El proyecto de la III Exposición Internacional de Escultura en la Calle está fraguando. Esta pandemia del coronavirus, que ha sido capaz de confinar hasta el tiempo, concede paradójicamente un respiro a sus organizadores, que contagiados por la nueva normalidad han encontrado una tregua. El azar los acompaña, la crisis los atenaza, pero ya han establecido que en el 2022, coincidiendo con los 50 años de la inauguración del edificio singular que alberga la sede del Colegio Oficial de Arquitectos y la plaza custodiada por su amante, la elegante Lady Tenerife obra de Martín Chirino, tienen el firme propósito de retomar el espíritu de aquella iniciativa que en pleno tardofranquismo abría un nuevo periodo de diferenciación formal y también de pensamiento.

"El edificio alza unos volúmenes serios y potentes, aunque sin arrogancia", refiere Gabriel Ruiz Cabrero, catedrático de la Politécnica de Madrid, quien subraya la fuerza tremenda del lugar, "entre el bello gesto urbano de las Ramblas, que conducen la ciudad hacia el mar, y una trasera de geografía poderosa, de barrancos y montañas pedregosas".

Y ese mensaje de que la arquitectura es capaz de interpretar las funciones y los espacios de la trama urbana fue el que tomaron como modelo los arquitectos de Santa Cruz: esculturas y arquitectura en la calle.

El actual decano del Colegio, Argeo Semán, no disimula su ilusión y estimulado por el aniversario ya traza sus intenciones. Aunque en un primer debate se había planteado incorporar tres esculturas y reparar algunas otras, señala que "no queremos marcarnos ningún límite" y ampliando la perspectiva apuesta por una "acción de gran formato", de repercusión e impacto, que incorpore elementos novedosos. Consciente de que la coyuntura no es la más favorable, tampoco se arredra y confía el decano en el valor de las ideas, en retomar aquel discurso de modernidad, sustentado por la complicidad de las administraciones públicas y privadas. En este sentido, comenta Argeo Semán que antes de las elecciones se había suscrito un acuerdo de colaboración con el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, pero las urnas auparon a los socialistas al poder municipal y, ahora, con los nacionalistas de nuevo administrando la Casa de los Dragos, en virtud de una moción de censura, no le cabe duda que el alcalde José Manuel Bermúdez, imbuido de aquel espíritu, mantendrá el principio de acuerdo, rememorando así para la ciudad y la Isla aquel "acto revolucionario".

La génesis

Aquella primera exposición fue iniciativa de la Comisión de Cultura de la demarcación en Santa Cruz de Tenerife del Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias. Presidida por Vicente Saavedra, formaban aquel conjunto de entusiastas los arquitectos José Manuel Hernández, Carlos Schwartz, José Antonio Vías, Juan Fernández de Villalta, Francisco Artengo y Hortensia Ramos-Izquierdo en calidad de secretaría.

El crítico de arte Eduardo Westerdahl participó para asesorar en el proyecto y se formaría una Comisión de Honor, que estaba integrada además por el pintor Joan Miró, el arquitecto Josep Lluis Sert y el artista y crítico de arte Sir Roland Penrose, y siempre presente la figura y el alma ideológica de Domingo Pérez Minik.

Durante octubre y noviembre de 1973 se marcaron los lugares elegidos para la ubicación de las obras, cedidas por museos, colecciones particulares, enviadas por los propios artistas o realizadas in situ por los escultores. Gracias a la mediación de Mark Macken, director del Middelheimmuseum de Amberes, aquel centro envió tres obras: Miracolo, de Marino Marini; Phoenix, de Ossip Zadkine, y El Profeta, de Pablo Gargallo. De la Galería Maeght, de París, desembacaron un Stabile-Mobile de Alexander Calder y Mujer de Joan Miró. El Museo de Arte Moderno de Barcelona cedió Mujer sentada nº2 de Julio González, mientras que el Instituto Británico de esa ciudad contribuyó con Standing Armed Figure de Bernard Meadows y Reclining Figure de Kenneth Armitage. El propio Henry Moore envió una maqueta en bronce de la Reclining Figure que se encuentra en el Lincoln Center de Nueva York; Elvireta Escobio, viuda de Manolo Millares, cedió Objeto para la paz. De Italia llegaron Cilindro construito, de Arnaldo Pomodoro, y La Catedral, de Alicia Penalba. De Madrid, La mujer de la estrella, de Alberto Sánchez Pérez, y de Euskadi, Néstor Basterrechea llevó Idditu; Xavier Corberó concurrió con Ejecutores y ejecutados; Claude Viseux lo hizo con Homenaje a Millares, Amadeo Gabino con Estela espacial, Joaquín Rubio Camín aportó Nivel y Marcel Martí y Jorge Jiménez Casas otras sin título.

La pieza Caja de música I, de Agustín Cárdenas, fue cedida por una colección particular. El vizconde Charles de Noailles envió planos y fotogafías del Monumento al gato, obra de Óscar Domínguez, reproducida para esta exposición, (el original se instaló el mes pasado en la ciudad en na plaza de la ciudad de Hèyres) y cedió la obra Pirata, del mismo autor.

Piezas realizadas 'in situ'

Algnunas obras fueron realizadas por sus autores en el mismo emplazamiento previsto o en talleres de la Isla. Fue el caso de Libre al viento, móvil de Francisco Sobrino; Penetrable, de Jesús Soto; Solidaridad, de Mark Macken; Hombre, de María Simón; Homenaje a las Islas Canarias, de Pablo Serrano; Laberinto. Homenaje a Borges, de Gustavo Torner; Homenaje a Pascal, de Gottfried Honegger; Homenaje a Gaudí, de Eduardo Paolozzi; Macla, de Eduardo Gregorio; Móvil, de Eusebio Sempere; Introversión, de Josep Maria Subirachs; Dado para 13, de Remigio Mendiburu; Lorea, de Ricardo Ugarte; así como las obras sin título de Josep Guinovart, José Abad, Andreu Alfaro, Jaume Cubells, Federico Assler y Feliciano Hernández.

Otras fueron prometidas por Jean Tinguely, Niki de Saint-Phalle y Mario Ceroli que no llegaron a realizarse. La muestra tuvo repercusión en la prensa internacional, con artículos en la revista francesa Recherche&Architecture y el periódico británico The Times, con un artículo del propio Roland Penrose.

Paralelamente a la exposición se realizaron varias actividades. Durante los días 10, 11 y 12 de diciembre se llevó a cabo el I Simposium de Arte en la Calle, organizado por el propio Colegio de Arquitectos junto al Departamento de Arte de la Universidad de La Laguna. Con el objetivo de discutir sobre la integración del arte en los espacios urbanos participaron como ponentes Xavier Rubert de Ventós, Oriol Bohigas, Valeriano Bozal, Jacques Lassaigne, Simón Marchán, Juan Manuel Bonet, Gillo Dorfles, Eduardo Westerdahl, José Rogelio Buendía y José Luis López Aranguren., distribuidos en mesas de trabajo.

Al finalizar aquella primera exposición, veintinueve obras permanecieron en la ciudad. Se acordó repetir la muestra cada tres años y añadir al menos una escultura contemporánea a la ciudad con periodicidad anual, pero ninguno de aquellos objetivos llegaría a cumplirse. La obra Mujer, de Miró, una vez devuelta, fue sustituida por su Femme Bouteille. En 1977, Moore cedió Guerrero de Goslar, mientras La mujer de la estrella, de Alberto Sánchez, se acomodaba en el interior de la sede del Colegio de Arquitectos, y la pieza Idittu (Genio nocturno), del vasco Néstor Basterretxea, se instaló en la Biblioteca Municipal Central, en TEA Tenerife Espacio de las Artes.

Otras no han conocido idéntica suerte. Fue el caso de Penetrable, de Soto, retirada por el deterioro causado en los cordones colgantes de plástico, mientras en 1974 un temporal destruyó la pieza de Jorge Jiménez Casas.

En 1994 se llevaría a cabo la que se dio en llamar II Exposición Internacional de Escultura en la Calle, que pese a ser una muestra más modesta que la primera añadió varias obras de significado fuste a la ciudad, incorporando trazos de nuevo arte contemporáneo a la trama urbana en lugares como el parque de La Granja, la avenida de Anaga, la de Las Asuncionistas, el entono del teatro Guimerá, la plaza del Príncipe... Fue el caso de El devorador de pájaros, de Chistian Silvain; Sol rojo, de Edgar Negret; Courage, pieza de Hanneke Beaumont; Islas, de Jaume Plensa; Per Adriano, de Igor Mitoraj; Luta de serpentes, por José de Guimaraes; El Muro, de Juan Bordes; Sueño de los continentes, de Chirino, mutilada y reparada; Jaula de luz, de Federica Marangoni, desaparecida, y Hombre a caballo, de Botero, devuelta.

De fondo, late la dejadez de las administraciones, hasta el punto de que hay esculturas a las que se las ha tragado la tierra: Penetrable, una estructura metálica pintada de blanco a modo de pérgola, de Jesús Soto; otra estructura metálica rematada por aros concéntricos de Guinovart; Solidaridad, de Makken, prismas de hormigón enlazados con cadenas; Tensores, de Visaux, víctima de las obras del tranvía. como también Jaula de Luz, de Federica Marangoni. Y a propósito, otro déficit que resulta necesario corregir: la escasa presencia de esculturas que lleven la firma de mujeres, una ausencia que desmerece a una sociedad contemporánea.