La buena noticia del partido de ida de la final de la promoción de ascenso a Primera estuvo en que el Tenerife no perdió. No es que ese fuera su objetivo, pero pasó. Pudo ser peor. En otro ejercicio de resistencia, llevando al extremo su solidez defensiva, soportó con entereza los arreones de un Girona superior, pero sin acierto en el remate. Con este resultado en Montilivi, un empate sin goles, al equipo de Luis Miguel Ramis no le hará falta ganar el próximo domingo, en el Rodríguez López. Le bastará con otra igualada para cruzar la meta de su regreso a Primera.

El punto de partida fue idéntico al del 1-2 en el derbi de semifinales. Pero sin gol. Primera acción, primer balón en largo de Aitor Sanz buscando a Enric Gallego. Sin consecuencias. Enseguida, el Girona se adueñó de la posesión. Ninguna sorpresa. Ya se sabía que el Tenerife iba a plantear un partido así, modulando los tiempos de la presión, unas veces alta, otras en un bloque medio o bajo. Orden y concentración para intentar apagar a un Girona fino en el toque, preciso; buscando las bandas –sobre todo, la defendida por Mellot a pierna cambiada– más que posibles vías de acceso por el medio para romper el armazón defensivo visitante. Un poco de todo. Recursos y la portería entre ceja y ceja.

En los costados, Ramis repitió con Moore en la derecha y Mellot en la izquierda. Buen arranque del equipo de Míchel. Tenso, eléctrico. Incluso creando ocasiones de gol. Ninguna clara. Pero daba la impresión de que podía hacerle daño a un Tenerife centrado en protegerse. Así, Pol Lozano conectó el primer disparo marchándose de Bermejo, quien arriesgó jugándose la falta al borde del área. Poco después,_Mellot no acertó a despejar una diagonal de Juanpe y Arnau puso en aprietos a Soriano, quien, a continuación, se vio obligado a atrapar el balón en dos tiempos después de fallar en el despeje de puños. A los puntos, el combate había empezado siendo rojiblanco. El Tenerife había asumido muy pronto el papel de sufridor. Nada diferente para un equipo acostumbrado a eso. Esa es su gran ventaja. De momento, no había espacio para el factor sorpresa, para la recuperación y el contragolpe. El Girona no se lo permitía. A los blanquiazules les faltaba una pizca de acierto para enlazar tres centros y ser vertical. Pases mal dados y pérdidas poco habituales. El Girona mordía en la presión, iba al límite, y el duelo se desarrollaba en el terreno insular.

Lo más parecido a una oportunidad de gol a favor del Tenerife llegó cerca de la media hora, con un balón colgado que cazó por alto Mollejo para que Juan Carlos alejara el peligro de puños. Un instante de tensión en el área local.

No hubo continuidad. Fue una acción aislada. En realidad, el Girona volvió a tocar en la puerta del 1-0 con un centro de Valery que no encontró rematador. El balón, juguetón, pasó de largo por delante de una portería con luz verde.

A esas alturas y con esta dinámica, solo faltaba que Soriano apareciera para ampliar su colección de paradones. Y llegó su momento, ni más ni menos para imponerse en un mano a mano con Baena. El extremo le ganó la espalda a la defensa, tras recibir un pase diagonal, apuró la carrera y remató a media altura, topándose con las manos del guardameta (38’).

El Tenerife respondió con el 42’ gracias a una acción de Sergio González. Al fin, una ruptura de líneas, una maniobra para generar algo de superioridad en el campo rival. El central avanzó y enlazó con Álex Bermejo, quien buscó a Gallego sin la fortuna de que el delantero llegara a rematar. Intentó un taconazo rodeado de defensas. No fue un tiro a puerta. En realidad, el Tenerife no disparó en toda la primera parte, por seis de un Girona que completó esta fase con un 62 por ciento de la posesión.

Un Tenerife dispuesto

La segunda comenzó con un Tenerife dispuesto a estirarse un poco. No mucho. De ahí llegó su primer disparo. Una falta lejana ejecutada por Alexandre. El portero agarró el balón sin problemas.

Y el Girona siguió a lo suyo, insistiendo. Otra vez, con Baena inventando. Tras una conducción suya y un pase de Valery al punto de penalti, José León estuvo cerca de hacer un autogol. Lo evitó Soriano, surgiendo en el momento oportuno. Soriano, una vez más.

El partido hizo un amago de dejar de ser un monólogo del Girona. El Tenerife, al que no le hace falta generar mucho para generar peligro, lanzaba zarpazos aislados. Mollejo tuvo uno en el 55’, un contragolpe que no supo definir. Más tarde fue Mellot el que robó y salió como una flecha. El pase posterior de Gallego no tuvo destinatario. Eran señales de que los blanquiazules también podían golpear.

La dinámica se mantuvo en la última media hora. Ramis refrescó el ataque con Elady en el lugar de Mario y el Girona continuó apretando, haciendo todo lo posible por romper el muro tinerfeño. Pero no daba con la tecla. Siempre se quedaba en el intento. Como cuando Arnau metió un centro envenenado que domó Soriano, o cuando Santi Bueno cabeceó forzado para que el guardameta sevillano pusiera fin a la jugada.

El cronómetro corría a favor de un Tenerife al que le valía el empate para comenzar el encuentro de vuelta sin tener que remontar.

Por todo esto, los de Míchel no se daban el menor respiro. De una manera o de otra, se orientaban al único objetivo de marcar. En ese propósito, Valery elevó los decibelios de Montilivi al activar un potente chut desde la frontal del área que se marchó a córner (65’). El Tenerife había dejado de pisar la cancha local con frecuencia. Encima, en una de esas pocas aventuras, Gallego y Elady se estorbaron y dejaron en nada un contragolpe.

No hubo más por parte de los blanquiazules en ataque. En la recta final, el Girona agotó sus fuerzas con más de lo mismo. Le dio vueltas a su idea, percutió por un lado y por otro, Míchel introdujo algunos cambios –el tinerfeño Jairo, Samu Saiz y Nahuel Bustos–... pero se estrelló siempre con la defensa, y con Soriano, quien sacó el balón de la escuadra en un lanzamiento de falta directa por parte de Aleix García (89’). En esa etapa, Ramis había vuelto a mover el banquillo para apuntalar la zaga con Carlos Ruiz, adelantar a Sergio González y oxigenar otras líneas con Pomares y Andrés Martín.

El Tenerife no pudo permitirse bajar la guardia ni en el tiempo de alargue. El Girona no se quiso rendir y agotó los últimos minutos con el mismo empuje, pero probablemente sintiendo algo de impotencia por la consistencia de un rival que le había ganando los dos partidos de Liga siendo tan sólido como ayer. El equipo de Míchel hizo todo lo que pudo y no supo cómo batir a Soriano, y el de Ramis hizo lo que supo, defender muy bien, y consiguió lo que pretendía, jugar el próximo domingo en el Rodríguez López con la ventaja de no verse obligado a remontar.