La olvidada historia del mítico gol que descendió (o casi) al CD Tenerife

En la década de los 90 del siglo XX se gestó uno de los mejores goles a balón parado de la historia, la versión primigenia del que este viernes en Málaga sepultó casi todas las opciones de permanencia del equipo blanquiazul

El final del partido del viernes en Málaga.

El final del partido del viernes en Málaga. / LOF

Jaime Pérez

Santa Cruz de Tenerife

El Club Deportivo Tenerife va de camino al cadalso. La rocambolesca situación que vive el equipo blanquiazul a nivel institucional ha hecho mella en lo deportivo hasta límites insostenibles. 

Lejos quedan aquellos gloriosos, casi mí(s)ticos, años 90 del pasado siglo en los que el Tete fue grande. 

Década en la que se gestó uno de los mejores goles a balón parado de la historia, la versión primigenia del que este viernes en Málaga sepultó (aún no matemáticamente, pero… seamos sinceros) todas las opciones del representativo tinerfeño de mantenerse en la categoría de plata.

Una jugada del Málaga-Tenerife.

Una jugada del Málaga-Tenerife. / LOF

El “gol”

Hagamos memoria. Solo había pasado un par de jornadas desde que se iniciase la temporada 94/95. 

Tras conseguir el heroico sueño de jugar la UEFA, dos imperecederos ídolos blanquiazules ya militaban en las filas del Real Madrid: en el banquillo, Jorge Valdano; en la medular, Fernando Redondo. En el equipo contrario, otro icono tinerfeñista, Óscar Dertycia

Los madrileños visitaban al Albacete Balompié, dirigido en aquel entonces por Benito Floro, otrora entrenador de los merengues. Los mas talluditos recordarán aquellos inolvidables audios de El Día Después en la temporada precedente, en un partido contra el Lleida (“con el pito nos los follamos”).

En esta ocasión, ganaba el Madrid por un gol a cero en el Carlos Belmonte cuando el uruguayo José Luis Zalazar, una de las mejores diestras que vio el fútbol de los 90 (inolvidable su gol desde el medio del campo al Atlético de Madrid), se dispuso a lanzar un córner desde la izquierda. 

Un insigne catalán, Óscar García Junyent -hermano de Roger, ambos de la Quinta del Calvo (¡qué bueno eras, De la Peña!- se movía con sigilo a unos metros del borde del área. 

La estrategia de Floro funcionó. Defendía en una baloncestística zona el Madrid y dejó completamente solo a Óscar, quien tuvo todo el tiempo del mundo para acompasar el cuerpo, ver venir el balón aéreo que le regalaba Zalazar para empalmar una de las mejores voleas que se haya dibujado en un campo de fútbol. 

Dio la vuelta al mundo. Todos los que fuimos niños futboleros en los 90 quisimos imitar aquel trallazo.

Las réplicas

No es un gol fácil. Desde entonces han sido algunos, no muchos, los que han sido capaces de replicar tal hazaña. 

Entre ellos se encuentran algunos de los mejores jugadores de las últimas décadas y los nombres implicados serían parte de las alineaciones soñadas por millones de aficionados: Beckham y Roberto Carlos, Ribery y Robben (quizás el más famoso por relevancia), Neymar y Dani Alves… Canela fina.

La versión “rasa”

Aquel movimiento de pizarra marcó un antes y un después en la estrategia futbolística, que estaba a años luz de otros deportes como el baloncesto o el fútbol americano, por poner dos de los ejemplos más flagrantes.

Mal que le pese al tinerfeñismo, el último en sumarse a este exclusivo club fue el malaguista Dani Sánchez, quien hizo el más difícil todavía, solícitamente ayudado por la defensa del Tenerife. 

Fue por bajo -“raseando el balón” como decía Manolo Lama en aquel videojuego- dejando atrás una maraña defensiva inoperante que a lo largo de los diez metros (centímetro arriba, centímetro abajo) que separaban el balón de la portería, no fue capaz de interceptar un balón que deja al combinado blanquiazul un paso más cerca del descenso.

Se veía en la cara de Dani Sánchez la emoción de un gol que es extremadamente difícil de anotar; se veía en la cara de los jugadores del Tenerife la desazón (el malestar físico, vago). 

Qué pena, ahora que llega el carnaval y uno se acuerda de cuando Celia Cruz le ponía a todo sazón -la madurez de las cosas, como dice en su primera acepción la RAE-.

Pero es todo desazón.

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