Luis Dávila es un pata negra no solo del diseño de reinas, sino del Carnaval. Su nombre es sinónimo de rondallas, comparsas, agrupaciones musicales, coreográficas y murgas adultas e infantiles a las que él ha vestido desde que se inició en el mundillo de la fiesta de la máscara por inquietud personal y respaldo familiar.

Nacido el 14 de septiembre de 1946 en La Laguna, lo cual ya es una dicha para un vecino de Aguere por su coincidencia con la festividad del Cristo, Luis Dávila -el segundo de dos hermanos- es hijo de un militar que luego trabajó en la Universidad de La Laguna, hasta su jubilación; y su madre, ama de casa. Con una humildad imperturbable, define a su padre como un manitas, de quien conserva todavía hoy en su casa alguno de los muebles que elaboró. Sirva esta referencia como demostración que la pasión por el Carnaval -cuando ni siquiera era como ahora, puntualiza Dávila- comenzó de la mano del propio Luis y la complicidad de su hermano Jorge Pedro y, en particular, su cuñada Pilar Negrín, que hacía posible las ocurrencias sensacionales de Dávila. Más que una marca, Luis fija un estilo en la fiesta de la máscara, con la patente de una originalidad artesanal.

Cumplió la ilusión de su madre, y culminó los estudios de Magisterio. Fue al cuartel y, de regreso, comenzó a trabajar como escaparatista en los Almacenes Gámez de La Laguna, donde entregó 32 años de su buen hacer. En el Carnaval comenzó cuando estaba disfrazado de Fiestas de Invierno, a finales de la década de los años sesenta, comienzos de los setenta. Hasta ese momento, Gonzalo Sabina había realizado los diseños para la rondalla Orfeón La Paz. A su fallecimiento, la formación lírica buscó alguien que tomara el relevo y el hermano de Luis Dávila, Jorge Pedro -que cantaba en el coro-, se ofreció a tomar el relevo junto con su esposa, Pilar Negrín y Luis. El primero se encargaba más de dar forma a las ideas y su hermano se encargaba de la elección de las telas con su cuñada, una exquisita costurera.

La misma inquietud por iniciarse en el diseño de las rondallas le llevó, casi de la misma forma, a crear las fantasías de la comparsa madre del Carnaval, Los Rumberos. Precisamente en el Orfeón La Paz había un componente que acudía al hogar de la familia Dávila para probarse y que tenía amistad con Manolo Monzón, el padre de la modalidad de cuerpo de baile. El rondallero le hizo saber a Monzón del interés de Luis Dávila por diseñar sus fantasías. Dicho y hecho. Un día Manolo se plantó en la casa de Luis y comenzó la larga trayectoria de colaboración con la comparsa. Algo similar también ocurrió con otra agrupación de la colección Dávila: Bohemios, formación pionera de la modalidad que este año celebra las bodas de oro de su fundación. A través de una amiga que regentaba un comercio, puso al grupo en contacto con Dávila con Bohemios, en su segundo año de participación, porque estaban buscando un diseñador. Luis Dávila, pionero de la fantasía de Carnaval junto con María Isabel Coello y Miguel Ángel Castilla, entre otros, precisa que Bohemios apostó por sacar reinas, y de hecho cosechó dos cetros con la formación que lideran en la actualidad Pepín y Peque Guiance, testigo que defiende Mabel Guiance.

Tener un Dávila era un sello de identidad: Orfeón, en rondallas; Rumberos, en comparsas; Bohemios, en grupos coreográficos; Gavilanes, en agrupaciones musicales, y luego Purahey, y Bambas y Bambones, en murgas infantiles y adultas, y más tarde la comparsa Tamanacos... Este creador lagunero ha tocado todas las modalidades del Carnaval y presentado reinas en tres de los templos donde se han celebrado galas: el teatro Guimerá, la plaza de toros y la plaza de España. "Antes se cosían los diseños; en la etapa del Guimerá ni se conocía la silicona", advierte Dávila, para añadir que él se dedicaba más a la construcción de los tocados y espaldares que solo él tenía en mente. "Hoy, bendita silicona, porque los adelantos que hay en los materiales han permitido disfraces más vistosos, voluminosos y espectaculares". reconoce. Sin embargo, en la plaza de España cerró su etapa como diseñador de reinas. De los tres aforos, el entorno ideal para Luis Dávila, si bien añora la perspectiva que permitía la plaza de toros, y hasta el Guimerá. "Los trajes se veían desde arriba; ahora solo se ven de frente, y eso ha marcado la evolución del diseño también".

También es cierto que se ha ampliado el presupuesto. "Antes se presentaba un traje de candidata de reina con el mismo disfraz del grupo al que representaba y un poco más arreglado con plumas para darle volumen", precisa.

Para Luis Dávila, maestro de diseñadores, Justo Gutiérrez es un creador fantástico: por gusto e ideas, y también destaca a Leo Martínez, y Santi Castro, de los que van quedando, al que suma Daniel Pages. "El resto de diseñadores van a caballo de otros; no arriesgan", lo que justifica porque "las empresas son las que pagan y quieren ganar el cetro; eso obliga a ir sobre seguro". Luis Dávila prefiere que otros valoren su trabajo antes destacar algo de su obra. "He aportado un granito de arena, pero es el público el que debe decir". Llevar un Dávila en Carnaval ha sido sinónimo de alta costura.