Un Tenerife vacío en La Rosaleda
El equipo de Álvaro Cervera pierde en La Rosaleda (1-0) y queda expuesto a verse a 17 puntos del puesto más cercano de permanencia, en el peor de los casos.

Tampoco en La Rosaleda. El Tenerife dejó pasar otra visita para ganar por primera vez a domicilio en la Liga 24/25. Ni ganó ni empató en Málaga. Solo son tres puntos lejos del Heliodoro en 14 intentos. Un factor más que hunde al equipo blanquiazul en el cuarteto de cola y le impide recortar una distancia con el puesto más cercano de permanencia que podría llegar a los 17 puntos este fin de semana a falta del último tercio del calendario.
Fue otro triste paso hacia un desenlace que parece cada vez más difícil de remediar, el del descenso a Primera RFEF, porque el margen de error se reduce y las semanas van pasando sin que los números sirvan de escapatoria. De nuevo, el rival no necesitó firmar su actuación más redonda para vencer. Le bastó un gol en la segunda parte, fruto de la estrategia. Y pudo ser peor, porque Badia evitó el 2-0 parando un penalti. En resumen, malas sensaciones y peor resultado. Nada nuevo en esta temporada.
El Tenerife se reinventó en La Rosaleda con algo así como una defensa de cinco, con Waldo como carrilero derecho, Mellot, Juande y León cerrando, y David en el costado izquierdo. Por delante, Aarón y Bodiger, los interiores Luismi y Diarra, y Enric solo en punta. Fue la alineación elegida por Cervera, que preparó la visita al Málaga con las bajas de Aitor Sanz, Sergio y Fabio.
Por unas cosas o por otras, al equipo vestido de rosa le costó soltarse. Fue como probar una fórmula nueva en una situación real de competición. De entrada, la prioridad fue la de evitar daños en lugar de provocarlos, resistir e ir madurando la idea, a ser posible sin encajar goles. La intensidad con la que el Málaga entró en escena aclaró todavía más el orden de preferencias. Porque los locales, a diferencia del Tenerife, se manejó desde el principio con seguridad y con esos mecanismos que tanto ayudan a la hora de progresar en un partido. El dominio era malagueño y el balón rodaba casi siempre en la mitad del campo visitante. Pero tampoco ocurría nada relevante. Sí algún sobresalto, como la tempranera tarjeta amarilla que recibió Juande Rivas en el regreso a la que fue su casa deportiva (4’) o las ya asumidas penetraciones de los laterales y extremos del Málaga. En una de esas, Puga colgó el balón al área desde el costado derecho para que el receptor, Dani Sánchez, pusiera a prueba a Edgar Badia, que siguió la trayectoria de la bola y la arrancó de la escuadra (23’). El saque de esquina terminó con una peligrosa volea de Izan.
El Tenerife apenas se había asomado al área rival con una recuperación de Luismi en el minuto 8. Su pase picado a Gallego se convirtió en un pulso entre el delantero y Herrero. El portero no logró atrapar el balón y Enric tampoco pudo domar el rebote. Fue una acción aislada que anticipó las dificultades que iba a tener el Tenerife para elaborar en ataque o hacerlo con efectivos suficientes. El factor sorpresa, el de recuperar y correr, no irrumpía con frecuencia y todo parecía depender de la inspiración de Luismi y la capacidad de aprovechamiento de Enric. El ariete barcelonés protagonizó la siguiente ocasión tinerfeña en el minuto 38, un cabezazo forzado en el que se quejó por un agarrón del defensa dentro del área. Lax Franco no pitó nada ante las protestas del delantero. Poco después, Enric repitió con el mismo procedimiento, esta vez sin tanta oposición, pero el golpeo con la frente no superó a Herrero. No es que el partido hubiera dado un vuelco, pero al menos el Tenerife pudo enlazar un par de intentos antes del final de un primer tiempo que se agitó en el área opuesta por la petición de penalti a Lobete y, a continuación, a Kevin Medina. El delantero se cayó delante de Juande sin un motivo aparente y el extremo se fue a tierra presionado por Bodiger. Lax Franco abrió los brazos y dejó seguir el juego sin que le llegaran indicaciones diferentes desde el VAR. LaRosaleda rugió, pero nada alteró el 0-0 con el que se llegó al descanso. Un buen resultado para el Tenerife, visto lo visto ante un rival superior en casi todo, pero sin pegada suficiente.
La noche pedía más riesgo por parte del conjunto de Cervera. Dadas sus circunstancias, de poco le iba a valer el empate. En la vuelta de vestuarios, el Tenerife adelantó y coordinó mejor una presión que ejerció con un punto más de energía. Y así elaboró, al fin, una combinación ofensiva que acabó con un remate limpio, de David (48’). Herrero fue el único obstáculo.
El Tenerife había igualado fuerzas, pero eso no fue suficiente para que se jugara en una única dirección. De hecho, cuando parecía que el representativo había encontrado el camino, el Málaga anotó el 1-0. Lo hizo con un saque de esquina ejecutado a la frontal del área, raso, para que Dani Sánchez rematara directo a la red. La estrategia desmontó a un Tenerife que se agarró a la revisión de la acción por un fuera de juego posicional de Lobete que finalmente no fue señalado como infracción, pese a que Badia insistía en que el delantero le había impedido ver la pelota (52’).
Como tantas otras veces, el Tenerife sufrió un revés cuando mejor estaba. El reto se transformó de repente en intentar batir a uno de los equipos menos goleados de la Liga, un Málaga que sabe desenvolverse con resultados cortos.
Cervera reaccionó quitando a Juande y poniendo a Medrano para abrir una vía por la izquierda –David, central izquierdo–. Al rato prescindió de Bodiger y Gallego y apostó por Maikel y Ángel. La pareja lagunera conectó enseguida, en el minuto 70, para que el mediapunta dejara al delantero solo delante del portero. La finalización no fue correcta, aunque tampoco habría valido por fuera de juego. Iba a ser cuestión de perseverar en una fase del encuentro tendente a la ruptura, ya con el Tenerife obligado a abrirse, pese a seguir con tres centrales, y el Málaga atento a la sentencia con un contragolpe.
Lo cierto es que en ese intercambio, los locales estaban siendo los más incisivos. Y tuvieron en sus manos, en sus botas, el segundo tanto con un penalti cometido por David sobre Izan. Lo lanzó Baturina y lo paró Edgar Badia para darle una vida extra a su equipo (76’).
Sin tiempo que perder, Álvaro agotó los cambios: Teto y Marlos por Waldo y Diarra. Una dosis de frescura para evitar la derrota, algo que no corrió peligro para un Málaga que solo sufrió con un par de fueras de juego de Ángel y dos latigazos de Maikel, sin puntería.
No fue un partido desastroso, pero sí el peor a domicilio con Cervera. Peor que en Zaragoza y Elche. Compromiso y voluntad, pero sensación de vacío. No hay salida.
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