Entrevista | Augusto César Lendoiro Expresidente del Deportivo

Augusto César Lendoiro: «Estamos viviendo los peores años de la historia del Deportivo»

Diálogo de muchos quilates por la sabiduría y anecdotario del entrevistado, el mítico Lendoiro, presidente del mejor Dépor de la historia.

Lendoiro

Lendoiro / ED

Manoj Daswani

Manoj Daswani

LA CORUÑA

¿Cómo le va la vida?

¿Comparado con quién? (sonríe). La verdad es que no me puedo quejar. Los años van pasando pero me mantengo bastante bien, vivo de cerca el fútbol en general y al Dépor en particular. Lamentablemente las cosas no van del todo bien para nosotros. Y al Tenerife también le sigo por el cariño que siempre le profesé a Javier Pérez, que fue un presidente brillante, diría que irrepetible.

Vista la situación actual, imagino que la afición del Dépor le echará de menos.

Sí, pero fíjate, ocurre una cosa que por desgracia estamos viviendo en esta sociedad nuestra. El Tete y el Dépor estamos en situaciones semejantes, lejos de las cotas de sus mejores años. En el caso del Tenerife vivió épocas gloriosas con Valdano y disfrutó de grandísimos futbolistas; luego nosotros llegamos a logros incluso superiores. Pero curiosamente tanto el bueno de Javier Pérez como yo hemos sufrimos las vicisitudes típicas de las ciudades pequeñas. Los últimos años de Javier fueron durísimos y lo pasó mal. Sufrió muchísimo. Y yo a mi manera también. No tanto como él, pero sí he sufrido mucho: los celos, las envidias, el resquemor de otros no pudieron llegar a unos niveles de gran equipo que nosotros sí... ¿La realidad? Que es muy difícil conseguir tanto y la gente quizá solo lo valora con la perspectiva que te da el tiempo. Pero el daño por ejemplo en Tenerife ya estaba hecho y el pobre Javier falleció seguramente con un dolor inmenso. Y la familia imagínate. Son las típicas cosas que ocurren en la vida y por desgracia cuando te das cuenta y quieres subsanarlo, el interesado ya no está. Fue una pena que se fuera con ese dolor.

Fueron Tenerife y Deportivo dos equipos irreverentes, que escribieron historia en el fútbol español con partidos que aún están en la retina de todos.

Y no te olvides de los pasos por Europa, los grandes momentos de Redondo y compañía, el fichaje de Makaay, que jugó en ambos clubes, con nosotros y con ustedes. El Tenerife era un grandísimo club y lo sigue siendo. Lo que sí resulta muy difícil llegar a determinadas cotas. Yo sigo manteniendo relación con la gente de allí, incluso con el expresidente Miguel Concepción y con muchas otras personas vinculadas a la institución. Fue un vínculo que se creó cuando se formalizó el justo homenaje a la figura de Javier. Ahora deseo que ojalá se dé un año extraordinario para el Tenerife, que empezó bien y tiene argumentos para hacer algo grande. Los que hemos vivido momentos buenos, malos, regulares... sabemos lo que un ascenso significaría para la afición, tanto allí acomo aquí. El Dépor tiene 28.000 socios, y eso obviamente viene de aquellas épocas. Muchos aficionados de las nuevas generaciones quieren abonarse a ver si era verdad y se puede llegar a aquello que les contaron sus abuelos.

Ahora está en la presidencia Paulino Rivero y hay una frase suya que podría aplicársele: «En política hay elecciones cada cuatro años; en el fútbol, cada semana».

Y en Europa, cada dos días. Yo siempre pongo ese ejemplo. Que fuera un presidente del Gobierno a un palco a pecho descubierto con 30.000 espectadores y espere a que en un momento determinado la gente se posicione respecto a su última decisión o resultado. Imagínate eso, al presidente actual sometido a eso. A alguno le daría un infarto y ya no saldría de allí. Pues eso ocurre en los clubes importantes y en los entornos calientes continuamente. Eso me ocurría a mí, le ocurría a Javier... Había elecciones cada tres o cuatro días. Esa es la realidad y te acostumbras a eso, que es muy duro porque siempre tienes que mantener la compostura; y dependes del equipo, del nivel qu e dé. Aquí en A Coruña llegó un momento que ni se celebró ser subcampeones de liga. No se celebró nunca ser segundos, como tampoco haber ganado la Supercopa de España, que para lograrlo antes había que haber hecho muchos méritos. No como ahora, que puede ganarla un cuarto clasificado en liga. 

¿Y por qué no se celebró?

Pues porque había poderes mediáticos y políticos que querían silenciar al pueblo, querían acaparar el protagonismo... y bueno, así quedó la cosa. Ahora estamos todos ilusionados con ascender a Segunda División, y ni tan siquiera está cerca. Ni está fácil.

Ha salido muchas veces ya en la conversación el nombre de Javier Pérez y quería preguntarle cómo le recuerda. Hay muchos nombres de futbolistas que lucieron ambas camisetas y una conexión muy intensa entre ambos clubes. ¿Llegó a forjarse un puente aéreo invisible entre el Heliodoro y Riazor?

Sí, sí, sin duda. La relación era extraordinaria y fue siempre muy cordial. Javier era un presidente que se vestía por los pies. Recuerdo situaciones que tuvimos en momentos claves en la Liga de Fútbol Profesional. Él era de los poquísimos que daba la cara por los equipos pequeños que querían ser medianitos o grandes. Siempre estaba ahí. Además estaba muy preparado, hablaba muy bien, defendía mucho la libertad de expresión... Yo me acuerdo de un detalle que lo vi de frente, delante de mis ojos. En la sede de la Liga había un púlpito donde yo estaba hablando y de repente entra Jesús Gil con sus guardaespaldas porque había tenido aquel altercado con Caneda. Y Javier se impuso ahí y defendió que en la Liga no tenían por qué entrar los guardaespaldas. Aquello había ocurrido y fue él quien les obligó a salir. Pérez era un hombre entero. Mantuvimos siete días de negociaciones en lo que se llamó la operación Avecilla: unos jugadores para el Mérida, otros para el Tenerife, otros para el Deportivo... Era un ecosistema diferente al actual, donde aquellas operaciones serían imposibles porque uno es jeque, el otro de Singapur, el tercero de no sé dónde. Entre otras cosas sería imposible entendernos porque hablan muy raro (ríe). Aquello era otra historia, otro tiempo. Incluso hicimos amistad las familias. Cada uno defendía lo suyo, pero nos teníamos un gran cariño.

Y de aquellas negociaciones, ¿hay algo que aún no se haya contado?

Que no se haya contado, pues quizá sí. Santiago Llorente también participaba muy activamente de las conversaciones y puede contarte. Pero me acuerdo sobre todo de aquella negociación de siete días. Las reuniones eran maratonianas. Decíamos: bueno, si este jugador no viene este año, que venga al siguiente... Se dieron gestos y situaciones realmente pintorescas. Al ser tan largas, pues había que comer, había que cenar, que desayunar. Eran cónclaves de auténticos números uno, con presidentes de la talla de Fouto y Javier; y de un Lendoiro que entonces sí estaba en plena forma.

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