Triunfo ante el Cádiz del Tenerife que debió ser
El equipo blanquiazul vuelve a ofrecer un notable rendimiento bajo la supervisión de Cervera, alejado de la imagen de muchos de los encuentros de la primera vuelta.

Partido de Liga CD Tenerife-Cádiz CF / María Pisaca

Viendo al Tenerife en su triunfo ante el Cádiz (2-1), con sus tramos de superioridad y de sufrimiento y con capacidad de reacción, cabe preguntarse dónde estaría ahora si hubiera ofrecido ese mismo rendimiento en la mayoría de partidos de una primera vuelta desperdiciada. Este es el equipo que debió ser entonces. Pero de poco vale enredarse en lo que ya no tiene arreglo. La de este domingo no fue una demostración aislada. Desde el regreso de Álvaro Cervera al club, a comienzos de enero, pasó lo mismo en encuentros que también terminaron con victoria -Castellón, Albacete y Huesca- y en otros en los que no acompañó la suerte -Zaragoza, Elche, Málaga y Racing-. De todo esto se puede sacar la conclusión de que, clasificatoriamente hablando, el Tenerife siempre ha estado muy por debajo de su verdadero potencial: siempre en puestos de descenso a Primera RFEF. Ahora, con solo diez jornadas para que se complete el calendario, está a medio camino del 'campamento base': 25 puntos con apenas 30 en juego.
El partido nació con sonido de despertador, el del impacto del balón con el poste de la portería del Cádiz sin que se hubiera cumplido el primer minuto. El ejecutor, Yann Bodiger en una posición más de centro que de remate, desplazado hacia el costado izquierdo del ataque blanquiazul. La maniobra inesperada sorprendió a David Gil, que había dado unos pasos adelante para atrapar el pase aéreo que había imaginado. En cambio, el francés optó por lo contrario, por una potente volea que se estrelló en el palo. Fue una sacudida que tuvo continuidad por parte de un Tenerife activado, dinámico y eficaz en la presión en el campo contrario, y peligroso en la invasión de espacios y en la ruptura en velocidad.
El pulso se inclinó pronto del lado blanquiazul, por méritos propios, ante un rival al que le costaba desarrollar su plan y casi siempre se quedaba a medias, atrapado en la desconexión entre su intención de generar fútbol desde atrás y la aislada posición de sus atacantes. El Tenerife, más práctico y concreto, ensanchaba el campo, sobre todo con su insistencia por la banda de David y Waldo, e irrumpía con desmarques, siempre vertical. Y finalizaba cada vez que podía. Luismi cogió el testigo de Bodiger con un saque de córner acompañado de una ráfaga de viento a favor que estuvo a punto de acabar en gol directo (7') y con un golpeo con rosca desde la frontal del área que no cogió camino (18'). Maikel, ejerciendo de delantero como en el 2-0 al Huesca, también fue poniendo de su parte, alguna vez con el fuera de juego como estorbo pero, en definitiva, dando juego dentro y fuera del área, como en una acción que terminó con un remate picado de Waldo para ampliar el repertorio (22').
Por todo esto, no sorprendió que acabara cayendo el 1-0. Fue en el minuto 24 tras una falta lateral lanzada por Luismi al área con la idea de encontrar un cabeceador. Y lo hizo, pero no de su equipo, sino de un defensor, Rubén Alcaraz, que prolongó la trayectoria y coló sin querer la pelota en su propia portería. Con el balón en la red y a falta de un anotador blanquiazul, las felicitaciones fueron a parar al extremo gaditano. Medio gol había sido suyo para beneficio de un Tenerife superior en todo a un rival incomodo en impreciso, un Cádiz que no terminaba de funcionar. Lo más parecido a un primer remate amarillo no se produjo hasta el minuto 38, un toque desviado con la frente de Chris Ramos que domó sin problemas Badia. Más por obligación que por fútbol, los de Gaizka Garitano pisaron el acelerador con el propósito de, al menos, empatar antes del descanso, pero no llegaron a poner el verdaderos aprietos al bloque defensivo tinerfeño. En el intermedio, un 1-0 justo e incluso corto.
Garitano supo que necesitaba alterar la tendencia y optó por un doble cambio. Sacó a los extremos Matos y Sobrino y puso a los atacantes Melendo y a Carlos Fernández. Eso y la orden de llevar el partido al área local, ser más directos. El efecto fue inmediato y dio paso a los mejores minutos del conjunto gaditano, sus primeras llegadas realmente inquietantes, como un remate alto de Climent en el 56'. Cervera reaccionó con la misma proporción, dos sustituciones, Aarón y Cantero por Diarra y Maikel en el 58'. Energía para dos líneas desgastadas.
La dinámica no se modificó. El Tenerife, protegido en un bloque bajo, dejó de recuperar el balón con frecuencia y tener presencia en la zona de influencia, mientras que el Cádiz evolucionaba con posesión, paciencia y tiempo, una combinación que empezaba a poner en peligro el triunfo tinerfeño. Chris Ramos lo confirmó en un mano a mano con Badia que no supo resolver (68'). Disparo alto con petición de penalti incluida.
Y si en la primera parte no sorprendió que el Tenerife anotara, tampoco fue raro que marcara el Cádiz en la segunda. El conducto, una pena máxima cometida por Aitor Sanz al pisar la bota de Javier Ontiveros dentro del área. Lo lanzó el especialista Álex Fernández, participante como sustituto, engañando a un Badia que esta vez no pudo agrandar su fama de 'parapenaltis' (78').
En teoría, el punto no le iba a servir a nadie. El Cádiz, que trataba de engancharse a la lucha por disputar la promoción de ascenso, no se conformó y fue a por más, y el Tenerife, descolgado en la lucha por no bajar, dio un paso al frente para apurar el poco tiempo que quedaba. En el intercambio de golpes, los blanquiazules volvieron a ser mejores. El protagonismo se lo llevó Waldo, primero con un chut desde la frontal del área que despejó David Gil con apuros, sin que Cantero lograra aprovechar el rebote (82'), y luego con un preciso centro desde el costado derecho que cazó Enric Gallego para marcar el 2-1, solo delante del guardameta (83').
En la victoria, la sexta de la temporada, no faltó la aportación de Badia, salvador en el alargue con dos paradas consecutivas, una a tiro de Alcalá y la siguiente con Melendo como rematador frustrado. Y no hubo margen para más. Satisfacción en la grada por la mirada al campo, pero no a la clasificación.
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