A los diez años de su muerte, bueno es recordar a esa rara avis de la técnica política que fue Adán Martín.

Con ese cierto desdén de quienes se creen por encima de eso, decían que era un tecnócrata, sobre todo un

tecnócrata.

Tecnócrata como quien está más apegado a los datos y reglas que a las altas misiones e intuiciones reveladas de la alta política, o a sus retóricas de salón. Suena a eurócrata o burócrata y poco a estadista, dirigente o líder.

Pero durante sus casi treinta años en política no perdió ni una sola de las elecciones en el ámbito canario (local, insular y autonómico) a las que se presentó o encabezó, desde su primera elección como concejal en 1979. Quizá no haya un ejemplo igual. No lo hay. Curioso para ser un simple tecnócrata.

Hay muchos políticos que minusvaloran la técnica, el dato o la ciencia y lo fían todo al relato, se dice ahora. Antes lo llamaban propaganda o marketing, pero suena mucho peor.

El relato no cambia las cosas pero ayuda a que crean que sí los que se fijan menos.

Adán Martín, descubrió que su mejor relato eran los hechos. Puros, desnudos. Había que hacerlos y pasar a otra cosa. De tantos y tantos, hasta los que no se fijan acababan por verlos; sobre todo cuando se construían en base a planes de los que todos se sentían partícipes. Y entonces, nadie tenía que creer en relatos cuando esas narraciones eran las suyas propias o hechos a la vista y disfrute de todos. El hecho demuestra y el relato aparenta.

Justo hace diez años, justo cuando Adán Martín murió, publiqué en EL DÍA una pequeña pieza, El don de Adán, en la que quise resumir su gran y fascinante herramienta secreta: “Compartir fue su fórmula mágica: reunir las suficientes voluntades para atacar los más altos logros, aunque eso le privara de quedarse solo en el primer plano”.

Cuando todavía no se hablaba de “políticas basadas en la evidencia” como antídoto contra todas las cantinelas, cuentos, fábulas y bulos [ahora llamadas desinformaciones, intoxicaciones o postverdades] el tecnócrata Adán Martín empleó el dato técnico como un arma poderosa para hacer políticas tan sostenibles en el tiempo que aún muchas se están desplegando hoy, diez años después. Se dice fácil, pero requiere muchos

codos y mucha escucha. Activa, antes y después.

Manejar datos hasta exprimirles evidencias que convertir en planes y proyectos no es en sí mismo condición suficiente para nada bueno. Siempre ha de haber un buen para qué.

Y Adán Martín, que sabía que la felicidad no se puede ni planificar ni programar [porque siempre la experimentamos en modo pasado, en hechos felices que nos pasaron] supo encontrar un porqué y un para qué. Y lo expresó en la hora de su investidura como presidente del Gobierno de Canarias en lo que, años después, algunos lo llamaron en un libro “El Discurso de la Felicidad”:

“Cuando uno se pregunta —dijo en el Parlamento— por qué está en política… cada uno de nosotros podría plantear diferentes razones. Pero hay un objetivo común que debe unir a todos los gobiernos, a todos los que sirven a los demás: el deseo de conseguir las condiciones objetivas para la felicidad de las personas. Fíjense que no digo hacer felices a las personas, sino solo facilitar los medios para que pueda ser posible. La felicidad es un concepto difícil de definir, muy complicado de alcanzar y quizá imposible de conservar indefinidamente, pero es la aspiración más profunda del ser humano. (…) Hemos venido aquí con la tarea de crear las condiciones para que se multipliquen los momentos felices de las mujeres y los hombres que viven en Canarias”.

Sé a ciencia cierta que muchas de las semillas que dejó plantadas siguen germinando diez años después, siguen generando “condiciones para la felicidad” en Canarias. Y cuando alguna novedad o noticia me lo evidencia, se me aparece su luminosa sonrisa por cada logro alcanzado. Y la replico. Felizmente.

Daniel Cerdán fue jefe de Prensa de Adán Martín en el Cabildo de Tenerife y en el Gobierno de Canarias