A 90 minutos de la gloria. El Tenerife puso ayer su rúbrica a la penúltima página del libro de Luis Miguel Ramis –que la metáfora ya ha venido para quedarse– y confirmó en Girona que se ha instalado definitivamente en las coordenadas en las que se ubicó a principios de temporada. Máxima fe en el manual de estilo, compromiso absoluto con la hoja de ruta prevista, altísimos niveles de intensidad y un amor incuestionable a la fuerza del grupo. No fue su mejor día, tampoco la vez que se desenvolvió con mayor confianza, pero logró en Montilivi su primer gran objetivo: llevar viva la eliminatoria al Heliodoro.

Luis Miguel Ramis, durante el partido de ayer. | | LALIGA

Volvía el representativo a Girona, desde 2009 tierra santa para el tinerfeñismo, y muchas de las estampas fueron semejantes a las de aquel día. El termómetro disparado, la ilusión blanquiazul desplegada por todas las calles de la ciudad y la sensación de que ayer se jugaba más que un partido de fútbol. Los nervios iban in crescendo conforme se aproximaba la hora del partido: nueve en punto, con idénticos protagonistas a los de Gran Canaria –repitió once el Tenerife– y también la misma actitud.

Este Tenerife va a muerte en cada jugada. Resulta difícil ser original en la catarata de adjetivos elogiosos sobre la actitud: monumental, excelente, bestial, superlativo... Todo eso y mucho más merece la dimensión a la que ha llevado el equipo su entrenador, convencido desde el inicio en adherir a la causa incluso a los más escépticos. Lo ha logrado con un fútbol de autor, abrazado por tantos fieles blanquiazules como ayer se desplegaron por Montilivi (300 y pico) y otros miles que siguieron el partido en la distancia.

El Tenerife muere con sus ideas. Y ya a nadie le sorprende cuál es su manual de instrucciones. Disfrutar defendiendo, proteger su marco, salir a la contra. Así, todo el rato. Ayer le costó horrores sentirse cómodo en Montilivi pero logró el que era su propósito: aplazar el desenlace al episodio final.

El domingo en casa, todo será diferente. Con el volcán rugiendo –Sergio González dixit– y el graderío entregado, buscará el representativo lo que nunca antes: subir a Primera en casa. Claro que antes derribó otros mitos y récords. El de victorias a domicilio, el de puntuación de las últimas temporadas, también la creencia de que estaba concebido el Tenerife para vegetar en Segunda. El gran logro colectivo es que ya todos suman. Los que agotaron las entradas para la vuelta, los que completaron una odisea para viajar ayer, los que abandonan el ateísmo y ya creen.

Bastó anoche con ver las caras con las que salían los hombres de Ramis del feudo y fortín del Girona para afrontar con (relativa) calma la vuelta. Con toda la isla rugiendo en torno a este Tenerife, tranquiliza saber que los primeros que piensan y visualizan el ascenso son ellos. Se avecina una semana larga, de alta tensión y pensamientos encontrados. Pero se prepara el tinerfeñismo para hacer levitar al club ahí hasta donde todos sueñan. El olimpo del fútbol está más cerca que nunca.

A 90 minutos, a la vuelta de la esquina, a una página de acabarse (con final feliz) la obra escrita de Ramis.