La racha de cuatro empates seguidos que había acercado al Tenerife a los puestos de descenso, cogió cuerpo con el triunfo en Cartagonova. Mirando ahora la botella medio llena, resulta que el equipo ha enlazado seis jornadas sin perder, una serie iniciada con la victoria ante el Alavés y ampliada con el 0-1 de este domingo. Este marcador le permite, sobre todo, alejarse del peligro. Y no es poco. Desde ese punto de vista, el fin de semana salió a pedir de boca. Fallaron los de atrás, el decimonoveno, la Ponferradina, se quedó con 25 puntos, y el Tenerife llegó a los 30. Dosis de confianza y tranquilidad en un momento necesario, a cinco días de otra salida, esta vez al campo de un rival en apuros, el Racing.

Con este ya son dos los triunfos de los blanquiazules a domicilio. Como en El Plantío, este domingo vencieron por 0-1. Y lo hicieron pareciéndose mucho al Tenerife de la temporada pasada, aquel que combinaba la pegada con la resistencia con maestría para salir casi siempre victorioso. En Cartagonova marcó pronto, gracias un tanto de Borja Garcés –uno de los tres cambios en el once, junto a Buñuel y Waldo Rubio–, y sufrió menos de lo previsto para conservar el 0-1.

Las buenas sensaciones iniciales del Tenerife se vieron confirmadas con el tempranero gol de Borja Garcés. Eso sí, nada casual. Fue el fruto de la movilidad y el toque de los atacantes. Nacho activó un contragolpe mejorado por la calidad de Iván Romero con un pase filtrado a Shashoua, cuyo remate raso desde la esquina del área pequeña fue rechazado por Aarón con la mala suerte –para el Cartagena– de que el balón fue a parar a los pies de Garcés, sin oposición para completar la jugada.

A partir de ahí, el Tenerife fue desarrollando una actuación más que convincente, más equilibrada que en muchos de los encuentros de esta temporada, sin la necesidad de llevar al extremo su plan de esperar en campo propio para robar y salir con velocidad. Sin sentirse agobiado atrás, salvo en acciones aisladas que no terminaron con remates entre los tres palos, los blanquiazules fueron menos previsibles que otras veces en los últimos metros.

Romero entraba por la izquierda y Waldo por la derecha, con Sam inventando unos metros por detrás de Garcés, pero cada uno intercambiaba su papel con el otro con naturalidad. El resultado, un juego más fluido para poner en problemas a una defensa desbordada por momentos. Como cuando Waldo disparó a la base del palo izquierdo de Aarón (19’) tras una slalom de Romero, o cuando Garcés controló un mal despeje de Calero (29’) y asistió a Waldo para que el extremeño pusiera a prueba al portero del Efesé.

Durante el primer tiempo se jugó más a lo que quiso el Tenerife que a lo que intentó un Cartagena inseguro y falto de confianza. Los de Ramis fueron capaces de que su rival tuviera el balón en zona de baja influencia. Tanto, que Soriano no llegó a intervenir para sacar ni un remate bien dirigido. Ni en los primeros 45 minutos ni en los posteriores. Y eso que el Efesé se rearmó tras el descanso para tratar de cambiar el rumbo de un encuentro con un claro color blanquiazul. Carrión quitó a un defensa –Alcalá– y puso a un atacante, el debutante Ureña, quien mantuvo un intenso duelo con otro recién ingresado en el campo, Mellot, sustituto de un Buñuel condicionado por una cartulina amarilla.

Tras un primer tiempo plano, el Cartagena volvió al campo para meter otra marcha y ser un poco más agresivo en todo. En definitiva, para incomodar a un Tenerife que navegaba sobre el césped de Cartagonova sin turbulencias.

Los insulares vieron venir el amago de tormenta y encendieron durante un rato el modo sufridor. Pero lo del Cartagena fue más ruido que nueces. Por momentos embotelló a un Tenerife preparado para aguantar lo que hiciera falta. Y lo más inquietante fue una petición de penalti por unas inexistentes manos de Sergio. Ni un centro peligroso, ni un chut. Poco o nada para un Cartagena que llevaba cinco jornadas seguidas sin ganar y sin marcar. Por algo sería.

Y a la primera ocasión que tuvo, el Tenerife se estiró. Eso le ayudó a avisar a su rival de que no se iba a limitar a defender. De hecho, estuvo más cerca de caer el 0-2 que el empate. Primero con un disparo fallido de Garcés tras un contragolpe (56’) y luego con otra transición rápida protagonizada por el melillense, que decidió finalizar la jugada en lugar de conectar con Shashoua, que esperaba solo el pase de su compañero. Aarón detuvo un remate raso y flojo (65’).

Con más inercia que fe o claridad de ideas, el Cartagena lo siguió intentando. Tuvo una falta peligrosa que De Blasis lanzó fuera (70’) ante la mirada de Soriano.

A esas alturas, el Tenerife había vuelto a recuperar el control, si es que alguna vez lo llegó a perder. Ramis puso de su parte refrescando algunos puestos con la entrada de Javi Alonso, Dauda y Elady. De ahí en adelante, fueron los blanquiazules los que llegaron más a puerta, como contrapunto a la necesidad del Cartagena de que pasara lo contrario. Pero los albinegros no encontraban el camino. Solo a ratos, de manera esporádica, por impulsos, ya sin la frescura de Ureña. A Carrión tampoco le funcionó la apuesta por Ortuño. Su equipo seguía negado, apenas generaba ante un rival dominante. A su manera, pero dominante.

El tramo final fue un querer y no poder de los locales, y un tránsito aparentemente cómodo –más de lo previsto– de los insulares hacia un triunfo que pudo ser más amplio. Dauda, que acabó expulsado por dos tarjetas en apenas un minuto –la primera, por bloquear un saque de banda con las manos–, asumió el lanzamiento de una falta desde la frontal del área y un poco más tarde estuvo a punto de enlazar con Gallego para el 0-2. Y ya en el alargue, el ariete barcelonés –suplente este domingo– llegó a marcar, pero el árbitro anuló la jugada por una clara falta sobre el portero.

Fueron los únicos relieves de un epílogo trabado y con poca continuidad, justo lo que le venía mejor a un Tenerife que recuperó su esencia –nunca es tarde si...– y que dio un salto hacia la tranquilidad en un momento crucial de la temporada. ¿Hacemos números?