Carlos Ruiz se despide, pero no se retira ni descarta volver

El granadino recibe el homenaje del club a dos jornadas para que termine su última campaña en el Tenerife. Sus planes a corto plazo pasan por disfrutar de su paternidad

Julio Ruiz

Julio Ruiz

Carlos Ruiz confesó que había llorado tanto en los días previos, leyendo mensajes de compañeros, entrenadores y aficionados, que terminó descargando todas sus lágrimas y pudo manejarse con más entereza de la esperada en el acto de despedida que le organizó el Tenerife. Sobre todo cuando tuvo que tomar la palabra. Antes sí se le humedecieron los ojos, cómo no, con las palabras que dedicó Aitor Sanz, situado en un lugar preferente junto al presidente Paulino Rivero y a Quique Medina, el director deportivo que apostó por el fichaje de ambos en el verano de 2013, con el equipo recién ascendido a Segunda División. También tuvo que respirar hondo cuando aparecieron en la pantalla las grabaciones del exblanquiazul Raúl Cámara y de sus familiares y amigos de su pueblo natal, Baza.

Porque hubo tiempo para todo, para el llanto y para la sonrisa, para el recuerdo y para la mirada al futuro. Y principalmente, para el reconocimiento a un futbolista que dio ejemplo dentro y fuera del campo durante diez años. Pero el viaje toca a su final. A Carlos, que cumplirá 40 años el 20 de julio, le quedan solo dos partidos para dar por terminada su duradera y próspera etapa profesional en el Tenerife, los mismos que le restan a la temporada 22/23. Este sábado jugará por última vez como local en el Heliodoro. Ese será el momento cumbre, antes de cierre del curso en La Romareda siete días después. Ruiz no recibió una oferta para renovar su contrato con el club en que más tiempo ha estado. Pero no le sorprendió. De hecho, llevaba casi cuatro años madurando la idea de que el adiós estaba cada vez más cerca. Y así ha sido. Llegó en este mes de mayo y no de cualquier manera. Pocos podrán decir que salieron del Tenerife como Carlos Ruiz Aránega, el portador del dorsal 14 desde que debutó el 18 de agosto de 2013 en Alcorcón. No hizo sino recoger gran parte de lo que ha venido sembrando, el respeto y el afecto de todo el tinerfeñismo. Y ahora, ¿qué? Tiene la prioridad de dedicarle todo el tiempo posible a su primera hija. Inés –así se llama también la madre– nacerá dentro de un mes y medio y será tinerfeña. A partir de ahí, lo que tenga que venir, vendrá. Durante el verano irá definiendo la manera de retomar su vida laboral, ya sin la rutina de tener que entrenar ni competir con el Tenerife. Puede que siga jugando una temporada más en otro equipo, pero solo si le seduce algún proyecto. «No lo haré por dinero ni por el simple hecho de alargar mi carrera», apuntó. Si no es así, le gustaría abrirse camino como docente. Es licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y le atrae la enseñanza. Pero también sabe que en el Tenerife estarían encantados de que formara parte de su organigrama. Es más, la propuesta ya está sobre la mesa. «Siempre tendrá las puertas abiertas», aseguró el presidente Rivero. Pero todavía es pronto. Primero, su paternidad.

Nadie quiso faltar. Era la una de la tarde de este miércoles y empezó a sonar el Don’t stop me now de Queen. En una de las terrazas delHotel Escuela, de la capital tinerfeña, quedaba una silla vacía en un pequeño escenario en el que esperaban Rivero, Medina y Aitor Sanz. Y apareció el homenajeado recorriendo el pasillo que separaba las filas de butacas. Nadie quiso faltar. Ni dirigentes –Santiago Pozas, Conrado González...–, ni el equipo técnico con Luis Miguel Ramis a la cabeza, ni los jugadores de la actual plantilla, ni otros que pasaron por ella –Toño Hernández, Ricardo León, Dani Hernández y Suso Santana–, ni auxiliares, miembros del cuadro médico, utilleros, delegado, empleados del club... Todos estuvieron con Carlos en su día.

La carta. Prefirió no improvisar. Por si acaso. Solo lo justo para desatar nudos en las gargantas al pedir un aplauso en el instante de acercarse al micrófono. Vino bien como punto de partida.«No sé si voy a estar a la altura de tantas palabras bonitas», avisó antes de fijar su mirada en el folio. «He preparado un texto que espero terminar de leer», añadió. Y lo hizo, de principio a fin, sin quebrarse a la hora de mostrarse agradecido, siendo consciente de que se iba a dejar «muchos nombres» en el camino. En esa línea, no olvidó al expresidente Miguel Concepción y le auguró un futuro prometedor a Paulino Rivero;destacó el papel de los directores deportivos, en especial, de Quique Medina; aseguró que pudo aprender de todos los entrenadores con los que trabajó; puso en valor a todos los empleados del club... En su intervención le reservó un espacio de relevancia a todos sus compañeros –ante todo, a Aitor Sanz– y a la afición. «Gracias al tinerfeñismo por haberme acogido y arropado como a uno de aquí», remarcó Carlos, que también tuvo en cuenta a los medios de comunicación por el «respecto y el trato» dispensados. Pero el gestó más sentido fue el último, el que dirigió a su mujer, a Inés.

El guion incompleto. Echando la vista atrás, reconoció que solo le quedó la pena de no haber jugado un minuto con el Tenerife en Primera. En particular, concentró la revisión de su trayectoria en el partido de vuelta de la final de la promoción de ascenso de la temporada pasada. Ese día, un gol suyo situó al equipo blanquiazul durante un rato en la máxima categoría. «Lo tocamos con la yema de los dedos», recordó. «Habría sido un guion perfecto lograrlo con ese gol, pero se nos escapó», continuó Ruiz, que en un «período de media hora» pudo sentir la «alegría más intensa» vivida en el Tenerife y la decepción más dolorosa.

Pero se marcha con la cabeza «bien alta» y «orgulloso por haber dado todo lo que tenía». Los diez años pasaron volando. «Quién me iba a decir, cuando llegué en 2013, que iba a pasar tanto tiempo en un club tan grande como el Tenerife y con una afición tan increíble y maravillosa», afirmó el protagonista.

 Todo empezó con Quique. Por lo que desveló este miércoles, el director deportivo del Tenerife en el verano de 2013, el fichaje de Carlos no resultó tan sencillo como pudo parecer. «Recuerdo que el agente me llamó para decirme que todo se había complicado por un problema que había surgido con la Ponferradina –su equipo de procecencia–», comentó Quique Medina, que no se rindió y pudo cerrar la incorporación con un contrato de dos temporadas de duración. Pasado el tiempo, comentó que «es casi imposible» estar diez años seguidos en un mismo equipo, «y menos con el respeto de todas las personas de dentro y de fuera». Por todo esto, y de «birria a birria», Medina le dio las gracias a Ruiz.

La visión optimista de Rivero. El presidente del Tenerife recomendó no asumir la despedida de Carlos como «algo triste», sino como el inicio de otra «etapa vital» para el futbolista, «tan ilusionante» como la anterior. «Parece que estamos celebrando algo triste, y aquí no hay un punto y aparte, sino un punto y seguido», advirtió Paulino Rivero. «No hay tristeza, sino alegría», subrayó. «Difícilmente uno da pasos de esta naturaleza con el reconocimiento generalizado de todo el mundo, y su orgullo debe estar en el reconocimiento de toda una entidad, de sus accionistas y abonados, y en el reconocimiento generalizado de todos los aficionados al fútbol de esta Isla, del entrenador, de sus compañeros y, algo que es muy difícil, de todos los medios de comunicación», argumentó el máximo dirigente del club tinerfeño.

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