Otra derrota de un Tenerife arrastrado por la mala dinámica
El equipo blanquiazul cae en su visita al Mirandés por 2-0 y avanzan de forma inevitable hacia el descenso de categoría. Los locales aprovechan un penalti para encarrilar el resultado.

LaLiga Hypermotion: Mirandés - Tenerife / LOF

En el comienzo del último tercio del calendario, el Tenerife está en una etapa en la que termina perdiendo haga lo que haga. Pierde cuando no juega bien y también cuando merece algo más. Está siendo arrastrado por una dinámica negativa incontrolable que ya dura demasiado y que llevará a los blanquiazules a Primera RFEF. Como se suele decir en estos casos, es un descenso virtual pero no matemático.En Anduva pasó lo de casi siempre, no fue sometido por un Mirandés que es el mejor local de Segunda y que ocupa el tercer puesto de la clasificación, empatado con el Huesca –próximo visitante del Heliodoro–, pero nada de lo que hizo le sirvió para sumar o para estar cerca de ello. A estas alturas, el Tenerife sale a competir, pero no con la misma convicción que, por ejemplo, cuando llegó Álvaro Cervera. El fatal desenlace es inevitable y esa carga se nota. Se podría pensar que es positivo que todavía queden trece jornadas, pero tal como está transcurriendo el curso, hasta parece un castigo.
Ya son cuatro las derrotas seguidas que lleva el Tenerife. Se trata de la misma racha que bloqueó al representativo en diciembre y en el primer partido de enero, tres con Pepe Mel y el de estreno de Álvaro. Y no hay manera de vencer a domicilio. Van quince intentos y nada. Es el único que sigue a cero.
La de Miranda de Ebro fue una crónica ya contada. Cuando el Tenerife estaba empezando a crecer, teniendo más el balón pasado el cuarto de hora y generando incluso alguna ocasión clara, en Anduva sobrevolaba la sospecha de que algo le acabaría pasando, un golpe de mala suerte, una acción aislada del rival... No hay una explicación clara para tener ese presentimiento, solo la propia trayectoria del equipo, la sensación de que, en el fondo, se repite lo de cada semana, que el contrario necesita poco para golpear y poner el encuentro a su favor, con lo que eso representa para un Tenerife que no remonta. Esta vez, la trampa oculta llegó en forma de penalti. El cronómetro avanzaba hacia el minuto 22 sin que hubiera ocurrido nada relevante, solo un remate de Luismi Cruz en el pico del área pequeña tras un pared con Diarra que tapó Raúl Fernández (12’), y en una aproximación del Mirandés al área visitante sin aparente peligro, Enric Gallego desestabilizó dentro a Lachuer en la carrera. Un simple roce que llevó al centrocampista jabato a la hierba. El árbitro no lo dudó y dirigió su brazo al punto de penalti. ¿Qué estaba haciendo Enric defendiendo ahí a Lachuer?En ese momento, eso ya era lo de menos. Tocaba fiarlo todo a la habilidad de Edgar Badia, un portero que había detenido tres penaltis esta temporada, uno a Morcillo, del Albacete, otro a Kaba, del Elche, que tuvo que ser repetido y que sí terminó en gol, y uno más en La Rosaleda para evitar que el Málaga ampliara su renta. También estuvo acertado en esta ocasión. Lo ejecutó Izeta y el guardameta adivinó su intención. En realidad, acertó a medias, porque el balón suelto fue recogido por el mismo lanzador para anotar el 1-0. Puñetazo al césped, patadas a los postes... Impotencia y rabia. Edgar no lo podía creer. Sin haber tenido que exprimirse, el Mirandés se había puesto en ventaja. A partir de ahí, el partido cogió velocidad, tampoco mucha. El Tenerife dejó de tener el dominio, un dominio carente de profundidad, y el Mirandés empezó a soltarse un poco en ataque. Ya había logrado lo más complicado.
Lo hizo, por ejemplo, con un chut de Panichelli desde la frontal del área con posterior bronca de Badia a sus compañeros por permitir que el argentino armara el golpeo sin la menor oposición.
Sin descomponerse, el Tenerife trataba de continuar alerta en un partido que ya se le había puesto cuesta arriba. Para colmo, David Rodríguez tuvo que ser atendido después de un forzado control del balón. El canterano, que sufrió otro percance más adelante, se mantuvo en el campo pese a todo, en esta fase con un Mirandés más insistente, de nuevo con Panichelli como amenaza volando en busca de un centro lateral que no acertó a dirigir a la portería de Badia (35’).
La mala fortuna volvió a mirar de frente al Tenerife, pero la cosa quedó solo en eso, en un sobresalto cargado de intriga por la incertidumbre de la respuesta que iba a recibir el colegiado por parte del encargado del videoarbitraje, Saúl Ais Reig, al revisar una jugada en la que el balón había rozado el brazo de Aitor Sanz dentro del área, tras un remate de cabeza de Urko Izeta y un posterior toque de Panichelli (39’). No hubo castigo y el juego continuó de camino al descanso, un tramo en el que los blanquiazules tuvieron la opción de empatar gracias a una falta cercana al balcón del área. Bodiger intentó superar por alto la barrera, pero su remate chocó en la muralla rojinegra y el intento de evitar la derrota quedó para más adelante (44’).
Cervera movió piezas. Quitó al renqueante David y a un negado Gallego y puso a Medrano y a Ángel. No hubo efecto. El Mirandés tomó los mandos con más seguridad y fue amasando poco a poco un triunfo mucho más cómodo. Juan Gutiérrez tuvo el 2-0 en el 52’ tras una falta lanzada por Reina.
La respuesta no tardó en caer. La protagonizó Diarra con un remate desviado a la altura del punto de penalti, después de una dejada de Ángel. Sin nada que perder, el técnico afiló el frente de ataque con Waldo y Teto por Bodiger y Luismi Cruz cerca de la hora de partido. El primer balón tocado por Waldo se convirtió en otra llegada clara. Tachi le quitó el remate a Diarra (59’).
Ahí se acabó el Tenerife, no por falta de voluntad, sino porque el Mirandés sí atinó y sentenció con el segundo tanto. Lo anotó Reina empujando el balón con la frente para enriquecer una combinación en la que habían intervenido Gorrotxategi yJoel Roca, y aprovechando la pasividad de la defensa. El 2-0 en el 68’ ya fue definitivo.
El tiempo fue pasando sin más. Los locales no tuvieron la necesidad de apretar ni el deseo de hacer daño, y a los visitantes ya no les quedaban ni energía ni confianza para alterar su destino. El Mirandés, que celebró al final la conquista de la permanencia -ya tiene 51 puntos- se sintió ganador y el Tenerife, con Maikel por Aitor Sanz como último cambio, asumió con más presencia que fe que estaba dando otro paso hacia el descenso.
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