El Tenerife derrama la Copa

El equipo blanquiazul queda eliminado en la segunda ronda del Torneo del KO | Pierde por 2-1 ante un rival de la Primera RFEF, el Pontevedra, en el estadio de Pasarón.

Dauda, en el partido con el Pontevedra.

Dauda, en el partido con el Pontevedra. / Gustavo Santos

Julio Ruiz

Julio Ruiz

En las rondas iniciales de la Copa del Rey siempre hay sorpresas; equipos de Tercera, de Segunda o de Primera RFEF que superan a rivales de categorías profesionales. No se sabe dónde ni cuándo se van a dar estos resultados inesperados. Pueden surgir en cualquier cruce. Pero aparecen, siempre lo hacen, para que los poderosos pasen un rato de humillación y los modestos tengan su noche de gloria. Al Tenerife le tocó ser el grande derrotado. O mejor dicho, más que tocarle, puso mucho de su parte para que así fuera. El dato de que en apenas un cuarto de hora ya iba perdiendo por 2-0, lo explica casi todo. Fue capaz de reaccionar, cómo no, y recortó diferencias, pero se quedó en el intento. Lo que pudo haber sido un premio por tener la oportunidad de recibir en la primera semana de enero a un rival de LaLiga Santander en el estadio, se transformó en una decepcionante eliminación ante un adversario de la zona de descenso de Primera RFEF. Los de Ramis no estarán el viernes en el sorteo de los dieciseisavos.

Sobra decir que la temporada del Tenerife no iba a depender de esta segunda competición. Lo suyo es la Liga. El disgusto de la Copa durará lo justo. El 7 de enero, tras las vacaciones de invierno, tocará intentar ganar en Málaga. Pero no ayuda un borrón como este en un curso demasiado irregular.

Casi sin tiempo para comprobar si el Tenerife había empezado con la tensión que había pedido Ramis –aparentemente sí–, llegó el 1-0. Gueye se permitió el lujo de avanzar por la banda derecha, se encontró una tibia oposición de la defensa y se animó a rematar desde fuera del área, con la fortuna de que el balón rozó en un defensa y se coló por la escuadra sin que Javi Díaz acertara a maniobrar. Mal asunto comenzar en desventaja un enfrentamiento de este tipo, con un rival teóricamente menor pero agigantado por su tempranero acierto. Quedaba tiempo, mucho tiempo, para cualquier cosa.

El Tenerife no tuvo una reacción prometedora. Le costó llegar al área local con claridad. Avanzaba con pies de plomo sobre un césped pesado por las lluvias caídas en los últimos días –pesado para los dos–. El balón parado se convirtió en una alternativa interesante. Así, en una falta a media distancia, Corredera tuvo el primer remate tinerfeño. A la barrera.

En líneas generales, las sensaciones situaban al Pontevedra como ganador, y no solo por lo que reflejaba el marcador. Los gallegos se mostraban más firmes en los duelos y aprovechaban los espacios que dejaba la zaga tinerfeña para inquietar a su rival; eso sí, con más presencia que una producción alta de ocasiones para anotar.

Esas impresiones cristalizaron en una dura realidad en el 16’. Una falta a favor en el centro del campo se convirtió en el 2-0 de manera inexplicable. Carlos Ruiz regaló el balón y el Pontevedra armó un contragolpe propio de un entrenamiento, por la actitud defensiva de los blanquiazules –de negro, en este partido–. Álex González voló por el carril izquierdo y entró en el área con demasiada comodidad. Conectó con Gueye, que se apoyó en Mario Ortiz antes de armar un disparo desde la frontal del área pegado al palo derecho de Javi Díaz. Superado por poco el cuarto de hora, el Tenerife ya perdía por dos goles. Una desventaja quizás demasiado amplia –por la inusual efectividad del Pontevendra–, pero sí merecida por su fría actitud y su fragilidad defensiva, justo lo contrario de lo que había exigido Ramis el lunes. Algo estaba fallando y no se percibían indicios de que el escenario fuera a cambiar pronto. Es más, era el Pontevedra el que, con dos o tres toques, era capaz de comer terreno para colarse por el poroso armazón insular.

El inconveniente no estaba solo en el funcionamiento protector. El Tenerife casi no existía en ataque. Ninguna transición rápida, ningún desborde... Samuel Shashoua no se sentía nada cómodo, los laterales, Buñuel y Andoni, subían lo justo, los extremos, Appiah y Dauda, intervenían poco y cuando lo hacían se quedaban a medias, Garcés participaba lejos del área... El Tenerife no tenía continuidad. Un preocupante bloqueo.

Quedaba la esperanza de que se produjera un giro de guion, que el Tenerife pudiera agarrarse a la eliminatoria con un primer gol, que los suplentes salieran al rescate e incluso que al Pontevedra le entrara respeto a ganar. Pero el tiempo pasaba y los gallegos seguían teniendo el partido y la eliminatoria donde querían, seguramente con más facilidad de la imaginada. La diferencia de categoría de cada equipo no era tan evidente. En todo caso, con papeles cambiados.

El único chispazo, de camino al descanso, lo encendió Shashoua con una jugada individual, marca de la casa, pensada para dejar solo a Garcés, pero el delantero cayó en fuera de juego (41’) dejando en un segundo plano un posible penalti. Poco después, el londinense le puso algo de trabajo a Cacharrón. Chut a media altura, fácil para el guardameta. Al menos, el Tenerife había empezado a sacar a su rival de la zona de confort. El intermedio le vino mejor al Pontevedra.

En teoría, el Tenerife ya no lo iba a poder hacer peor. 45 minutos por delante y el desafío de, al menos, forzar la prórroga. Ramis añadió revulsivos a modo de cambios:Sergio, Jurado y Romero por León, Larrea y Appiah. Pero hacía falta algo más, una mayor ambición, más intensidad, que quedara constancia de que el Tenerife quería continuar adelante en la Copa.

A golpe de amor propio, de empuje y también de recursos, los blanquiazules inclinaron el partido hacia el área local, con Dauda y Shashoua más incisivos, ahora con el factor añadido de Romero. El Pontevedra esperaba en su campo, deseando que fueran pasando los segundos, los minutos, que no ocurriera nada relevante. En ese pulso, se las fue arreglando para mantener a raya a su rival.

Al fin, un remate más o menos limpio. La insistencia tuvo resultado. Lo protagonizó Romero, de cabeza, tras una falta colgada por Alexandre. Fuera por poco (60’). A renglón seguido, el delantero cedido por el Sevilla rozó, también por alto, un gol que sí pudo conseguir en el minuto 63, resolviendo una jugada colectiva que desmontó a una zaga pontevedresa que, por supuesto, tenía sus carencias.

Ya era otra cosa. Un Tenerife competitivo y peligroso, impulsado por los tres sustitutos, y un Pontevedra al que se le podía hacer demasiado largo el encuentro.

Ramis no tardó mucho en apostarlo todo a la remontada. Atacó con más, también con Gallego. En esa dinámica, Dauda llegó a tener un mano a mano con Cacharrón del que salió victorioso el portero. El Pontevedra hacía lo que podía para protegerse, por momentos sin encerrarse tanto en su campo, también revitalizado por las sustituciones. Trataba de presionar un centro del campo insular en el que José Ángel Jurado estaba solo. Quizás por ahí, el Tenerife se quedó algo partido: tenía muchos atacantes, pero poco en el medio. Era cuestión de llevar el balón al área pontevedresa, pero esa frecuencia no fue tan alta como se esperaba.

Los anfitriones, tirando de oficio, leyendo cada situación y arañando segundos, fueron apagando el ímpetu de los tinerfeños, obligados a no quedar eliminados, imprecisos y condicionados por el corto margen de tiempo. Para colmo, el encuentro se enredó por una discusión entre jugadores tras una falta a Romero. De esa pelea salió expulsado Yelko Pino, y poco después, Jurado. Diez contra diez para entrar en un alargue de 6 minutos, tramo en el que el Tenerife tampoco encontró el camino, ni por intención ni por acumulación.

No fue el mejor cierre para un año deportivo especial, el del centenario –sobre todo, por eso–, del casi ascenso, el del cambio de presidente... Ya sin el aliciente de la Copa, derramada ante un rival de inferior categoría, solo queda arreglar la temporada en la Liga –25 puntos en la primera vuelta–.

Incidencias: partido de la segunda ronda de la Copa del Rey jugado en el Estadio Municipal de Pasarón.

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