Posturas muy distantes. El CD Tenerife se ciñe a la cláusula de rescisión de Juan Carlos Cordero, su director deportivo, que ha verbalizado ante el actual consejo de administración su deseo de abandonar e irse. Su contrato contempla este curso y dos más, así como una penalización en caso de quebrar anticipamente su relación con el representativo. Dicho de otro modo, si quisiera marcharse de manera voluntaria tendría que abonar al club las cantidades que tuviese pendientes de cobro hasta junio de 2025. Esta cláusula liberatoria también funciona a la inversa: es decir, que igualmente el club tendría que pagarle las cifras establecidas por contrato si optase por su despido.
El pasado sábado trascendía la existencia de un acuerdo entre Cordero y el Real Zaragoza, que ha pactado con el cartagenero un contrato por tres temporadas, unos emolumentos semejantes a los que le fijó el Tenerife y la posibilidad de llevarse a dos ayudantes de su entera confianza: Santos Olmo y Alberto González. Cualquier opción de salida pasa por una negociación, pues el Zaragoza ve inasumible la cifra (superior a los 500.000 euros) que habría de pagar para liberar a Cordero, quien ha expresado a los jerarcas blanquiazules su alto grado de incomodidad y malestar con los cambios que se han producido en la estructura de la entidad. En este sentido, cree que no encaja en el nuevo modelo deportivo, como así apuntó EL DÍA el pasado mes de octubre. La voluntad del ejecutivo tinerfeñista es alcanzar un acuerdo satisfactorio con el Tenerife antes del próximo 14 de diciembre, fecha para la que está programada –en primera convocatoria– la Junta General que aupará a la presidencia a Paulino Rivero.
Tanto el venidero máximo mandatario como el primer accionista del club, José Miguel Garrido, conocen de las intenciones de Cordero. Quiere irse.
