Fin de temporada en el Heliodoro con un toque mágico, de esos que se ganan el derecho de quedar guardados en la memoria del tinerfeñismo. Clasificatoriamente hablando no había nada que celebrar, pero se palpaba en el ambiente que no iba a ser un cierre de curso en casa cualquiera. El partido de la antepenúltima jornada de la Liga 2022/23 llegó prometiendo emociones fuertes por las despedidas en el estadio Rodríguez López de Luis Miguel Ramis y Carlos Ruiz, el segundo entrenador con más encuentros del Tenerife dirigidos, y Carlos Ruiz, el décimo futbolista con más actuaciones en la historia del equipo blanquiazul.
Los homenajes no vinieron acompañados de un espectáculo frío, sino de un desenlace poco habitual, una remontada. El Tenerife llevaba más de un año sin darle la vuelta a un resultado adverso. Desde el 13 de marzo de 2022, en El Molinón. El Burgos se adelantó cerca del final de la primera parte, con un tanto de Gaspar, y el Tenerife no solo logró empatar en el 78’, con un gol de un revolucionario Mo Dauda, sino que no se conformó con ello y apretó para quedarse con el triunfo gracias a un acierto de Waldo Rubio en el alargue, ya sin margen para más.
De entrada, la tarjeta de presentación del Tenerife invitó a pensar que la noche iba a ser entretenida, al margen de los momentos especiales de las despedidas de Luis Miguel Ramis y Carlos Ruiz. El equipo empezó suelto, dinámico, con chispa, con iniciativa y pisando el campo contrario.Las buenas intenciones se tradujeron en las primeras ocasiones, a cargo de Gallego, Corredera y CarlosRuiz. Avisos sin que tuviera que intervenir el guardameta de un Burgos que trataba de acoplarse al partido armándose desde la defensa. Se trata de un rival que tiene su punto fuerte en la solidez, como el Tenerife, y que no necesita generar demasiado fútbol para crear peligro, igual que los blanquiazules. Lo demostraron contrarrestando los acercamientos locales con un inquietante contragolpe que no supo completar Areso, demasiado liberado en el costado izquierdo.
Ese amago de zarpazo no descompuso a un Tenerife que siguió a lo suyo y afiló su juego ofensivo con una genial acción de Waldo que terminó con un remate de Gallego y la primera parada de Caro. Cerca del cuarto de hora, los dos conjuntos ya habían tocado a la puerta del gol dentro de un arranque divertido, probablemente sin el encasillamiento táctico de otras tardes, con la licencia para tener algo más de libertad por la carencia de objetivos clasificatorios ambiciosos. En la penúltima jornada, unos y otros estaban salvados y no podían colarse en el playoff.
En el tramo posterior, a partir del minuto de Carlos Ruiz, el 14, con ovación del público y del banquillo puestos en pie, el dinámica no decayó. El duelo entró en un intercambio de golpes que, en cierto modo, fue acercando más al Burgos a un tanto que acabaría logrando antes del descanso. Antes, Soriano tuvo que aparecer con uno de sus paradones en el minuto 22 tras un remate de cabeza de Elgezabal a la salida de un córner.
En ese pulso abierto, Gallego puso de su parte fabricando un chut a la media vuelta después de recibir un preciso pase de Aitor. La maniobra, dentro del área pequeña, encontró el obstáculo de Caro.
Bajo esa tendencia, el Burgos logró adelantarse. Lo hizo desmontando a la defensa blanquiazul con una pared entre Gaspar y Curro y un potente disparo cruzado y alto del primero, a la escuadra, sin opciones esta vez para Soriano. Triangulación cargada de eficacia y con cierta pasividad de la zaga tinerfeña, principalmente de Mellot, que no pudo tapar su banda.
La primera mitad concluyó con ese 0-1 y con par de datos llamativos, un 69 por ciento de la posesión para los tinerfeños y ninguna falta cometida por el Burgos.
Tras el descanso, el conjunto blanquiazul volvió al césped dispuesto a apuntalar el dominio con un mayor acierto en el remate. Tres de sus primeros intentos se produjeron con remates desde fuera del área, dos de Álex Corredera y uno de Kike Salas. El balón se movía casi todo el tiempo en el campo de un Burgos centrado en proteger su mínima renta. A diferencia de los 45 minutos iniciales, los visitantes apenas se estiraban.
Y el Tenerife insistía a base de centros desde los costados, casi siempre del izquierdo, donde Nacho y Waldo subían sin descanso. En una de esas, impulsada por la velocidad de Waldo, el Tenerife acarició la igualada, pero no con un remate propio, sino con un golpeo de David Goldar hacia su propia meta en el intento de despejar (50’). La pelota salió rozando el palo con Caro limitándose a mirar.
La clave iba a estar en insistir, en seguir erosionando el muro burgalés. Esa resistencia recibió otro empujón con un disparo de Waldo que se marchó por encima del larguero (56’), después de que la presión tinerfeña provocara una pérdida del Burgos en su salida.
A continuación (59’), Nacho pidió penalti por un posible derribo en su intento de alcanzar el balón, pero ni el árbitro señaló nada ni fue corregido desde la sala de los monitores.En cualquier caso, los locales ya iban mereciendo marcar. Ahí,Ramis refrescó el caudal ofensivo con la entrada de Dauda, crucial en la remontada, y Elady.
El ghanés, después de una temporada condicionada por las lesiones y por la falta de continuidad, dejó muestras del nivel que atesora. Más vale tarde que nunca para un jugador que, en principio, formará parte de la plantilla de la próxima campaña. Al poco de acceder al campo, ya tuvo una ocasión clara. Recibió un pase de Elady, controló dentro del área y no acertó a batir a Caro (78’). Pero en la siguiente, no perdonó. Nacho sacó un córner, Enric Gallego picó el balón por alto y Dauda cazó la bola, libre de marca, para anotar. El Burgos reclamó la anulación por algún motivo, por fuera de juego, por manos... Pero el gol sí valió.
Con 12 minutos por delante, más el tiempo añadido, y con más de 12.000 espectadores empujando desde la grada, el Tenerife apretó con el propósito de acabar su recorrido en casa –muy productivo esta temporada– de la mejor manera. En el 92’, Caro impidió, con una milagrosa mano, el segundo tanto de Dauda, pero no pudo hacer nada cuando Waldo irrumpió, tras un saque de esquina, para enviar al larguero un balón que botó por muy poco dentro del marco. La celebración quedó suspendida durante unos instantes por la incertidumbre de la revisión del VAR, que determinó que la pelota sí había cruzado la línea.
El gol fue festejado por los blanquiazules casi como si les hubiera servido para ganar un título. Titulares y suplentes, técnicos y auxiliares, se fundieron en un abrazo en una de las bandas. Ahí estaba, cómo no, Carlos Ruiz. Sus compañeros le habían prometido dedicarle la victoria. Fueron a por ella y la consiguieron en un final mágico. Otra prueba de la implicación de un equipo al que no se le pueden poner reproches. La temporada no fue perfecta, pero se intentó.