Si hemos de creer a nuestras autoridades -y también a las de los países vecinos- estamos en guerra contra el coronavirus. Un enemigo invisible para el ojo humano y solo perceptible utilizando una lente microscópica en un laboratorio. De momento, no hay un arma eficaz para destruirlo hasta que se encuentre la vacuna adecuada y por tanto su avance es imparable. Por lo poco que sabemos, la infección prospera pasando de un cuerpo humano a otro cuerpo humano (los animales de compañía no lo padecen) y nuestra única defensa para pararlo consiste en no salir a la calle y guardar una distancia de seguridad con otros cuerpos, que los especialistas calculan de metro o metro y medio, un tramo que el bicho no puede saltar si no lo ayudamos con un estornudo.

Sobre las condiciones atléticas de bichos diminutos y parecidos a estos ya nos había alertado hace tiempo Jesús Sancho Rof, entonces ministro de Sanidad de UCD en un Gobierno de Calvo Sotelo cuando quiso explicar a la opinión pública la crisis del llamado "Aceite de colza" que provocó un envenenamiento masivo y muchas muertes. El político gallego dijo en aquella ocasión que el responsable de la catástrofe sanitaria era un "bichito" tan pequeño que si caía al suelo desde la mesa tras la que estaba hablando se mataría sin remedio. La explicación del ministro provocó hilaridad pero contribuyó momentáneamente a distraer la atención de una ciudadanía angustiada por un sucesión de fallecimientos. Los tribunales de Justicia acabaron condenando como responsables a varios industriales aceiteros, pero Rafael Pérez Escolar, exjuez y compañero de Fraga Iribarne en la aventura electoral de los Siete Magníficos (todos ex altos cargos franquistas) reveló en sus Memorias que la causa real podría haber sido una fuga bacteriológica de etiología desconocida procedente de la base militar de Estados Unidos en Torrejón de Ardoz.

Por lo que respecta a la crisis actual, las autoridades sabrán si el empleo de un lenguaje bélico podrá contribuir, o no, a mantener la moral de la población para afrontar las penalidades que seguramente nos esperan de ahora en adelante. Estos días le hemos oído decir al presidente de Gobierno, señor Sánchez, "esta batalla la vamos a ganar", así como rescatar la famosa frase de Winston Churchill al pueblo británico al inicio de la Segunda Guerra Mundial prometiendo "sangre, sudor y lagrimas". Y ya solo falta, para emocionar a la tropa ,que alguien proponga salidas en masa a balcones y ventanas para recitar a voz en grito el eslogan "¡Si se puede!"con el que los aficionados al fútbol intentan insuflar ánimo a los jugadores de su equipo favorito en situaciones de especial dificultad.

Supongo que, el recurso a la sentimentalidad patriótica es lícito en circunstancias como las que estamos viviendo. Pero no puede hacernos olvidar los recortes en inversión y personal con que bastantes gobernantes autonómicos han castigado a la transferida sanidad pública, que es ,junto con Educación, el servicio del cual podemos sentirnos legítimamente orgullosos. A la hora de terminar este articulo, oigo en los medios que la China Roja ha manifestado haber descubierto una vacuna eficaz contra el coronavirus. Ojalá que sea cierto.