Probablemente la intervención política más conocida de Einstein sea la carta que envió al presidente Roosevelt para urgirlo a que se tomaran medidas para el desarrollo de la bomba atómica. Ya había experiencia previa, a saber: en octubre de 1914, Alemania había invadido Bélgica. El botín de guerra inmediato fueron las ingentes cantidades de nitrato potásico del puerto de Amberes, ingrediente fundamental de la pólvora, que pudo sostener las operaciones militares alemanas hasta que las fábricas de Leuna estuvieron en condiciones de fabricarlo sintéticamente.

Como los individuos, los colectivos también pueden ser reincidentes. ¿No se estudian en las academias militares las operaciones de todo signo habidas en el pasado? Las reservas de uranio belgas eran las mayores del mundo y procedían de su colonia, entonces llamada Congo Belga. La probabilidad de repetición de la jugada, en sentir de buenos conocedores del paño, se aproximaba peligrosamente a uno. Así comienza el texto de la carta de Einstein al presidente estadounidense:

(…) “Nassau Point, Long Island, 2 de Agosto de 1939Sr. Presidente:Un trabajo realizado recientemente por E. Fermi y L. Szilard, que he conocido en forma de manuscrito, me lleva a suponer que el elemento uranio puede ser transformado en una nueva e importante fuente de energía en el futuro inmediato. Lo que abriría la posibilidad de fabricar bombas…” (…)

Desde 1938, el físico Leo Szilard había emigrado a los Estados Unidos. Hombre de profundas convicciones políticas, en agosto de 1939 Szilard se dirigió en compañía de su colega, el también físico húngaro emigrado Eugene Wigner, a la casa de Einstein, para solicitarle su intervención frente al presidente Roosevelt con el objeto de hacerle ver el riesgo que implicaría para la humanidad el que la bomba atómica -hecha posible por los recientes descubrimientos físicos sobre la fisión nuclear que no pudieron ser mantenidos en secreto, como el propio Szilard había propuesto que se hiciera- fuera desarrollada primero en la Alemania nazi.

Einstein estuvo de acuerdo y al día siguiente firmó la carta redactada por Szilard, la que llegó a su destino. Aparentemente esta famosa misiva no tuvo ningún papel decisivo, aunque Einstein, cuando concluida la guerra supo que la bomba alemana estaba sumamente rezagada, dijo que de haber sabido que ese era el caso, jamás habría firmado la carta.

En el desarrollo de la bomba atómica norteamericana participó una pléyade de físicos, entre quienes estaban Enrico Fermi (magistral físico teórico y experimental italiano), Wigner, el propio Szilard, Compton, e incluso Bohr, quien se encontraba de incógnito en los Estados Unidos con pasaporte inglés y bajo el nombre de John Baker, después de una escapatoria espectacular de Europa en compañía de su hijo.

A principios de 1945, una vez más por petición de Szilard, Einstein envió a nombre suyo y de varios colegas, Bohr inclusive, una nueva carta a Roosevelt tratando de frenar el desarrollo y posible uso del arma nuclear, pues era claro que Alemania estaba cerca de la derrota y no contaba con ella. Estas gestiones fueron interrumpidas por la muerte de Roosevelt, unas cuantas semanas después.

Rectificación

A partir del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki por el ejército norteamericano, Einstein adoptó una posición de lucha activa por el desarme y, muy en particular, contra el desarrollo, fabricación y almacenamiento de las armas nucleares. En esta tarea Einstein no estuvo solo, pues una lucha similar emprendieron Bohr, Szilard y muchos otros científicos.

En diciembre de 1945 Einstein dictó una conferencia en Nueva York, que tuvo como lema Hemos ganado la guerra, pero no la paz. El título sintetiza excelentemente su preocupación central a partir de ese momento y por el resto de su vida. Así lo demuestran sus declaraciones al Atlantic Monthly de Boston en noviembre de 1945: “No me considero el padre de la utilización de la energía atómica. Mi participación en esto ha sido muy indirecta. De hecho, nunca pensé que se llegara a usar durante el curso de mi vida. Solo creía en la posibilidad, en términos teóricos.Y se ha convertido en un hecho palpable gracias al descubrimiento accidental de la reacción en cadena, algo que yo no habría podido precisar. La reacción fue descubierta por Hahn, en Berlín, y él mismo no supo interpretar correctamente lo que había descubierto. Fue Lise Meitner quien dio con la interpretación correcta, para huir más tarde de Alemania y poner su información en manos de Niels Bohr”.

‘Manifiesto Einstein-Russell’

En 1946 se creó el comité de Emergencia de Científicos Atómicos, con Einstein como presidente, comité que inició de inmediato una campaña para producir “una gran reacción en cadena de conciencia y comunicación” e inició la publicación del famoso Bulletin of the Atomic Scientists, desde donde se desplegó una campaña contra el uso militar de la energía atómica. Años más tarde, el 11 de abril de 1955, Einstein escribió su última carta; iba dirigida a Bertrand Russell, el gran matemático, filósofo y humanista inglés (1872-1970), con la que dio fin a una serie de cartas intercambiadas entre los dos personajes en las últimas semanas. En ella, Einstein aceptaba la forma final de un manifiesto (conocido después como Manifiesto Einstein-Russell) y la lista definitiva de firmantes del mismo; en este documento se llamaba a una conferencia para estudiar los peligros de la guerra y de la carrera armamentística; de esta iniciativa surgieron las Conferencia Pugwash, que desde entonces y año a año reúne a científicos de todo el mundo para avanzar en sus propósitos de desarme y paz.