Luis Palmero (Tenerife, 1957) y la Galería Artizar han vuelto a unirse para dar una de esas escasas buenas noticias en el mundo de la cultura, que vive estos días sumido en la constante incertidumbre de no saber si los proyectos saldrán o no adelante. El regreso de Palmero a las paredes de la emblemática sala de la calle San Agustín no es solo motivo de alegría para los amantes del arte sino que supone un paso más en una relación de amistad y colaboración entre el artista y esta galería, que suma ya más de 30 años. La cifra es más que significativa si se tiene en cuenta, además, que Artizar cumple este año sus primeros 35 años de vida. Creador y galeristas, por tanto, han crecido juntos. La de Palmero, titulada Viento-Madera, es la segunda exposición que se inaugura en esta sala después de los meses de cierre obligado tras la declaración del estado de alarma por el Covid-19. El encargado de retomar la actividad presencial fue Ángel Padrón, que volvió a este espacio tras cinco años sin exponer con Desescavar, un recorrido por sus creaciones desde finales de los noventa hasta la actualidad.

Nuevo curso

Palmero y sus 19 piezas marcan, además, el inicio del nuevo curso expositivo en Artizar. Viento-Madera debería haberse montado en Artizar el pasado mes de mayo pero el Covid llegó para cambiarlo todo y el calendario fue modificado por completo. Esta exposición estará disponible para su visita hasta el próximo 10 de octubre en los horarios habituales del espacio: de lunes a viernes de 10:30 a 13:30 horas y de 17:00 a 20:30 horas. Lo sábados también estará abierta entre las 11:00 y las 14:00 horas. Las circunstancias sanitarias actuales obligan a sus gestores a controlar el aforo y el uso de la mascarilla es, evidentemente, obligatorio.

Los que se acerquen hasta esta nueva propuesta podrán disfrutar de la obra de un artista que ha compilado dos series distintas, dos investigaciones que le han acercado al viento como concepto presente de forma constante en la obra de poetas y artistas canarios y que plasman también esa querencia por los juegos geométricos y la armonía en las fachadas de las viviendas canarias. De esta forma, Viento-Madera reúne en un solo espacio varias de las obsesiones del creador: la música, el color, las formas y la poesía. Estas obras también son el fruto de ese diálogo que el artista suele mantener con otros creadores a los que admira como Knoebel, Palermo, Oramas o Etel Adnan. "El primer acercamiento hacia esas personalidades es la de un deslumbramiento, como me sucedió en su momento con Blinky Palermo. Fue un bombazo y eso que comenzó como una anécdota se convirtió en una dinámica", detalla en una entrevista que los responsables de Artizar han puesto a disposición del público a través de su canal de Vimeo.

A punto de inaugurar en TEA -sala de arte contemporáneo dependiente del Cabildo de Tenerife- una retrospectiva que recorrerá su trabajo de las últimas cuatro décadas, Palmero aprovecha también para recordar sus orígenes en el mundo del arte. "Fue una cuestión vocacional", rememora. "Empecé estudiando Bellas Artes aquí en Santa Cruz y luego me trasladé, junto a otros compañeros, a la Escuela Superior de Bellas Artes de Barcelona, donde me licencié", añade.

A su regreso a la Isla, Palmero fue uno de los creadores de La Cámara junto a artistas de la talla de Pepe Herrera, Carlos Matallana y Adrián Alemán. "Era una época juvenil y de grandes inquietudes en la que trabajamos intensamente. Fueron años de aprendizaje y de aproximarse a buscar un lenguaje propio, momentos de diálogo intenso", recuerda.

Ya desde esos momentos comenzó para el autor ese acercamiento a otros artistas. Entre sus trabajos recuerda con especial cariño una serie que bautizó como De los museos, donde se dedicó a situar en los mismos espacios a los vanguardistas insulares y a artistas internacionales. Esa afinidad continúa viva hoy y se plasma en esta nueva exposición en piezas que establecen paralelismos o conversaciones con la obra más figurativa de Kazimir Malévich, por ejemplo. "En mi trabajo hay una constante tendencia a aproximarse a otros artistas que yo considero que pueden mantener un diálogo conmigo", detalla.

Viento-Madera llega también para consolidar la estrecha relación que mantiene con Artizar. "Los galeristas son sin duda el camino más natural para desarrollar la obra. Es algo que tuve muy claro desde que comencé a trabajar y en lo que aún hoy sigo creyendo". Es un vínculo que va más allá de la relación profesional y que, con el paso de los años y el contacto constante, muta en relación de amistad. "Tiene que haber fidelidad por ambas partes", matiza.

A Palmero le ha ido bien en ese campo y reconoce que sin sus galeristas quizás no hubiera sido posible que su obra estuviera hoy en las paredes de espacios tan importantes como el Reina Sofía o el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). "Son ellos los que se mueven para intentar colocar determinada obra en las colecciones más importantes. Sin duda ese acercamiento, en mi caso, ha sido un trabajo del galerista", destaca.

Nuevo curso

En estos tiempos de convulsos bien vale la pena acercarse hasta la sala lagunera para contemplar esta veintena de obras con títulos tan sugerentes como Aeteladnan, La memoria del viento o la serie Espejismo. Viento-Madera es un homenaje musical, según reconoce el autor. Son notas de color que traspasan las blancas paredes de la casona de los Pinto y que seducen e impactan a partes iguales. Es un aperitivo de lujo para la retrospectiva que se prepara en TEA y ese nuevo tomo de la colección Biblioteca de Artistas Canarios. Ambos darán cuenta de que Luis Palmero ha escrito con trazo firme buena parte de la historia del arte contemporáneo en Canarias con una producción que es a la vez melodía, poesía, color, forma y destreza.