Era imposible que se les escuchara más que a los 11.000 enfervorizados aficionados del Girona, que tributaron un recibimiento apoteósico a los suyos en las horas previas al partido más importante del año en Montilivi. Pero en ilusión y tinerfeñismo, a los blanquiazules no les ganó nadie. Ayer dieron una lección. De fidelidad y compromiso.

No fueron solo 300, al final incluso alguno más. Pero más allá de la cifra (testimonial), todos y cada uno de los valientes blanquiazules que estuvieron ayer en Girona recordarán para siempre esta odisea justamente por las dificultades estratosféricas que tuvieron para llegar.

Vuelos cancelados, retrasos, combinaciones tortuosas, kilómetros en carretera, incertidumbre por una entrada y hasta algunos casos de aficionados que se presentaron en Montilivi sin la seguridad de que podrían entrar. «Hemos llegado exhaustos», confesaba anoche uno de los seguidores del minúsculo sector blanquiazul en la grada del estadio. «Y no por el viaje, sino por el lío de organizarlo».

Ayer fue un sábado que empezó con madrugón para los 50 aficionados de la Peña Ibérica a los que habría que hacer un monumento. A la fidelidad. Pelearon como gladiadores durante la semana en las redes y por otras muchas vías para reivindicar su derecho a contar con una entrada. Y la consiguieron casi in extremis, cuando un comunicado del club les llenó de alivio. Entonces, comenzaba otra odisea.

Trescientos y pico valientes

Héctor Rodríguez, uno de los organizadores de la ruta, explica que el coste de la guagua fue altísimo (unos 1.500 euros) y que no todo el mundo podía permitirse pagar una parte. «Hubo mucha gente que al final nos dijo que no; y ha sido una locura estar pendiente de la lista, los cobros, las gestiones... hasta que al final hemos llegado».

Otro motivo para el desasosiego era el comunicado oficial del Girona con el que se encontraron aquellos que probaron a comprar entradas fuera del sector visitante. Que los hubo. Les advertía el club anfitrión de que no podrían venir ataviados con bufandas ni banderas blanquiazules; ni tener comportamientos propios de seguidores del Tenerife. «¿Qué quieren que haga? ¿Qué no celebre un gol?», bromeaba en voz alta uno de los afortunados que logró sus billetes gracias a la gestión realizada por vecinos de la localidad catalana con los que tenían conexión, ya fuera por amistad entre colectivos de animación o porque hay canarios que viven en la ciudad donde se jugó el partido.

Trescientos y pico valientes

Ahora bien, en el lío del viaje más difícil de la temporada la peor parte se la llevaron quienes se quedaron en tierra. Organizando con mimo e ilusión un desplazamiento que nunca salió adelante; tampoco una vez el Tenerife les confirmó las entradas. De hecho, prácticamente todos los que la solicitaron tuvieron una; aunque el reparto se prolongó hasta escasas horas antes del partido porque las redes se convirtieron en epicentro de un mercadeo entre quienes tenían viaje y no una entrada. Y viceversa.

El caso es que llegados a Montilivi (objetivo número uno ya conseguido), lo siguiente fue intentar otro imposible. Ponerse a la altura de la afición local e igualar la desproporción en cuanto a tamaño, número y decibelios. Ayer, casi nada fue como en Siete Palmas. Nadie había cuando el Tenerife llegó a su hotel; y casi nadie cuando salió rumbo a su sueño. Pero en todo caso merecidísimo fue el aplauso (sincero) que los de Ramis dieron a los valientes desplazados. Que en algunos casos se dejaron medio sueldo; y en otros, más tiempo en llegar que en disfrutar del partido.

Trescientos y pico valientes

El próximo domingo en el Heliodoro ya será otra historia; pero ayer, en Montilivi, 300 y pico intentaron sonar como 11.000. Era imposible lograrlo, pero a ilusión y tinerfeñismo sí ganaron por goleada.

El campo de Montilivi registró su mejor entrada de la temporada e incluso instaló gradas supletorias para satisfacer la alta demanda que había suscitado la ida de la final.

Prohibido mezclar colores

El Girona había avisado en su página web que no iba a permitir que los espectadores con camisetas del equipo visitante se sentaran en los sectores reservados para el público local. Es una medida que no se lleva a cabo en el Heliodoro Rodríguez López.Y justamente ese es el problema que se encontraron algunos seguidores del Tenerife. Familiares de futbolistas que tenían entradas en zonas del estadio no destinadas al público local tuvieron que esperar a la mediación del club para que les permitieran entrar a los graderíos de Montilivi. Finalmente, tales espectadores blanquiazules fueron ubicados en la curva donde se concentraron los 300 seguidores del representativo. Fue una representación corta, pero muy bulliciosa, que entonó los cánticos que habitualmente suenan en el coliseo tinerfeñista.Entre los presentes en el campo también estuvieron los jugadores de la cadena de filiales del club y algunos de sus técnicos, tales como Mazinho o Cristo Marrero. Éste último verbalizó que iba a ser «un gran día», antes de comenzar la contienda, y reseñó que el tinerfeñismo «se encuentra ante una oportunidad histórica que, sin duda, debe aprovechar».