En una España que llevaba casi medio siglo en blanco y negro, lacrada por la dictadura de Francisco Franco, refrendada por la iglesia católica, el estreno del musical Jesucristo Superstar supuso un impacto enorme. Si a esa devoción casi obligatoria que se vivía en este país se le sumaba la inexistencia de algún referente sobre teatro musical más allá de las zarzuelas no es difícil imaginar qué sucedía entre las paredes del teatro durante las funciones, donde no sólo acudían jóvenes prehippies con sensibilidad artística o en busca de nuevas experiencias sino que en la mayoría de los casos recibían a españoles cautos que se entregaban al descubrimiento de la actualizada -y humanizada- imagen de Jesús que propone el libreto de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, adaptado al español y estrenado en 1975 en el teatro Alcalá Palace de Madrid, hace ahora 45 años.

Teddy Bautista, que además de director musical de Jesucristo Superstar interpretaba a Judas Iscariote en aquella primera versión recuerda que desde las butacas, "cuando Camilo en el papel de Jesús y yo teníamos un enfrentamiento en el escenario, el público me gritaba ¡Vas a arder en el infierno! Era tremendo", dice ahora poniéndose en el papel de aquellos espectadores vírgenes de tantísimas cosas. "Pero iba más allá de eso", prosigue. "Era algo que transmitía aquella propuesta y se sentía y respiraba en toda a sala. Yo recibí un golpe en una función y me tuve que ir del teatro a darme unos puntos en una oreja. Me cosieron rápido y volví para ver en directo las últimas escenas. Fue impresionante", dice sobre la mágica sensación que le supuso convertirse en un perplejo espectador ajeno a todo lo que él y sus compañeros habían montado. Cuando, por ejemplo, flagelaban sobre el escenario al personaje de Jesús los asistentes chillaban: ¡No le pegues! ¡Es solo un hombre!

Pero no hay mejor ejemplo de aquella comunión entre público y elenco que un recuerdo de Camilo Sesto: "Cuando mi madre fue a ver el musical y en un momento dado, yo cantando como Jesús decía '¿Dónde estás, madre?', ella gritaba desde la butaca: 'estoy aquí, mi hijo".