Entrevista | Aitor Sanz Primer capitán del CD Tenerife

«En fútbol profesional, por cada alegría te llevas diez disgustos»

«Me tomo la profesión muy en serio: veo cada victoria como una obligación y la derrota, como un drama», afirma

Aitor Sanz

Aitor Sanz / Andrés Gutiérrez

Manoj Daswani

Manoj Daswani

En una conversación lejos de tópicos, el diálogo con el primer capitán blanquiazul y emblema del representativo durante el último decenio pivota no solo sobre el derbi, también sobre los valores que ha inculcado a los demás a través de su extraordinario ejemplo de compromiso. Es Aitor Sanz mucho más que un icono de tinerfeñismo.

¿Pesa el recuerdo de la primera vuelta o están centrados solo en lo de mañana?

Lo anterior queda en el olvido. En el fútbol, el ayer no importa. Lo que cuenta es lo que está por llegar y lo que estás haciendo en el momento. Vamos a ver si somos capaces de sacar el partido adelante porque creo que la gente se lo merece.

¿Qué siente Aitor Sanz cuando tantos aficionados y personas relevantes dicen que se sienten representados por usted? Y que es un emblema para este club.

A mí la verdad es que muchas veces me tiemblan un poco las piernas cuando la gente me lo dice. ¡Qué cosa tan bonita! Que digan que están orgullosos de que les representes. El que está orgulloso soy yo, de representar a una entidad centenaria y por la que mucha gente ha apostado y se ha sacrificado a lo largo de los años. Que tú seas embajador o representante de todo eso, pues la verdad es algo que me enorgullece.

¿Cómo se hace para ser ejemplar? ¿Qué consejo le daría al respecto a las nuevas generaciones que aspiran a convertirse en alguien respetado o incluso venerado, como es usted?

Al final, la clave es poner respeto hacia todo el mundo: hacia la gente que trabaja alrededor, a los rivales, a los árbitros... Y luego está el sacrificio y el esfuerzo. Si además eres capaz de poner los intereses colectivos por encima de los tuyos, pues el cóctel es completo.

Llegó a la Isla siendo alguien muy respetado en Oviedo, como así corroboramos hace pocos días en el Tartiere. De algún modo, podría decirse que ha sido referente ahí donde ha ido.

Al final eres tú el que llegas y el que tienes que adaptarte a lo que hay alrededor. Si lo consigues, evidentemente vas a estar más a gusto y mejor integrado. Se trata de ver toda la parte positiva de lo que tienes en tu entorno y si encima disfrutas estando en él, pues perfecto.

Le he oído decir que trata de disfrutar de cada experiencia como si fuera la última. ¿Lo consigue?

Eso se intenta. Me lo tomo como filosofía de vida. Aquí estamos poco tiempo y hay que intentar disfrutar de cada día como si fuera el último y exprimirlo al máximo. Es una forma de ser feliz y de crecer. Eso buscamos: aprovechar cada entrenamiento, cada jornada... Yo es que todavía tengo el gusanillo dentro cada vez que va a empezar un partido.

«¿El futuro? Es algo que debo valorar, no tanto cuándo dejarlo sino qué hacer después: mi prioridad es la familia»

¿En serio se sigue poniendo nervioso?

Sí (sonríe). El día que no me ponga nervioso, tendré que colgar las botas. La salsa del fútbol es la competición pura y dura, ese gusanillo que te entra en el estómago. Si no lo sintiera, sería señal de que no me importa lo que ocurre en el campo. Sería señal de que hay que dejarlo.

¿Y no le cuesta cada vez más recuperarse de los esfuerzos, mantener la motivación...? ¿Cómo hace para dosificarse en todos los sentidos?

Es fundamental. Aparte, ha habido un cambio bastante fuerte en ese sentido, al menos en lo que yo he visto. Han mejorado todas las condiciones que hay alrededor del fútbol: alimentación, descanso, psicología. Y cuando uno va cumpliendo años, por supuesto que tiene que ir afinando en esas cosas si quiere rendir. Porque la competencia aprieta y si uno quiere seguir, hay que cuidar todo ese tipo de detalles. Yo, si puedo dormir diez horas en vez de nueve, lo hago porque sé que luego va a repercutir positivamente en mi rendimiento.

Y los derbis como el de mañana, ¿se juegan con la cabeza o con el corazón?

Yo creo que tienen un poco de todo. Siempre hay un componente táctico muy importante y otro emocional que no debe descuidarse. Para mí, es fundamental. Si vas a salir al campo solo con lo que tengas en la cabeza, la falta de pundonor te va a llevar a claudicar. Y si es al contrario, el excesivo empuje o el alto nivel de activación puede hacer que te acaben encontrando; o que cometas un error que el rival aproveche. Un equilibrio entre cabeza y corazón es acercarse a la perfección.

¿Qué recuerda del último doble derbi de la promoción? Contaba Mollejo que hubo un poco de fastidio cuando les tocó Las Palmas. Y luego alivio cuando les ganaron.

Sí, sí, la verdad es que sí. Era el único rival que no quería para el playoff. La temporada del equipo estaba siendo espectacular y si no salía bien aquella eliminatoria, pues iba quedar nuestro trabajo muy feo por haber perdido contra el eterno rival. Además, ellos llegaban en una gran racha de resultados y yo tenía, no miedo, pero es que no los quería ver... Acabó saliendo bien y es una eliminatoria que queda para la historia y ese viaje de vuelta fue una maravilla, con todos los jugadores cantando lo que canta la afición, el Frente...

¿Está preparado para el adiós?

Sí, hombre, claro. Uno es muy consciente de que ese momento tiene que llegar. Tarde o temprano, así va a ser. Uno tiene que estar preparado para eso y el fútbol creo que es así; tocaría adaptarse y saber que la vida no se acaba aquí. Se abren otras puertas y otras oportunidades para seguir disfrutando con lo que uno hace.

¿Será entrenador cuando cuelgue las botas?

No lo sé. Es una cosa que tengo que valorar. No tanto el momento de dejarlo, sino qué haré después. Lo veré bien con mi familia, pero hay una prioridad que tengo clarísima. Ellos son lo primero.

¿Y le gustaría tener un hijo futbolista?

No. Me gusta mucho el fútbol. La mía es una profesión muy bonita, que me ha abierto muchas puertas y he podido conocer a mucha gente. Pero en fútbol profesional para conseguir una alegrías te llevas antes diez disgustos. Por lo menos, yo. Me tomo esta profesión muy en serio, hasta el punto de ver cada victoria como una obligación y la derrota como un drama. Y como un padre siempre mira por que su hijo no sufra, casi que prefiero que no.

Pero imagino que se siente usted un afortunado.

Por supuesto así me siento. Y muy agradecido por el trato que me dan.

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