Entre Madrid y su casa en Tenerife, el más pequeño de los Espinosa Boissier vive con cierta pena el no haber podido conocer a su padre. El nació dos meses después de su muerte en enero de 1939. Tal vez esa circunstancia lo ha llevado a indagar de manera impenitente en la obra del literato canario. Encima de una mesa, casi como un gran botín, tiene todas las ediciones que se han hecho de Crimen, de Lancelot, artículos de revistas, de periódicos en los que se habla de Espinosa y fotos. Las coge y explica con detalle el momento en el que hicieron, quien está junto a sus padres y hasta algunas de las frases a mano que escribió el inolvidable Agustín.

En el salón del piso de Madrid hay recuerdos por todos lados, y en una pared, un cuadro de grandes proporciones de su madre, Pepita Boissier. "Es guapa", dice, después explica que pidió a sus hermanos que le dejaran el retrato para sentirse cerca de ella.

Agustín Espinosa Boissier, a diferencia de sus otros dos hermanos, vivió la mayor parte de su niñez y de su juventud con su abuela Isabel en Tenerife. Su madre se había quedado viuda muy joven y tenía con ella a Joaquín de cinco años y a Fernando de uno. La familia decidió que el menor de todos podía quedarse un tiempo en la casa de Los Realejos, y al final se quedó hasta los 23 años, cuando decidió venirse a Madrid a hacer el doctorado en Química.

Espinosa Boissier se acuerda perfectamente de la primera vez que acudió a una conferencia en la que se hablaba de su padre. Y como uno de los asistentes se levantó en mitad del acto y proclamó que Agustín Espinosa era uno de los mejores escritores canarios del siglo XX. Y es que en la casa de su abuela no se hablaba de la obra y los avatares de su padre.

A cada paso, después de cada uno de los hallazgos, los hijos de Espinosa terminan por sentirse más orgullosos. La figura del autor de Lancelot se hace más grande, más nítida. Su talento, ese que se trató de ocultar. Y sienten rabia y hablan de injusticia, por lo mal que lo han tratado.

Para el más pequeño de esta saga uno de los momentos más importantes de ese reconocimiento fue cuando el Gobierno de Canarias eligió a Espinosa como emblema del Día de las Letras. Y él, el pequeño Agustín, acompañado de Joaquín, se encargó de decir unas palabras en nombre de los tres hermanos. Un discurso que guarda entre sus tesoros y en el que dijo: "pienso que rememorar a Agustín Espinosa es un acto de reconocimiento que la sociedad tiene con este escritor y su brillante obra".

Además, esas palabras las pronunció muy cerca de su casa, en Los Realejos, donde pasó su infancia al lado de su abuela Isabel.