En el seno de las negociaciones hubo muchas discrepancias y una fórmula mágica para superarlas. Los accionistas quedan vinculados los unos a los otros. Por contrato.

Sin que nadie pudiera siquiera imaginarlo, la reciente visita al Papa Francisco con motivo del Centenario del CD Tenerife se convirtió en el escenario perfecto para solidificar un nuevo escenario para el representativo. Fue entonces, en la recepción del hotel NH Collection Centro Roma, donde cuatro de los principales accionistas blanquiazules pergeñaron un pacto –ya rubricado por todos ellos, secreto y con varias cláusulas de confidencialidad– para votar unidos siempre que haya una junta de accionistas.

José Miguel Garrido, Miguel Concepción, Amid Achi y Conrado González irán de la mano por largo tiempo, sin margen para disensiones o discrepancias. De hecho, han acordado que sea «imprescindible» la aprobación de los cuatro para la posible venta del club a un inversor extranjero; y también han sentado las bases de un nuevo modelo para el representativo. Que ya no volverá a ser presidencialista.

Los cuatro actores principales del proceso se volvieron en agosto de Roma con la firme intención de mantener en secreto su acuerdo, al menos hasta que Paulino Rivero –el candidato preferido de Concepción y Amid– les diese respuesta definitiva a la oferta que le han hecho para presidir el club. El dirigente nacionalista está muy cerca de dar un sí. Hoy por hoy, todos los caminos conducen a Paulino; y no hay un plan B.

Durante la negociación, que se prolongó por varias reuniones –casi todas en el lobby del hotel romano– hubo discrepancias que suturó el diálogo. De hecho, cuenta alguno de los accionistas que fueron los paseos para ir y volver al Vaticano –a veces a dos bandas y a veces incluso a tres– los que se ocuparon de limar las diferencias y sellar los acuerdos.

Los cuatro accionistas procuraron ser sigilosos, pero levantaron sospechas. De Roma se volvió Pedro Martín, presidente del Cabildo, con la sensación de que algo tramaban; y quizá más desapercibida resultó la escena para Ángel Víctor Torres, que no viajó con ellos y se sumó más tarde. Un pacto secreto. Y para ir de la mano.