciertos sectores que son extremadamente frágiles por la crisis económica provocada por la pandemia y eso abre las puertas al crimen organizado. ¿Cómo actúan? Por ejemplo, comprando pequeños comercios que consideran que les pueden generar beneficios. Hay diversas razones por las que están interesados en esto, entre otras, las de blanquear dinero o traficar con personas. Esto ya ha pasado antes y ahora vemos una mayor vulnerabilidad. La otra [táctica] es ofrecer préstamos a alguien que está a punto de quebrar, para luego hacerse (con la empresa) o ganar dinero rápidamente.

Pero, ¿esta clase de criminalidad no es la misma de siempre?

La diferencia es que ahora vemos vulnerabilidades en todo el mundo, en todos los mercados.

¿Está hablando de algo que está ocurriendo ahora mismo, mientras usted y yo hablamos?

Sí, exacto. Quiero decir, de una manera menos pronunciada, también ha ocurrido antes, pero lo que ocurre ahora es exagerado.

¿Estas vulnerabilidades afectan solo a los países pobres, o también con los más ricos?

Lo que teníamos hace 20 años eran focos de vulnerabilidad muy concentrados y causados por guerras, tsunamis o desastres de todo tipo. Lo que tenemos ahora son vulnerabilidades en todas partes, también en los países ricos. Teniendo en cuenta las sofisticadas habilidades del crimen organizado para moverse a nivel transnacional, esto eleva el grado de la amenaza. Otro fenómeno que también hemos observado es que, a causa del covid-19, los sistemas judiciales están teniendo muchas dificultades para mantenerse al día, ha habido una acumulación masiva de causas judiciales, y esto es un problema.

¿Esto aumentará la desigualdad en el acceso a la justicia?

Sí. Hay también en curso proyectos experimentales de tribunales que están usando métodos de telejusticia y esto es muy positivo, pero hay franjas muy desaventajadas, como las personas que ya están en prisión preventiva y que están esperando tiempos aún más largos [para obtener sus sentencias].

¿Y que hay respecto a los migrantes y refugiados?

Bueno, los individuos más vulnerables a la inmigración ilegal y los más vulnerables al tráfico (de seres humanos), que ya sufren restricciones de movimiento, están muy expuestos. […] Además, hay países con muchísimos migrantes detenidos que ya estaban en condiciones terribles antes de la pandemia. La dinámica es similar a la de la población carcelaria, aunque su lugar en el sistema es distinto.

¿Alguna buena noticia?

Un elemento positivo es la telejusticia y la aplicación de la tecnología a la justicia. Le quiero dar algún ejemplo: hemos empezado un proyecto con Emiratos Árabes Unidos que está usando la inteligencia artificial para combatir la difusión online de materiales sobre abusos sexuales a menores. En Nueva Delhi la policía local usó programas de reconocimiento facial para identificar a unos 3.000 niños desaparecidos. En Reino Unido han logrado detectar imágenes de abusos contra niños en dispositivos confiscados. Y en Alemania y Países Bajos las policías nacionales han estado experimentando herramientas de inteligencia artificial para analizar una gran cantidad de big data en línea.

Pero, los delincuentes también tienen al alcance estas herramientas tecnológicas...

Para hacer uso de la inteligencia artificial se requiere un nivel de profesionalidad muy elevado, mientras que, afortunadamente, en general los criminales prefieren las opciones más sencillas y baratas.