A causa de su militancia en el partido socialista, el poeta canario Domingo López Torres (Tenerife 1907-1937) murió asesinado en los inicios de la Guerra Civil española tras permanecer varios meses en prisión. Su compromiso no sólo fue político, sino también literario. Enemigo de todo tradicionalismo, simpatizó con aquellas tendencias estéticas renovadoras que incorporaban los estilos, las ideas y conductas más progresistas de la Europa de los años 30, llegando a desempeñar un papel vital en el proceso de recepción del surrealismo en la isla de Tenerife. Apenas sumaba 29 años cuando una mañana de febrero o marzo de 1937, en plena escalada del horror de la Guerra Incivil, lo sacaron del campo de concentración de Fyffes, en Tenerife, para lanzarlo vivo al mar dentro de un saco cargado de piedras.

" Lo imprevisto se titula, chocantemente, uno de sus cuadernos emblemáticos, no publicado como libro, al igual que casi toda su obra, hasta casi medio siglo después, y cuyo inicio sobrecoge de pura premonición de ahogo sin ahogos: "¡Qué profundo correr por mares de silencio!", publicaba el periodista y escritor Antonio Puente sobre López Trujillo y su final.

"Domingo López Torres sufrió, como muchos otros de nuestros paisanos, la violencia desquiciada de una sociedad enferma de odio y revanchismo", señaló el alcalde de Santa Cruz de Tenerife, José Manuel Bermúdez, durante el acto de descubrimiento de la placa por la que una plaza de Los Gladiolos era bautizada con el nombre del poeta y concejal republicano en junio de 2019.

Domingo López Torres, asesinado sin tan siquiera ser juzgado, acabó en las naves de plátanos de Fyffes Limited a las afueras de Santa Cruz de Tenerife. Allí, apresados por falangistas, por soldados y policías a las órdenes de la rebelión militar, fueron concentrados los afiliados a organizaciones de izquierda. De modo que, a principios de 1937, un informe del espionaje anarquista estimaba que había unos 1.200 encarcelados en Fyffes. El documento añadía 800 personas más detenidas en otras prisiones de Santa Cruz de Tenerife, La Laguna y La Orotava.

No son demasiado los datos que se poseen sobre los primeros años en la vida de Domingo López Torres, pero todos sugieren unos orígenes familiares difíciles.

Nacido como hijo natural, quedó, junto a su hermano Antonio, al cuidado de su tía Felisa. La mala situación económica en su casa le forzó a comenzar a trabajar en un taller de orfebrería sin haber concluido aún el Bachillerato. Puesto que nunca cursó estudios universitarios, toda su educación fue autodidacta, a través de las bibliotecas públicas y privadas de su ciudad. Sus carencias formativas las compensó con una temprana e intensa inmersión en la vida cultural de su ciudad y su época. Con apenas dieciséis años, publicó sus primeros poemas, de corte modernista, en la revista Hespérides, donde coincidió con Julio Antonio de la Rosa, José Antonio Rojas, Juan Ismael y Pedro García Cabrera, con los que fundaría en 1930 la revista Cartones, dramáticamente truncada por la muerte de los dos primeros. Un año antes, había dejado inconcluso un libro de poemas, Diario de un sol de verano, en el que se apreciaba una evolución lírica marcada por el purismo y el neopopularismo dominantes en la poesía del momento.

Durante la década de 1930, colaboró en diversos periódicos y revistas canarias, pero lo más importante de su producción apareció en Gaceta de Arte, surgida en 1932 como órgano de la Sección de Literatura del Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife y medio principal del grupo surrealista canario. Por entonces, López Torres, que trabajaba ahora en la consignataria de barcos del puerto de Santa Cruz de Tenerife, era un activo socialista, tanto en su medio de trabajo como en su región, sobre cuya necesidad de reforma agraria había publicado una serie de artículos en el periódico El Socialista. Esta militancia le llevó a interesarse por el Surrealismo, en la doble dimensión estética y política -marxista- que André Breton le había dado desde 1927. El Surrealismo y las diversas formas de arte político de izquierda de la época fueron los temas principales de sus ensayos durante estos años.

En 1935 fundó una publicación claramente comprometida, Índice, y ese mismo año fue uno de los firmantes del Boletín Internacional del Surrealismo. Inmediatamente detenido tras el golpe de Estado de julio de 1936 a causa de su militancia socialista, fue encarcelado en la prisión de Fyffes, donde escribió su último libro de poemas, Lo imprevisto. Era muy delgado, con cara casi de niño; tenía 29 años.