Medía apenas 1,50 metros pero estaba dotada de una impresionante fortaleza tanto física como mental, así como de una profunda fe. Amarinta Ross (tras liberarse se cambió el nombre por el de su madre) trabajó desde niña en los campos del estado de Maryland y, aunque no sabía ni leer ni escribir, tenía un conocimiento exhaustivo de la naturaleza. Protagonizó su primer acto consciente contra el sistema esclavista a los 12 años, cuando se interpuso para evitar que le dieran una paliza a otro esclavo y recibió un golpe en la cabeza que le provocó narcolepsia, una alteración del sueño que podía sumirla en un profundo sopor en medio de una conversación. En el año 1849 huyó con dos de sus hermanos utilizando la red conocida como Railroad Underground, una serie de vías secretas y casas seguras que miles de esclavos utilizaban para fugarse al norte. Desde allí, volvió al sur clandestinamente en múltiples ocasiones para guiar a decenas de esclavos hasta la libertad por las mismas rutas.

Harriet Tubman no se andaba con chiquitas. Si a alguien se le ocurría dar media vuelta por miedo le encañonaba con su revólver y le decía: "Sigue adelante o muere". Su fama creció hasta tal punto que se puso precio a su cabeza y entre los afroamericanos empezó a ser conocida como The Moses of her people. Se enroló en el ejército de la Unión durante la guerra de secesión y su experiencia clandestina la llevó a infiltrarse como espía en las fuerzas confederadas. Fue la primera mujer que dirigió una operación de combate, pero también fue enfermera y, gracias a su conocimiento de las plantas medicinales, trató a los soldados de enfermedades como la disentería. Vivió en la pobreza hasta que, a los 78 años, le concedieron una pensión como veterana de guerra. Tras el conflicto, se volcó en la lucha por el voto femenino y entró en los círculos sufragistas que, tras aprovechar el antiesclavismo para la causa, limitaron su lucha al derecho a voto de las mujeres blancas.