Los números advertían de lo peligrosa que podía ser Holanda, un equipo que llevaba 25 partidos sin perder y que había ganado los seis que había disputado en el Mundial, entre ellos el disputado a la imponente Brasil. Bastaron apenas unos minutos para que quedase de manifiesto el porqué de esos éxitos y, sobre todo, el cómo. La selección de Bertt van Marwijk pone lo justo para ganar, pero aporta cantidades ingentes de recursos para desnaturalizar al contrario. Tiene en Sneijder y en Robben dos armas letales, pero las utiliza muy escasamente. Su fuerte como equipo está en una determinación de la que la dureza es un componente fundamental. España no tardó en saber en sus carnes con quién se estaba jugando el título. En el primer minuto Van Persie cazó a Busquets. Tres minutos después los holandeses ya habían cometido cuatro faltas, a cada cual más brutal. Hubieron de pasar diez minutos más para que el árbitro les sacara la primera tarjeta amarilla.

'Referee' inglés

Los árbitros ingleses tienen una buena reputación que no merecen. Se la da no su acierto, sino el medio en el que actúan. En su país son respetados como no ocurre en otros países con sus jueces futbolísticos. Los futbolistas acatan sin protestar sus decisiones y la prensa no suele juzgarles. Pero eso no quiere decir que sean buenos, como no es necesariamente buena la tolerancia que suelen mostrar, sobre todo cuando confunden el juego fuerte con la brutalidad. Holanda sobrepasó ese límite muchas veces durante la primera parte mientras Howard Webb contemporizaba hasta extremos inauditos. El récord de brutalidad lo estableció una feroz entrada de De Jong a Xabi Alonso, a quien acometió en el pecho con toda la planta de su bota. Era una entrada de expulsión directa, pero sólo mereció una tarjeta amarilla. Pero, sin ese exceso puntual, la contumacia de Van Bommel no le anduvo a la zaga. Los holandeses tomaron la medida al árbitro y terminaron de ahormarle protestándole todo lo que pitaba, con lo que el efecto se reforzó.

España sufrió

Por más que Holanda intentase sacar de quicio a España no la hizo descarrilar. La hizo, eso sí, jugar con un estilo diferente del habitual, con menos posesión de balón y, en consecuencia, con menos opciones atacantes. A España en este Mundial le ha costado crear ocasiones. De ahí el mérito de Villa, cuyo porcentaje de acierto, muy alto, ha compensado esa escasez. Pero la posesión de balón le libraba de sufrir demasiado. Anoche hubo una fase del partido en que padeció de las dos carencias. Fue la gran oportunidad de Holanda, pero no logró aprovecharla. En el minuto 61 se produjo la temida conexión entre Sneijder y Robben. Un pase vertical del primero puso en ventaja al segundo por el mismísimo centro del campo. Robben dejó atrás a Puyol y enfrentó en vertical a Casillas, pero su ex compañero del Madrid, un as de los mano a mano, le tapó la portería, venciéndose hacia la izquierda mientras estiraba la pierna derecha hacia el otro lado, justamente hacia donde fue el balón, que encontró el pie del portero español. Tal vez ahí Holanda perdió su última oportunidad de ganar el partido.

Y supo remontar

España captó seguramente el mensaje de confianza que le enviaba su invulnerable capitán y comenzó a cambiar. La ayudó un nuevo cambio afortunado de Del Bosque, que dio entrada a Navas para que entrara por la banda derecha, en sustitución de Pedro, que había jugado entre líneas. Curiosamente, o no tanto, el cambio hizo que Xavi comenzase a entrar cada vez más claramente en el partido. Más abierta y creando más espacios, la selección española no sólo tuvo más el balón sino que percutió mejor con él, al contar con más alternativas atacantes que la de Villa, vigilado de forma agobiante por la defensa naranja. Villa tuvo en su pie derecho la solución del partido en el minuto 68, tras una entrada de Navas por la derecha, pero un defensa tapó su remate a boca de gol. Poco después una conexión de Xavi con Villa terminó en un córner que el poderoso Sergio Ramos remató con todo a favor, pero el balón se le fue alto.

Prórroga decisiva

Con Holanda cada vez más agazapada, España forzó el ritmo en la prórroga. Poco antes de que se llegara a ella Del Bosque jugó la baza de Cesc. España tiene un gran equipo en la medida que tiene muy buena alineación titular -la que sea- y un banquillo extraordinario. Es un lujo contar con recambios como Cesc. El capitán del Arsenal ha vivido desde la banda un Mundial quizá frustrante para sus aspiraciones, pero ello ha aumentado tal vez su ambición. Salió con tanta hambre de gloria que, cuando en el minuto cuatro de la prolongación encaró la portería de Stekelenburg no vio que Villa corría solo a su lado. Si le hubiera dado el balón, habría sido gol seguro. Al intentar marcar él, estrelló el balón en el portero.

Un gran final

El pase para esa gran ocasión había partido de Iniesta, que empezaba a iluminar el Soccer City con detalles resplandecientes. Mientras tanto Xavi había tomado las riendas. Holanda estaba cada vez más sometida y la expulsión de Heitinga la debilitó otro poco. Su esperanza comenzó en centrarse en llegar a los penaltis, una posibilidad de la que quiso huir España. La lucha se hizo agónica, pero quien tenía la luz era el equipo que vestía de azul. Del Bosque echó mano una vez más de Torres. No estuvo bien, pero al menos participó en una ocasión que resultó crucial, para hacer de pivote en una combinación en que, tras un rebote, el siempre directo Cesc encontró desmarcado a Iniesta. Y el genio albaceteño no falló. Controló el balón en el aire y lo cazó con una semivolea que no pudieron interceptar ni Van der Vaart ni su portero. España había abierto al fin la puerta de la gloria. En medio de la locura, Iniesta, quién lo diría, se ganó una tarjeta amarilla. Lo hizo, al parecer, por quitarse la camiseta para que se viera bien la que llevaba debajo, con una dedicatoria a su amigo Jarque, el capitán del Español, muerto hace un año de forma repentina. Los héroes de ese equipo que ha dado al fútbol español el triunfo más grande de su historia están hechos de ese noble material. Un motivo más para admirarlos, por si no fueran bastantes los que llevan ofreciendo en estos años que estamos viviendo como gozosos y que son ya inolvidables.