Sus ojos de niña de 11 años han visto cosas que no debería ver una pequeña de su edad. La senegalesa Miriam Touré recorrió junto a su hermano de siete años la distancia que separa Dákar (Senegal), donde residían junto a su abuela, hasta Dajla, en Marruecos. Tardó ocho meses en transitar media costa senegalesa, atravesar Mauritania de norte a sur y alcanzar el reino alauita. Allí esperó otros cuatro meses [hasta en cuatro ocasiones la embarcaron en un cayuco pero la gendarmería marroquí los detectó y les devolvió a la costa] hasta que, por fin, llegó a Gran Canaria. Su objetivo: reunirse junto a su hermano con sus padres, residentes en Francia.

“Nadie sabía que nos habíamos escapado de Dákar porque entonces mi abuela no nos habría dejado irnos”, relata esta vergonzosa muchacha que lleva ya dos meses en las islas Canarias. Cuenta que su abuela “no tenía ya dinero para mantenernos a mi hermano y a mi” debido a la crisis económica que sufre el país africano a consecuencia del Covid 19, uno de los motivos por los cuales se ha reactivado la ruta de migrantes hacia las islas ya que la misma situación de turismo cero vive Marruecos. “En el caso de Malí las causas de huida son diferentes porque se trata de una zona en guerra con mucha presencia de terrorismo yihadista”, explica por su parte Enrique Quintero, director del dispositivo de Emergencia en Gran Canaria de la empresa Quorum 77, una de las entidades que dentro de la Comunidad Autónoma de Canarias colabora con el Gobierno regional.

La presión de migrantes menores de edad llegados a Canarias ha sido enorme en los últimos meses a raíz de la crisis de pateras y cayucos: un 312% según datos de la Consejería de Derechos Sociales del Gobierno de Canarias. Actualmente, bajo la tutela del Gobierno de Canarias hay 2.362 menores como Miriam, de los cuales un 80% tienen menos de 16 años. Además, en la red de los centros de los diferentes Cabildos canarios hay 537 menores más.

Menores de seis años

Por otra parte, los niños y niñas que no tienen más de 6 años pasan a estar en familias de acogida que colaboran en esta dramática situación. Miriam Touré y su hermano, por la edad que tienen, se han podido mantener juntos desde que atravesaron el mar en un cayuco para llegar a Canarias. Y juntos, asegura Miriam, “no pasamos miedo” en la barquilla en la cual navegaron diez días junto a 22 personas más, algunos de ellos también niños como ellos. Recuerda, asimismo, que los mafiosos de las pateras le insistían en que dijera que tenía 15 años si alguno le preguntaba su edad.

Quiero estar con mi madre y con mi padre porque yo era muy pequeña cuando se fueron de Dákar a trabajar a Francia y no les recuerdo; deseo estar con ellos y con mi hermano como una familia”, reconoce en otro momento de la entrevista la menor que se expresa en fulfulde, un dialecto del África Occidental. Mbalia, una cuidadora de Guinea Conakry, hace de traductora.

Cuenta la niña que “una tía” suya que residía en Marruecos fue cómplice de la salida de Senegal y la llegada a España. “Era muy feliz en mi país; tenía amigas y escuchaba música y leía el corán en la escuela y veía series en la televisión, pero mi abuela no podía hacer más por nosotros y yo lo sabía”, añade esta preciosa muchacha de trenzas rojas y negras que durante la entrevista evita en todo momento mantener contacto visual con su interlocutor.

“No sé aún lo que quiero hacer cuando sea mayor”, responde sobre su futuro. “Primero quiero estar con mi madre y después ya veré que puedo hacer para ayudarla”, añade.

La sorpresa de la velada llega de repente y por teléfono, cuando la cuidadora del centro de la capital grancanaria donde viven Miriam y su hermano, avisa de que su madre está al otro lado del teléfono móvil.

“Desde que Miriam llegó pudimos localizar a su progenitora pero el problema está en que su madre quiere que vayan los dos para Francia y claro, eso no es tan fácil. Estos niños ahora mismo están bajo la tutela del Gobierno de Canarias y se debe seguir un protocolo hasta que se normalice su situación y puedan reunirse con sus familias”, explica la tierna Mbalia, madre postiza de muchos de los migrantes que están llegando a los centros y cuya realidad conoce al dedillo.

Cuando los menores migrantes no acompañados llegaban a Canarias eran destinados a la red de centros que gestionan los Cabildos insulares; la tutela la mantiene el Gobierno de Canarias y la guarda del menor, los Cabildos. Ante el importante incremento de llegadas, las plazas de los Cabildos estaban completas y se han tenido que abrir dispositivos de emergencias propios del Gobierno de Canarias que gestionan entidades colaboradoras de la Comunidad como Mundo Nuevo, Quorum 77 o Fundación Samu, entre otras.

Actualmente y desde enero de 2020 existen 24 recursos abiertos en dispositivos de emergencias de toda Canarias: 14 en Gran Canaria, ocho en la siguió de Tenerife y dos en Fuerteventura.