La personalidad de Adán Martín invita, de entrada, al elogio fácil. Fue, quizá, el presidente de Canarias menos presidencialista y más paternalista que ha gobernado esta tierra. En uno de sus discursos de investidura introdujo "la felicidad de los canarios" como uno de los objetivos de su Gobierno. Y para alcanzarlo puso a trabajar su capacidad planificadora de ingeniero; su apego a los detalles por pequeños que fueran; y su sincero deseo de cohesionar las islas. Y se dotó, para ello, de un equipo de gobierno que remó en la misma dirección (afirmación que parecería una perogrullada si no la referenciamos a otros gobiernos, incluido el actual).

Su conocido proyecto de Eje Transinsular de Canarias resume, como ningún otro, la visión que tenía Adán Martín del Archipiélago como una unidad. Con él logró que habláramos del mar que nos separa como autopistas marítimas que nos acercan. Y nos presentó, una y otra vez, un mapa de las Islas cruzado de trazos entre unas y otras, en los que por tierra, mar y aire los canarios y sus mercancías viajaríamos de una punta a otra del Archipiélago. Y lo haríamos en el menor tiempo y al mejor precio posibles, gracias a una conectividad integral y moderna que nos convertiría en algo que no hemos sido nunca: en auténtico mercado único. Adán Martín soñó, en fin, en suplir con infraestructuras una de nuestras vulnerabilidades: la discontinuidad territorial.

Es curioso analizar cómo evolucionó la figura política de Adán Martín desde la Presidencia del Cabildo de Tenerife (ejerciendo ahí sí durante años su rol presidencialista) hasta la Presidencia del Gobierno de Canarias. Cómo transformó su visión insularista por su convicción regionalista. Influyó sin duda su paso por la vicepresidencia en una tensa legislatura anterior, en pulso constante del entonces presidente Román Rodríguez frente a una figura que le hacia sombra. Pero pesó sobre todo la consolidación del proyecto de Coalición Canaria.

El nacionalismo canario vivió de hecho sus mejores años en esta etapa. Y no fue casualidad. Tanto al frente de la comunidad autónoma como en su proyección nacional, los dirigentes nacionalistas de los tiempos de Adán Martín tenían dos características que han perdido los actuales: altura de miras para planificar y gestionar las Islas desde un proyecto estratégico, junto a una dialéctica centrada en el eje Canarias-Estado y no Izquierda-Derecha.

Bajo estas premisas, el gobierno de Adán Martín ha sido el más equilibrado territorial e ideológicamente de los que han dirigido Canarias. Y gracias a esa cohesión política, lograda no sin mucho esfuerzo, el Gobierno de Canarias alcanzó una interlocución con el Gobierno central digna de recordar en los tiempos actuales. Y que se tradujo en resultados concretos. Destacan, entre ellos, la mejora de la financiación sanitaria y educativa y la introducción de la denominada Agenda Canaria como base de los acuerdos bilaterales con Madrid. También la participación de la comunidad autónoma en los acuerdos de política exterior, para gestionar el enorme flujo migratorio de aquel entonces o para obtener los fondos comunitarios de gran vecindad desde la concepción del Archipiélago como frontera sur de Europa.

Cuando Adán Martín dejó el gobierno, Canarias registraba una cifra de desempleo del 10%, una de las más bajas de su historia. Bien es verdad que fue antes de la gran recesión de 2008 y del actual embate de la epidemia. Un presidente que no sólo oía, sino que escuchaba, trataría probablemente de entender qué ha podido suceder para que estas Islas estén hoy menos cohesionadas y peor coordinadas con el Estado. Porque la realidad es que, diez años después de su muerte, la Canarias que soñó Adán Martín se parece como un huevo a una castaña a la actual.

Marta Cantero es periodista y analista política