En esta exposición titulada Bill Viola. Espejos de lo invisible (Fundación Telefónica, hasta el 17 de mayo), se recogen desde algunos de los primeros trabajos del videoartista Bill Viola (Nueva York, 1951), como The Reflecting Pool (1977-79), una de sus producciones más conocidas, hasta algunos de los últimos, como la tetralogía que compone la serie Mártires, concebida por el artista en 2014 para la catedral de Saint Paul de Londres. "Para mí, el arte es el proceso de despertar el alma", dice Bill Viola en una frase que figura en la exposición, que en esta ocasión está comisariada por Kira Perov, esposa del artista y, "ángel de la guarda de su obra", como se autocalifica.

Se recomienda hacer a esta exposición una visita sin prisas, recreándose en cada uno de los videos que se han instalado a lo largo del recorrido, que exigen una atención pausada ante la extrema ralentización de las imágenes y los contenidos simbólicos y espirituales, que trasladan al espectador al campo de los conceptos universales: la muerte, el espacio, el paso del tiempo, la soledad? La obra de Bill Viola, como se muestra en esta exposición, busca encontrar un sentido a la condición humana y al tránsito de la vida a través de un variado universo simbólico. Es una investigación en la espiritualidad del ser humano.

Se aprecia, junto a la evolución artística de Viola, el desarrollo de la tecnología del vídeo. Si en The Reflecting Pool el artista exploró las posibilidades de la imagen electrónica utilizando su propio cuerpo como modelo, en Mártires incorpora la tecnología más puntera, como el slow motion, la cámara lenta y el montaje en bucle para llevar a cabo producciones muy complejas en las que introduce efectos icónicos muy sofisticados con los que consigue que los rostros de los actores muestren las actitudes más expresivas de su mundo interior. Desde la suspensión del tiempo, como en The Reflecting Pool hasta la exhibición de su propio ritmo respiratorio en Incrementation (1996), a través del que se enfrenta a su propia mortalidad, Viola muestra su fascinación por el paso del tiempo, también presente en la escultura Heaven and Earth (1992), donde enfrenta los rostros de una anciana y un recién nacido.

El agua, un elemento recurrente en Bill Viola, tiene en su obra significados diversos. Puede representar la pureza, la serenidad, la calma, la redención o la paz. En Ablutions (2015) tiene un sentido purificador, con un hombre y una mujer lavando sus manos en un primer plano ralentizado. En Self Portrait, Submerged (2013), Bill Viola yace en un río con los ojos cerrados mientras el agua, elemento esencial de la vida, expresa a la vez el devenir, el nacimiento o el reflejo.

Muchas de las instalaciones de Viola han recogido la historia del arte, fundamentalmente la Baja Edad Media y el Renacimiento. Otras se refieren a las influencias de tradiciones como el budismo, el zen, el sufismo islámico o el misticismo cristiano. Lo hacen a través de alusiones a retablos de iglesias, como en Catherine's room (2001), donde representa cinco momentos de la vida íntima de una mujer en actividades cotidianas. En la ya citada Mártires muestra a través de cuatro pantallas diferentes los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua, que simbolizan cuatro martirios sobre la acción, la fortaleza, la perseverancia, la resistencia y el sacrificio.

La exposición puede visitarse on line en https://www. fundaciontelefonica.com/cultura-digital/publicaciones/bill-viola/694/