CD Tenerife

Con el nombre del padre

El entorno familiar y deportivo de Sergio Aragoneses Junior ve en el pequeño de la saga los recursos y mentalidad necesarios para asentarse en la élite con el Tenerife

Sergio Aragoneses, durante un entrenamiento de esta temporada.

Sergio Aragoneses, durante un entrenamiento de esta temporada. / CDT

Manoj Daswani

Manoj Daswani

Santa Cruz de Tenerife

En las entrañas del Tenerife rescatan estos días la anécdota de Aragoneses Jr. con Julio Durán, que quiso probar sus reflejos y salió sorprendido por cuánto y cómo paraba. En casa le recuerdan siempre «con los guantes en la mano». Sus primeros entrenadores adivinaron en él un talento innato que ahora ya también percibe y admite Óscar Cano.

Un día, al acabar un entrenamiento, un ilustre tinerfeñista como Julio Durán se dirigió a Sergio Aragoneses Padilla (Santa Cruz de Tenerife, 2004). «Ponte ahí a ver si me paras alguna». Y el entonces muy joven arquero blanquiazul paró la primera, la segunda, la tercera... Las paró todas. «Al final va a ser verdad que eres como tu padre», bromeó el exfutbolista en una anécdota que rescatan ahora en las oficinas del Heliodoro ahora que Aragoneses Jr. –así se le conoce– se ha hecho un hueco en las rutinas del primer equipo. Este fin de semana completó su segundo viaje de la temporada con los mayores y, pese a la larga nómina de porteros que hay en la cantera, de momento es para Aragoneses el rol de tercer guardameta del club (solo después de Tomeu Nadal y Salvi Carrasco). El viernes, su entrenador le dedicó una larga serie de elogios que responden a su trabajo ímprobo en los últimos entrenamientos. «Tenemos un portero ahí que, ojo, tiene nivel... y a mí no se me van a caer los anillos», advirtió en público Óscar Cano.

De todos los futbolistas que habitualmente entrenan a las órdenes de Óscar Cano en el primer equipo blanquiazul, Aragoneses Padilla es de los más jóvenes. En octubre hará 20 años. Para entonces, ya se habrá asentado como uno más en el trabajo del conjunto profesional del representativo. Su gran sueño es debutar.

De todos los futbolistas que habitualmente entrenan a las órdenes de Óscar Cano en el primer equipo blanquiazul, Aragoneses Padilla es de los más jóvenes. En octubre hará 20 años. Para entonces, ya se habrá asentado como uno más en el trabajo del conjunto profesional del representativo. Su gran sueño es debutar.

El pequeño de los Aragoneses y segundo en la saga familiar empezó su carrera en el San Juan, en el barrio de María Jiménez, y allí forjó una muy estrecha sociedad de amistad y talento con Nico Paz. Los padres de ambos habían sido compañeros en el Tenerife y les metieron juntos en el mismo club. De hecho, allí fue cuando por vez primera Sergio entrenó a Sergio. Es decir, el padre al hijo.

Nico se fue en alevines al Tenerife y Sergio siguió en el San Juan hasta infantiles de segundo año. En casa recuerdan que el pequeño estaba con sus amigos en las hogueras de San Juan cuando recibió la llamada de su abuelo, figura clave en su educación y crecimiento. «Para el año que viene, te quieren en el Tenerife», le dijo. Aragoneses no ha olvidado aún aquellas palabras, como tampoco le olvidan a él en las filas del San Juan. Los más viejos del lugar recuerdan «a dos futbolistas de dibujos animados», Nico y él. «Cuando el equipo perdía, balón a Paz, se regateaba a todos y gol. Pero es que atrás teníamos un candado», recuerda un directivo de la época.

Con el nombre del padre

Con el nombre del padre

Nico se fue en alevines al Tenerife y Sergio siguió en el San Juan hasta infantiles de segundo año. En casa recuerdan que el pequeño estaba con sus amigos en las hogueras de San Juan cuando recibió la llamada de su abuelo, figura clave en su educación y crecimiento. «Para el año que viene, te quieren en el Tenerife», le dijo. Aragoneses no ha olvidado aún aquellas palabras, como tampoco le olvidan a él en las filas del San Juan. Los más viejos del lugar recuerdan «a dos futbolistas de dibujos animados», Nico y él. «Cuando el equipo perdía, balón a Paz, se regateaba a todos y gol. Pero es que atrás teníamos un candado», recuerda un directivo de la época.

Aún en el San Juan, Aragoneses fue junto con Nico a la selección de Tenerife y triunfaron con solvencia en el torneo autonómico. El siguiente paso fue que les escogieran a ambos para ir al torneo nacional representando al Archipiélago. Fue en Murcia y también allí dejó buen pálpito. En realidad, tan vertiginosa carrera había tenido su origen en un partidazo, cuando el San Juan eliminó en semifinales al Tenerife en un torneo insular. Desde entonces y ahora, las exhibiciones bajo palos de Aragoneses se hicieron costumbre. Ya de blanquiazul, sus compañeros no olvidan un partido en cadetes, contra el Sporting. «Doble paradón de Sergio en el último minuto y el árbitro pita el final; nos fuimos todos a abrazarle». Aunque siempre reservado y callado –cuestión de genética– contaba por entonces a sus amigos en la caseta que sus referentes eran Iker Casillas y su padre, pero por supuesto no en este orden. Justamente del Aragoneses grande adquirió el hábito de concentrarse para cada uno de los partidos. Es normal que lo haga ahora, pero es que lo hacía ya desde muy crío. Así lo cuenta Elena Padilla, la madre de la criatura: «A lo mejor estábamos en la plaza o por la calle y nos decía: vamos para casa, que mañana hay partido y hay que estar concentrado».

«Él, siempre con la pelota en los pies y los guantes en la mano. Hasta en la guardería, donde prohibieron llevar la pelota y seguramente fuera por mi hijo, que no paraba ni un momento», cuenta Elena, quien recuerda al pequeño Sergio hacer sus pinitos de futbolista ya en Alicante, durante la etapa de su progenitor e ídolo en el Hércules. «Ya con tres años le apuntamos en el Montemar y era el más pequeñito. Era tan menudo que se sentaba y le colgaban los pies del banquillo. Le decían: dale con el empeine, pero no tenía idea de qué era eso. Lo suyo era la portería, admiraba muchísimo a su padre», relata la mamá.

«De pequeño me llegó a decir que no entendía el mundo sin fútbol», recuerda Elena, «orgullosa por cómo es Sergio, primero como persona y luego como futbolista». Así que pueden imaginarse la ilusión y el entusiasmo que causó en casa el impacto de su convocatoria triple con el primer equipo. «Para ir a Elche, Santiago de Compostela y Valladolid», enumeran. Y es que eso ya jamás se olvida.

Con el nombre del padre

Con el nombre del padre

Tan serio y concentrado estaba aquellos días que los futbolistas que completaron junto a Aragoneses la larga convocatoria para esos tres partidos recuerdan sobre todo una anécdota de su aterrizaje en el primer equipo. Ocurrió que en una de sus primeras sesiones en la Península empezó a recibir disparos de todos los delanteros de aquel equipo: Enric, Ángel, Waldo... Pero mientras chutaban no podían parar de reír. Cauto como es, reservado también por su condición de recién llegado, Sergio no preguntó qué ocurría. Hasta que uno de los futbolistas grandes le hizo ver que estaba parando en calzoncillos porque se había puesto unos pantalones rotos.

La naturalidad, la pasión por su deporte, los reflejos marca de la casa, la ilusión por su Tenerife y la vocación de portero resumen una carrera aún incipiente pero que promete. Y mucho. Da igual dónde preguntes, que las referencias sobre Aragoneses son inmejorables. «Está en un momento de madurez personal importante», revela un técnico de la factoría de Geneto.

Otro que ya no está, Roberto Carlos García, le entrenó en infantiles. Ahora técnico del Fañabé, señala sobre Sergio que es «un escándalo en la portería» y que va para profesional, vaticina con contundencia. «Tuve la suerte de jugar con el padre y entrenar al hijo. El pequeño es un fuera de serie. Ya se veía en edad infantil y cadete. Tenía mucha clase. Para mí una de sus características esenciales es la tranquilidad, la seguridad y la confianza que transmite bajo los palos, tanto con los pies como con las manos. Te diría que es la virtud que mejor explota», apunta el exblanquiazul.

«Es un chico muy reservado, muy callado... y no era de los que se dejaba notar mucho. Pero sí recuerdo que en el Tenerife estábamos obligados a hacer las cosas bien y a salir desde atrás con la pelota jugada. Ahí los porteros tienen una labor fundamental de esa salida y había ocasiones que Sergio me los ponía de corbata (ríe). Era tanta la seguridad y el aplomo que tenía, que no se ponía ni se pone nervioso por nada. Ya se veía entonces el potencial y el recorrido que ahora está teniendo. Es obvio que tiene los recursos para asentarse en el fútbol profesional. Dándole regularidad, minutos y confianza, puede ser un portero de muchos quilates», augura el que fue su entrenador y ahora uno de sus más entusiastas seguidores. «Ojalá llegue, se lo merece».

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