“La pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada con el fin de transformarla en algo útil: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera —lego o científico— hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura y volverla contra la investigación científica”, Mario Bunge en “Las pseudociencias ¡vaya timo!”

En un momento como el que vivimos asolados por la epidemia de Covid-19 muchos de nosotros queremos confiar en la ciencia para encontrar una solución a la enfermedad. Unos buscan vacunas, otros retrovirales, algunos caminos nuevos que ayuden en la erradicación de esta pandemia del siglo XXI. En este ambiente las noticias y publicaciones sobre los avances de la investigación biológica han pasado de las revistas especializadas, que tienen en general un público informado y crítico, a los medios de difusión y, lo que es realmente grave, a las redes sociales, donde podemos encontrar cada día nuevas hipótesis sobre cómo ha venido el virus, cómo se cura, qué tratamientos se deben aplicar, y mil cosas más de este cariz. Conviene, por tanto, señalar la frontera entre la ciencia y las pseudociencias para distinguir, hasta donde sea posible, qué conocimientos nos van a ayudar y cuáles nos van a distraer o incluso contribuirán empeorar las cosas.

Mario Bunge (Argentina, 1919-Canadá, 2020), reputado estudioso de la creación científica, ha dedicado una gran parte de su trabajo a formalizar el concepto de Ciencia para separarla de las pseudociencias, con las que ha sido muy crítico como hemos visto en la entradilla de este artículo, un asunto que siempre le preocupó y que ahora debe ayudarnos a distinguir entre verdad y deseos (o fake news).

Hay pseudociencias, nos dice, de distinta naturaleza. Por ejemplo, la astrología es inofensiva, ha perdido toda su credibilidad y ahora se ve como un entretenimiento ingenuo y simplón. Pero hay otras pseudociencias muy dañinas por tener una intencio?n fraudulenta o una pretensión engañosa de hacer ciencia. Unas buscan simplemente el beneficio comercial anunciando avances que solo tienen un ánimo de lucro. Otras son el resultado de una mala aplicación de los criterios metodológicos que deben acompañar a la creación científica con experimentos faltos de control externo realizados sin supervisión y sin el resto de las condiciones exigibles.

Las pseudociencias, nos dice el autor argentino, son más populares que las ciencias porque “la credulidad está más difundida que el espíritu crítico, el que no se adquiere recopilando y memorizando informaciones, sino repensando lo aprendido y sometiéndolo a prueba”. En otras palabras, es más fácil crear el campo de conocimiento de una pseudociencia que de una ciencia verdadera. Así, mientras cree que la psicología puede llegar a ser una verdadera ciencia, razona que el psicoanálisis es claramente una pseudociencia ya que no cumple ni puede cumplir con las estrictas condiciones que pone para ello. Tampoco pueden ser ciencia la medicina sin controles o disciplinas como la arqueoastronomía que no pasa de ser generadora de proposiciones ex post facto.

Y es que la posición de un científico ante el conocimiento debe reunir una serie de condiciones: debe ser racional y realista, esto es el mundo y sus reglas se pueden llegar a conocer; esa aprehensión del mundo debe ser empírica y se debe poder someter a prueba; tiene que tener un escepticismo moderado ya que todo nuestro conocimiento es mejorable; por último, lo que no podamos conocer por esta vía del método científico no es verdadero conocimiento.

Los científicos, y la ciencia como tal, deben cumplir además unas salvaguardas éticas, ya que la ciencia debe estar comprometida con el conocimiento y con la sociedad y tiene que ser tan rigurosa que no puede tolerar el autoengaño ni el fraude, que impregnan la pseudociencia.

Es decir, debemos construir la ciencia con coherencia respecto de las verdades sólidas que hasta ahora hemos ido afirmando, cumpliendo con los requisitos que antes enumeré y, por supuesto, con todos los requisitos éticos de respeto social que nos alejen de los sistemas fraudulentos de tratar el conocimiento.

Concluimos con unos versos de Lope de Vega, Epitafio para un Astrólogo, que resumen con inteligencia lo que debemos opinar sobre las pseudociencias:

“Yace un astrólogo aquí que a todos pronosticabay que jamás acertabaa pronosticarse a sí.De una coz y mil molestiasle mató una mula un día;que entiende la Astrologíaal cielo, mas no a las bestias”.