El CD Tenerife, ganador en la adversidad
Marca sus dos goles en inferioridad, tras la expulsión de Dauda al borde del descanso
El Burgos recorta diferencias pero termina cayendo

Partido CD Tenerife - Burgos CF / Carsten W. Lauritsen

El fútbol es el thriller de los deportes. Cuando parece que la película va de una cosa, cambia de repente y sigue con un guion inesperado. Por muchos partidos que se hayan visto, no deja de sorprender.
El Tenerife-Burgos fue un buen ejemplo. Porque casi nadie imaginó que el equipo de Asier Garitano, inusualmente dominante desde el primer minuto, iba a sufrir una situación tan adversa como la que se produjo al borde del descanso, un penalti que, además, costó la expulsión de un futbolista. En un ataque aislado, iniciado en una falta lateral cercana al medio del campo, Dauda golpeó con el codo en el salto a Elgezabal dentro del área. Moreno Aragón se percató de lo sucedido y señaló la pena máxima. La revisión del VAR no hizo sino confirmar el criterio del colegiado. Así, sin apenas haber generado fútbol ofensivo, habiéndose limitado a conservar el 0-0, el conjunto entrenador por Jon Pérez Bolo se asomó a un escenario tan favorable como inesperado. Pero no lo supo aprovechar. El especialista Curro Sánchez se situó delante del balón y trató de engañar, sin éxito, a Juan Soriano. El portero, compañero de Curro en la cantera del Sevilla, supo aguantar y adivinó la intención del atacante. La parada fue celebrada por la afición como si el Tenerife hubiera anotado. Fue el mal menor dadas las circunstancias. El representativo iba tener que comenzar la segunda parte con un futbolista menos –Dauda se retiró desesperado, consciente de su error–, pero no iba a hacerlo con la obligación de remontar un 0-1.
Lo más llamativo de todo fue que el partido estaba siendo de 1-0. Pocas veces, el Tenerife ha podido llevar la iniciativa con tanta clarida y continuidad desde el inicio. Se supone que el Burgos contribuyó a que se diera esa situación. No pasó, por ejemplo, ni en los partidos en el Heliodoro contra el Albacete ni ante el Espanyol. Ni siquiera en el duelo del pasado martes con el Racing. O el Burgos quiso que fuera así o no supo plantear el encuentro de otra manera. Casulidad o no, innovó con una defensa de cinco. Y el Tenerife, que suele hacer más daño en transiciones que en el juego estático, hizo lo que pudo para tratar de erosionar una resistencia que no escondió dobles lecturas. De hecho, la defensa tinerfeña apenas tuvo que intervenir, ni siquiera en la jugada del penalti. El balance ofensivo del equipo de Jon Pérez Bolo se había reducido a un remate de cabeza de Dani Ojeda en el 38', atrapado por Soriano. Por su lado, el Tenerife fue amasando su plan con paciencia. No le quedó otra. Estaba siendo un partido de ese corte, de insistencia, de mover el balón de un lado a otro, de intentar sorprender con algún pase filtrado. En esa faceta, a los blanquiazules les costó agitar el partido. Puede que por falta de precisión, por la falsa apariencia de que el gol acabaría cayendo por su propio peso... Control sin pegada.
De entrada, la novedadad en el frente de ataque fue Mo Dauda. El ghanés ocupó el puesto de Luismi Cruz. El extremo gaditano había causado baja por una microrrotura muscular –también faltó José León, que fue relevado por Loïc Williams–. Dauda salió al campo dispuesto a recuperar el protagonismo que le había faltado en el inicio del curso. Quiso el balón y asumió responsabilidades, pero a menudo confundiendo la aceleración con la pausa, eligiendo mal. Tuvo sus momentos, pero ninguno verdaderamente determinante. El único, en contra de sus intereses, fue el codazo involuntario a Elgezabal. Mucho antes, el primer remate local había sido suyo, fuerte pero muy desviado (10'). Con más puntería, pero no la suficiente, lo intentó también Enric Gallego (23' y 29'). No estaba siendo una producción tan alta para lo decantada que estaba siendo la posesión del balón. El partido fue evolucionando con esa tendencia hasta que se rompió en el minuto 45 con el penalti parado por Soriano y la segunda amarilla a Dauda.
La segunda parte fue diferente. El Burgos se animó a sacar rendimiento a su ventaja y dio un paso al frente. Bolo dio entrada al campo a Bermejo y a Ander Martín. Más tarde a Mumo. Garitano también retocó su esquema, dadas las circunstancias. Quitó a Williams, retrasó a Sergio y metió a Bodiger. Así, en la fase ofensiva podía nivelar fuerzas con Sergio, Bodiger y Corredera en el medio. Por delante, Waldo y Roberto López como interiores y Enric Gallego a lo suyo. El encuentro dejó de ser un monólogo del Tenerife. El Burgos se sintió obligado a abrirse y el balón corrió en dos velocidades. Sí, en dos. Porque los locales no renunciaron a atacar pese a tener un futbolista menos. Es más, afilaron su valentía para acercarse al gol. También lo buscó el Burgos, en esta etapa con insistencia. Apareció Mumo con un remate tapado por Mellot (58'), perseveró Edu Espiau con un balón peinado que fue a parar a Juan Soriano (59')... Nada.
Pero este es un Tenerife ganador. Le van los retos. Sobre todo, en el Heliodoro. Lo dicho. No estaba siendo un equipo cobarde, asustado por jugar con diez futbolistas. Todo lo contrario. Incluso empezó a competir mejor que en el primer tiempo, con más agilidad y verticalidad –el Burgos también había salido de su cueva–. El equipo de Asier fue inteligente y explotó sus recursos para lograr lo más complicado, marcar el 1-0. Ya había avisado por la banda izquierda con la velocidad de Waldo, pero fue el lateral Fernando Medrano el que se encargó de abrir el camino llegando hasta el área pequeña y cediendo atrás para la llegada de Roberto López, que coló el balón por la escuadra.
Con la celebración todavía latente en las gradas, llegó el 2-0, esta vez por un penalti de Mumo sobre Sergio González. Un agarrón que no se le escapó a Moreno Aragón. Enric Gallego colocó el balón en el punto de lanzamiento y elevó a cuatro su cuenta individual en la 23/24 –cómo no, en casa–. Quién lo iba a decir, 2-0 en el minuto 69. Un giro tras otro. Cuando más claro parecía el partido para el Tenerife, se le puso cuesta arriba. Y cuando estuvo en inferioridad, supo extraer su mejor versión ante un Burgos desconcertado.
Pero la tarde iba a dar para más. No iba a ser tan fácil. El equipo castellano no firmó la rendición con el 2-0. Le quedaba tiempo por delante y estaba jugando con un futbolista más. Perseveró y logró recortar diferencias en el 76' con otro penalti, en esta ocasión, cometido por José Amo por tocar el balón con la mano. Otra vez, un pulso entre Soriano y Curro. Todas las miradas dirigidas a ellos. El delantero ajustó el tiro al palo y el portero sevillano no llegó (2-1).
A esas alturas, el Tenerife ya había activado el modo sufridor, uno de sus preferidos. Acabó con Bodiger incrustado en la línea defensiva, con el canterano Pablo dando oxígeno en el medio, con Buñuel refrescando el carril derecho... Todo un ejercicio de resistencia para ser ganador en la adversidad.
Ya son siete victorias en diez jornadas, cinco de ellas en casa. Rasgos de un serio aspirante a todo. Mucho más, con victorias de tanto mérito como la lograda ante el Burgos.
Suscríbete para seguir leyendo
- Koldo García: «Lo que me jode es Canarias, no haber conseguido nada del presidente»
- Investigan el incendio de dos coches de la misma mujer en Tenerife
- Así será el nuevo Paseo Litoral de Santa Cruz: restaurantes, terrazas de verano, carril bici, zonas de baño y parque infantil
- La provincia de Santa Cruz de Tenerife se queda a oscuras: registra todos los ceros energéticos en Canarias
- Este es el municipio más rico de Tenerife: piscinas naturales, barcos hundidos y una cesión histórica
- La Seguridad Social dará 5 años extra de cotización a los trabajadores que cumplan los requisitos
- De Parque Marítimo con piscinas a un charco natural: la propuesta final para la costa de Añaza 21 años después
- La muerte de una joven en un coche en Tenerife fue un crimen machista