De Roma al Hotel Escuela

El proceso que culminó ayer con la proclamación de Paulino Rivero empezó con un pacto secreto que se selló en verano con motivo de la visita al Papa en El Vaticano

Los componentes del nuevo consejo felicitan a Paulino Rivero. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

Los componentes del nuevo consejo felicitan a Paulino Rivero. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ / Manoj Daswani

Manoj Daswani

Manoj Daswani

Cuatro de los accionistas de referencia en el Tenerife se volvieron del viaje que hicieron en verano al Vaticano con un acuerdo que luego refrendaron ante notario y un propósito común, el de convencer a Paulino Rivero para que aceptase dirigir los designios del representativo. Ayer los deseados cambios se hicieron al fin realidad.

El CD Tenerife vivió ayer un giro histórico en la centenaria vida de la institución. La Junta General de Accionistas convocada por el consejo de administración que dirigía Miguel Concepción da paso a una nueva etapa en la que toma el bastón de mando Paulino Rivero, el primer expresidente de una comunidad autónoma que se pone al frente de un club de LaLiga.

Los cambios que se sustanciaron y votaron ayer en el marco de la asamblea tienen su origen en el bautizado como Pacto de Roma, un cónclave del que participaron tres de los principales accionistas del Tenerife y que derivó en la compra por parte del inversor madrileño José Miguel Garrido de un importante paquete accionarial que le convierte ahora en el hombre fuerte y en la figura que un mayor porcentaje aglutina en el capital social del representativo.

Garrido, vinculado antes a clubes como Albacete y Castellón, había aparecido en la vida blanquiazul de la mano del exconsejero Corviniano Clavijo, cuando éste se postulaba como alternativa y le sugirió comprar las acciones (habían salido a subasta) del exvicepresidente del club, Pedro Suárez. El afán del inversor fue siempre controlar la parcela deportiva y llevar al Tenerife a Primera, propósitos de los cuales ya ha conseguido el primero y se dispone ahora a lograr el último.

Miguel Concepción, Amid Achi y Conrado González pactaron venderle parte de sus acciones; y conformar los cuatro junto a Garrido el llamado «sindicado», figura muy común en las sociedades anónimas y que tutelará los designios del club durante los próximos años, si bien la voz cantante será la del dirigente peninsular.

Los cuatro accionistas de referencia (podrían sumar pronto a Juan Pelayo, propietario de Egatesa) irán de la mano por largo tiempo, sin margen para disensiones o discrepancias. De hecho, han acordado que sea «imprescindible» la aprobación de los cuatro para la posible venta del club a un inversor extranjero; y también han sentado las bases de un nuevo modelo para el representativo. Que ya no volverá a ser presidencialista.

Todos ellos estuvieron de acuerdo en ofrecer el bastón de mando –con efectos más institucionales que ejecutivos– a Paulino Rivero, figura siempre vinculada a la institución. De hecho, fue clave en la salvación de la deriva societaria, deportiva y económica que sufrió el Tenerife tras la dimisión de Víctor Pérez Ascanio; y fue él quien convocó en el municipio del que había sido alcalde, El Sauzal, una cumbre para buscar una solución. Ésta no fue otra que el nombramiento de Concepción como presidente al frente de un consejo formado por diversos empresarios.

Rivero tardó en aceptar la proposición que le hicieron, pero finalmente respondió de forma afirmativa, como así adelantó EL DÍA. Desde entonces había permanecido en un discreto segundo plano, se había apartado de todos los actos públicos relacionados con el Centenario (sí había ido a los convocados en verano) e incluso faltó al amistoso contra el Brondby IF. Ha trabajado en silencio, en permanente contacto con Garrido y en el afán de mejorar el Tenerife en casi todos sus ámbitos y esferas. La diagnosis que hizo ayer rozó la perfección.

Inicialmente no era él la figura predilecta para Garrido, pero éste último prontó entendió que el expresidente del Ejecutivo reunía «todos los requisitos» para ser nuevo presidente. Lo que nadie sabe es que el cambio pudo venir antes. Concepción estuvo muy próximo a vender sus acciones al inversor peninsular un año antes, en circunstancias diferentes y en el marco de un contexto también distinto; pero quiso reformular el acuerdo a última hora cuando ambos llegaeron a la notaría. En junio el equipo acarició el sueño del ascenso, pero falló el día D. Aquel fatídico final lo precipitó todo: de Roma al Hotel Escuela.

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Amid Achi, uno de los accionistas de referencia en el representativo y protagonista esencial en el curso de los acontecimientos, abogó ayer por dar un tiempo prudencial a los nuevos gestores para poder juzgarlos. En todo caso, se mostró «completamente convencido» de la valía de Paulino Rivero, una apuesta suya y que ya defendió en 2017 como posible alternativa al gobierno presidido por Miguel Concepción. «Hay que dar tiempo a esta gente, a ver cómo lo harán. Unos van y otros vienen, pero vamos a esperar para sacar conclusiones», dijo. «Yo solo espero que no sea peor que la anterior etapa, por el bien de todos nosotros», ironizó el presidente del Grupo Número Uno.

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