Mauro Pérez, futbolísticamente hablando: el anecdotario 'birria' de 'El Patanga'

Homenaje a Mauro Pérez Rodríguez, delantero lagunero de corazón isorano que llegó a pertenecer al Real Madrid, ascendió con el Tenerife a Segunda en 1971 y se proclamó campeón de la Primera venezolana justo antes de colgar las botas para continuar ligado al fútbol en la Isla como técnico.

El homenajeado Mauro Pérez con la alcaldesa Ana Dorta y miembros de la Peña Barroso.

El homenajeado Mauro Pérez con la alcaldesa Ana Dorta y miembros de la Peña Barroso. / San Acosta

Julio Ruiz

Julio Ruiz

Santa Cruz de Tenerife

Cuentan que si a Mauro Pérez se le ocurría intentar desconcentrar a un jugador del equipo rival dedicándole algún comentario ofensivo, enseguida lo matizaba aclarando que lo había dicho «futbolísticamente hablando». Así desmontaba cualquier amago de conflicto. Picaresca sin mala fe utilizada como herramienta de supervivencia trasladada al fútbol, una de sus pasiones, junto a la familia y las amistades, transmisoras el viernes de un homenaje por su trayectoria como deportista, marido, padre, compañero, entrenador... Un gesto de agradecimiento a un hombre carismático, divertido, entrañable, de esos que dejan huella y con los que es imposible enfadarse. El Patanga, pulgares arriba y repartiendo besos y abrazos volados, tuvo su noche en el Auditorio de Guía de Isora durante un acto organizado por la Peña Barroso, de Chío, con la colaboración del Ayuntamiento y presentado por José Manuel Pitti. «Como el Pati no hay ninguno», coreó un abarrotado recinto, con la presencia, entre otros muchos, de exblanquiazules como Alberto Molina, José Juan Gutiérrez, Felipe Martín, José Luis Cabrera o David Amaral. Una noche de tinerfeñismo, advirtió el maestro de ceremonias como punto de partida. 

El gol del torero y otros

Porque Mauro es un anecdotario birria, o futbolero en realidad. Una fuente inagotable de vivencias de aquel Tenerife que pudo dejar atrás la Tercera División a finales de los años 60 para ir cogiendo camino, una vez más, en Segunda. Del 'libro' de Mauro, el gol del torero –celebrado hacia Tribuna antes de que el balón entrara en la portería tras ejecutar una vaselina–; un penalti de pillo al poner el balón con sus manos en las de Madariaga, defensa del Baracaldo, dentro del área; el pique con el centrocampista del Oviedo Felipe Sistiaga, que salió del Heliodoro dispuesto a localizar su domicilio y se cobró la venganza en el Tartiere... Son solo algunos ejemplos de la particular relación de Mauro con el fútbol. Pinceladas de una carrera que dio para mucho más. Entre otras cosas, para que fichara por el Real Madrid, con el que no llegó a debutar en un partido oficial, para jugar en Segunda División con el Recreativo, Hércules, Celta y Tenerife, o para ser campeón de la máxima categoría de Venezuela.

Mauro (La Laguna, 11/2/1946) quedó huérfano de padre con solo 18 meses y creció con sus abuelos por la decisión de su madre de emigrar a Venezuela. Siendo estudiante del lagunero colegio Nava, comenzó a jugar al fútbol en el infantil del Arenas. Luego, estando interno en San Ildefonso, en Santa Cruz, amplió su aprendizaje deportivo en el infantil del Toscal. 

Primer intento del Tenerife

Con 15 años recibió una oferta del Tenerife para que se uniera al juvenil B, pero Mauro se veía para algo más y no aceptó. Su siguiente paso fue viajar a Venezuela con su hermano pequeño, Tino, para reunirse con su madre y su padrastro. Allí empezó a trabajar en una empresa familiar repartiendo frutas y verduras en hoteles de Caracas en horario nocturno. Mientras tanto, continuó jugando al fútbol en un equipo llamado Nivaria, de categoría regional. Sus condiciones no pasaron por alto para un club superior, el Canarias. El fichaje se cerró en 1962 y le permitió a Mauro estrenarse en la Primera venezolana. En esa etapa pudo participar en un amistoso ante un Benfica proclamado en ese año campeón de Europa, con Eusebio como figura. La actuación del tinerfeño acabó siendo la verdadera noticia de ese partido. De hecho, el club portugués trató de hacerse con sus servicios, pero se rindió por las altas pretensiones económicas establecidas por el Caracas. 

De manera inesperada, fue el Recreativo el que pudo contratar a Mauro en 1964. Tras ser descubierto por un directivo del equipo onubense que estaba de vacaciones en Venezuela, el Decano se lanzó a por la adquisición al enterarse de que Pérez había estado jugando en el Caracas de manera ilegal por no tener el correspondiente transfer. El 'Recre' no tuvo que pagar para llevarse al delantero. 

La triada que cambió su vida

Con la escuadra de El Colombino marco seis goles en 28 partidos de la Segunda División 66/67 y captó el interés de clubes más potentes. Entre ellos, el Real Madrid, con el que firmó en 1965 pero en el que solo pudo intervenir en ensayos de pretemporada. El servicio militar alejó a Mauro inicialmente del equipo blanco. Tras ser destinado a la base aérea de Alcoy, fichó a préstamo por el Hércules para la campaña 1966/67 (15 partidos y dos goles). A su regreso al Real Madrid, no terminó de convencer al entrenador Miguel Muñoz y volvió a salir cedido, esta vez al Celta, con el que vivió el ascenso a Primera de 1969 y donde sufrió una grave lesión, una triada.

 Así, en el que debía ser el mejor momento de su carrera, tuvo que parar. El Real Madrid se hizo cargo de la operación y de una larga recuperación que terminó coincidiendo con el final de su contrato. Así pasó de asomarse a la élite a tener que retornar a casa sin equipo. 

Fue entonces cuando el Tenerife se volvió a cruzar en su camino. La conexión se estableció de manera casual. Un dirigente del club blanquiazul se encontró a Mauro viendo un partido en Icod y le propuso que echara «una mano» sin más compromiso que ese. El representativo había pasado el mal trago de dos intentos frustrados de ascender a Segunda División, un objetivo que finalmente pudo conquistar a la tercera, en 1971 con García Verdugo como entrenador y jugadores como Alberto Molina, Domingo Rivero, Lesmes, Cabrera, Pepito Reyes, Jorge Fernández, Juanito El Vieja o el propio Mauro, que continuó en el Tenerife hasta el final de la temporada 74/75 (94 partidos y 21 goles en Segunda). En su penúltimo curso como blanquiazul (73/74), el club se quedó a dos puntos de subir a Primera.

Florentino Pérez, ‘presente’

El tránsito de Mauro a los banquillos se produjo en Venezuela, en 1976. Una «irrechazable» oferta del Galicia le hizo cruzar otra vez el Atlántico. Allí alternó su función de jugador con la de segundo técnico. La experiencia resultó positiva:campeonato liguero y participación en la Copa Libertadores. 

Tras colgar las botas, emprendió el viaje de regreso a la Isla y continuó ligado al fútbol. Fijó su residencia en Chío, trabajó como conserje del instituto Almácigo y se desarrolló como entrenador en el Concepción, Interián, San Lorenzo, Buzanada, Valeriana, El Roque, San Miguel, Santa Ana y, por supuesto, el Unión Isora, así como en la Escuela Municipal.

En ese trayecto en los banquillos llegó a enfrentarse a un equipo dirigido por su hijo Mauro, en un Unión Isora-San Miguel. «Fue una batalla, mi madre nos pidió que no la armáramos, pero él la armó, acabó expulsado», relató el que fuera director deportivo del Tenerife, presente en el auditorio junto a su hermano Rayco y su madre Candelaria, que aclaró el origen del apodo de su marido: «Es de familia, a su abuelo lo llamaban así». También intervinieron la alcaldesa de Guía de Isora, Ana Dorta, y representantes de la Peña Barroso y de los clubes que entrenó. Yentre los regalos, la camisetas de los cinco equipos españoles en los que jugó. La del Madrid, firmada por Florentino Pérez. «Soy amigo de todos», bromeó El Patanga. «Este hombre no cambia», decían desde las butacas.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents